Son esos municipios que no entienden que en España se gasten cada año 50.000 millones de euros en importaciones de combustibles fósiles los que practican con ahínco la eficiencia energética. Rubí (Barcelona), Burjassot (Valencia) y Málaga son los tres ejemplos que han ilustrado la jornada titulada “Buenas prácticas y oportunidades en eficiencia energética” organizada por la Oficina de Javier García Breva.
La clave, explican desde Rubí, es transformar los costes en inversión. Aplicar políticas de ahorro en aquellos lugares donde se producen grandes consumos energéticos y transformar ese ahorro en capacidad de inversión sostenible. La labor no es sencilla, aseguran desde Málaga, porque la actividad del ayuntamiento en ocasiones debe extenderse más allá de sus competencias si quiere atender el interés general. Y hacerlo, explican desde Burjassot, implica insumisión, desobedecer las directrices que limitan la actuación municipal en energías renovables y eficiencia energética.
En opinión de Javier García Breva los ayuntamientos “pueden cambiar el modelo energético en su término municipal con las competencias que tienen”. Los primeros ayuntamientos democráticos, recuerda, ya usaron esa capacidad para una mejor gestión del uso del agua y “ahora se debe gestionar mejor el uso de la energía”. Las competencias en urbanismo, edificación y en ordenación del territorio son la clave.