En un estudio de 2019, el Instituto alemán Fraunhofer estableció que el potencial de ahorro de energía en Europa es el 67% del consumo actual, que podría reducirse en 2050 a través de una urbanización inteligente y digital con tecnologías, como la energía renovable distribuida, para impulsar el ahorro energético, la economía circular y la utilización del transporte público y reducir así la demanda de energía.
En ese mismo año, el laboratorio de ideas Sandbag sostuvo que era posible que la Unión Europea alcanzara una reducción del 58% de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 solo con la voluntad política de aplicar las políticas medioambientales ya aprobadas. La UE ha reducido hasta 2018 un 24% sus emisiones respecto a 1990 y tiene en marcha las políticas que necesita para descarbonizar y electrificar la economía sustituyendo los combustibles fósiles por energías renovables.
El director de la Agencia Internacional de la Energía, Fatih Birol, ha insistido en que los gobiernos tienen que centrarse colectivamente en reducir la demanda de combustibles fósiles y no tanto en la oferta, como hasta ahora, con medidas sencillas como la eficiencia energética de los edificios. De no hacerlo así, advierte, que el peligro será un periodo turbulento y volátil. Ese periodo ha llegado ya con unos precios de la energía disparados.
Como explicaba Fatih Birol, la rehabilitación de los edificios más antiguos de Europa ahorraría el equivalente a todo el gas que llega por el gasoducto Nord Stream I.
La conclusión de García Breva es que, ante la gravedad del alza de los precios energéticos, la prioridad de la eficiencia energética no solo demuestra cómo se puede ahorrar y abaratar la electricidad sino cómo el modelo eléctrico tradicional de producir y vender energía está agotado y será sustituido por la prioridad de los recursos energéticos desde el lado de la demanda, es decir, por el consumidor activo.