eduardo collado

Tarifas eléctricas y perversión de los precios del mercado

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En las últimas semanas hemos presenciado subidas del precio de mercado de la electricidad que han superado los 100 €/MWh, y una media un poco inferior a los 90 €/MWh, cosa que no se observaba desde hace tiempo. Las subidas han coincidido con los días más fríos, lo que ha puesto en riesgo a quienes sufren la pobreza energética.

Recordemos que la formación de precios del mercado eléctrico se realiza cada hora del día poniendo en marcha las centrales eléctricas, desde las más baratas a las más caras. O sea, que el precio del mercado o del 'pool' funciona de forma marginalista, de modo que las tecnologías entran por orden de coste y la última de ellas en participar, la más cara, marca el precio para el conjunto o precio de casación. Vamos, que las centrales ofrecen su energía dependiendo de sus costes de oportunidad, aunque después todas las centrales cobran el precio de casación. ¿De qué dependen, por tanto, los precios a los que los productores ofertan su energía? El coste no representa el coste variable que les supone producir dicha energía, que sería una suma del coste del combustible, más los costes de operación y mantenimiento de la central. Porque la oferta la realizan al coste de oportunidad que les supone generar esa electricidad. Lo que quiere decir que, al coste variable anterior, hay que sumarle los ingresos a los que renunciaría la central por el hecho de producir, sin importar que sea un coste excesivo (cuanto más beneficio, mejor).

Para comprenderlo mejor pondremos el ejemplo de dos centrales hidráulicas, una de embalse y otra fluyente (opera solo con el agua que pasa por el río). Para una central de embalse, consumir el agua para producir electricidad no supone coste variable alguno, pero sí un coste de oportunidad. Esto es así porque gracias al embalse, el generador tiene la posibilidad de almacenar el agua y consumirla en el futuro, cuando el precio de mercado sea mayor. Por esa razón las hidráulicas de embalse pueden vender la electricidad cuando les convenga y por eso ofertarán a un precio alto en comparación con el resto. Sin embargo, en una época de lluvias fuertes, si el embalse se encuentra al límite de su capacidad, el coste de oportunidad será cero para la cantidad de energía que pueda generar con el agua que esté obligada a evacuar. Por lo tanto realizará ofertas a un precio muy bajo o incluso cero, para asegurarse que entra en la casación.

En el caso de una central hidráulica fluyente, el combustible es el agua que es gratis. Por lo tanto, si tiene ocasión de generar, en una situación de agua en el río, el hecho de no hacerlo no aumentará la posibilidad de hacerlo con mayores beneficios en el futuro, ya que ni ahorra en combustible, ni puede almacenarlo para otro momento. Así que ofertará a precio muy bajo o incluso cero igual que antes, para asegurarse que entra en la casación.

Esto se podría aplicar a las centrales de ciclo combinado, que son muy caras. Pero cuando, como este invierno, el mercado se ha visto afectado por un conjunto de circunstancias –aumento de la demanda, ola de frío, exportación a Francia por su indisponibilidad nuclear, poco agua para las hidráulicas y poco aire para los aerogeneradores–, el suministro se realiza a un coste mayor, afectando al precio de mercado ya que es su coste marginal el que se aplica en muchas de las horas de mayor demanda.

Por tanto, queda claro que en el coste de producción de la electricidad, tanto en un caso como en otro, intervienen las reglas del mercado, ya que cada actor busca su propio beneficio, sin importarle que suba el precio de forma desorbitada. Queda claro que esta forma de regular el precio no es la adecuada para mantenerlos estables, y que se deberían encontrar soluciones para que los consumidores paguen solo aquello que asegure a los productores una rentabilidad razonable. De modo que no se produzcan los windfall profits o beneficios caídos del cielo (que se pagan a algunas tecnologías), consecuencia de los costes de oportunidad que se generan siempre a costa de los usuarios, que son los que pagan la electricidad.

Es trabajo de los políticos encontrar la forma de que un servicio esencial no sea susceptible de manipulación o de especulación, cambiando las reglas actuales que se han mostrado ineficientes, ya que ni los consumidores domésticos ni los industriales pueden estar al albur de subastas marginalistas en las que mandan los costes de oportunidad.

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José maría Vázquez
muy interesante aclaracion Eduardo, un cordial saludo
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