Con el SGE se pretende conseguir no solo esa eficiencia energética, sino también un ahorro considerable implícito al aumento de la misma, una reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero, un mejor comportamiento medioambiental y, por consiguiente, una ventaja sobre la competencia a través de múltiples posibilidades: uso de energías renovables, movilidad sostenible, etc.
La norma UNE-EN ISO 50.001, publicada en junio del año pasado, ha sustituido a la europea EN 16001 y contiene los requisitos para un SGE certificable, que llevará a aquellas empresas que se decidan por ella a desarrollar e implantar una política propia en cuanto a la gestión de la energía en la organización, y le permitirá identificar las áreas significativas de consumos energéticos para, tras un estudio de estos, poder planificar las posibilidades de reducción de los mismos. Esta norma puede ser implantada en organizaciones de cualquier sector o tamaño, pero sin duda será en el industrial, con unos consumos energéticos muy intensos, donde proporcionará mayores ventajas.
No se trata de auditorías energéticas ni de mejoras puntuales
Lo que propone la norma es mantener o incluso aumentar la producción con menores consumos energéticos, pero sin quedarnos en la realización de una auditoría energética y en la planificación de una serie de mejoras puntuales y limitadas en el tiempo, derivadas de dicha auditoría, sino ir más allá e implantar un sistema que garantice la mejora continua de la gestión energética.
Entre los principales beneficios que supone implantar dicho sistema destacan los siguientes: reducción de costes, mejora de resultados empresariales, cumplimiento de la legislación vigente, concienciación de todo el personal dentro del alcance del sistema con respecto al comportamiento energético de la organización, mejora en los procesos de contratación de los suministros energéticos, mejora del comportamiento medioambiental de las organizaciones y aumento de la disponibilidad del suministro energético
Como todo sistema de gestión basado en la mejora continua, su metodología es la PDCA (plan-do-check-act), lo que nos recuerda a sistemas propuestos en otras normas, como la UNE-EN ISO 9001 para los de gestión de la calidad y la UNE-EN ISO 14001 para los de gestión ambiental. Al tener metodologías comunes son perfectamente integrables entre sí, aunque sus objetivos sean diferentes. Es decir, aunque la norma UNE-EN ISO 50.001 se ha diseñado para implantar un SGE de forma independiente de otros que pudieran estar implantados en una organización, no cabe duda de que aquellas empresas que tengan ya algunos de estos sistemas tendrán parte del trabajo avanzado, sobre todo en lo referente a la estructura documental y a los medios de difusión a todo el personal. Sin embargo, el SGE demandará también sus propios medios para funcionar.
El modelo que propone la ISO 50.001 es de mejora continua, con el siguiente recorrido cíclico:
1. Responsabilidad de la dirección. Como en todos los modelos ISO basados en la mejora continua, es un requisito indispensable para el éxito del sistema que la alta dirección de la organización esté totalmente comprometida y que lo demuestre designando las funciones y responsabilidades dentro del sistema y proporcionando los recursos tanto humanos como materiales necesarios para alcanzar las metas y objetivos definidos.
2. Establecimiento de una política energética. A través de esta política, la dirección dejará constancia de su compromiso con el sistema y con la mejora continua, definirá su alcance, su compromiso de proporcionar al sistema los medios necesarios, etc.
3. Planificación. Consistirá en realizar una revisión para conocer los aspectos energéticos, los requisitos de la legislación vigente que sean de aplicación, así como otros para que a partir de este conocimiento se pueda establecer un plan de acción.
4. Implantación. Una vez establecido el plan de acción se pondrá en marcha. Para ello será necesario documentar el sistema, definir funciones y responsabilidades de las personas que intervengan y comunicar todo ello al personal implicado.
5. Verificación. Tras la implantación se procederá a verificar si el sistema funciona según lo planificado y se detectarán desviaciones que habrá que tratar adecuadamente.
6. Revisión. El sistema deberá ser sometido a una revisión por la dirección de forma periódica, en la que se analizará su funcionamiento en el periodo anterior, las mejoras obtenidas y las dificultades y desviaciones producidas. Además, se tomarán decisiones y se planificarán las acciones a acometer para el siguiente ciclo.
Y, por último, la certificación
Una vez implantado el sistema, resulta interesante su certificación, de forma que un tercero independiente de la empresa y acreditado para ello, avale y dé garantía del cumplimiento de la organización con los requisitos de esta norma ante otras partes interesadas, como inversores, administración pública, etc.
Sin lugar a dudas, una aplicación generalizada de esta norma contribuiría a asegurar una mayor disponibilidad energética y una mejora de nuestro impacto sobre el medio ambiente.
Mari Cruz Moraga, del departamento de Risk Advisory Services de BDO.
BDO es una de las cinco principales firmas internacionales de auditoría y servicios profesionales a la empresa.