Iba a titular este artículo “La ceguera de una política energética” pero no, definitivamente no se trata de falta de visión. Cuando he revisado los últimos pronunciamientos del fiel escudero del señor Nadal, el secretario de Estado de Energía Daniel Navia (quien parece empeñado en superar la radicalidad de su ministro), he llegado a la conclusión de que no hablamos de una determinada carencia —salvo que analicemos la ética y la moral de las intenciones—, no se trata tampoco de un error de apreciación, ni siquiera de aferrarse a una ideología caduca. No, está claro que estamos ante la utilización de la mentira como herramienta, de falsear e inventar unos datos, de omitir otros que desmontarían su ficción, de manipular los argumentos, de retorcer hasta el extremo los razonamientos para llegar al absurdo con tal de mantener y no enmendar una política que los hechos, que la realidad, que el entorno internacional han demostrado errónea.
No van a dar su brazo a torcer, el lema sigue siendo demonizar a las energías renovables y al autoconsumo en particular, lo suyo sigue siendo defender el carbón y la nuclear, aunque el mercado, hasta ayer su adorado mercado, esté expulsando del sistema a estas tecnologías del pasado. Es realmente un ataque a la inteligencia que el secretario de Estado salga a la palestra afirmando que “sin el denominado peaje al sol cada consumidor de autoconsumo cargaría sobre el consumidor normal 76 €/MWh”. ¿De dónde sale esa cifra? ¿Dónde está el estudio que lo acredita? En ningún sitio, es una falsedad que cualquiera con un mínimo conocimiento del sistema eléctrico ni se molestaría en debatir. Y por si la mentira sabe a poco la aliñamos con una buena dosis de cinismo e hipocresía: “Todos estamos de acuerdo en que hay promover el autoconsumo. Eso lo defendemos todos”. ¿En serio? ¿Con la normativa más restrictiva del mundo?
Si vuelven a la carga dialéctica (esperemos que no pasen al BOE) contra el autoconsumo es porque son conscientes de que pese a su RD 900/2015 se está haciendo autoconsumo. Sí, en efecto, el imparable descenso del coste de inversión en fotovoltaica hace viables cada día más instalaciones de autoconsumo, no en todos los casos; lamentablemente en muchos menos de los que sería rentable de no ser por esa normativa tan restrictiva, pero si se hacen bien los números, si se dimensionan adecuadamente las instalaciones a muchos les salen las cuentas.
La otra invención del secretario de Estado es que el límite para la cobertura de la demanda energética con renovables en nuestro país en 2030 está en el 30%. Confiesa que antes era partidario del 27% que en su día aprobó la Comisión Europea pero que en ningún caso podríamos llegar al 35%. Según él existe una barrera matemática por la que “hasta el 30% no tendría ningún impacto económico pero que a partir de ese porcentaje los costes se incrementan exponencialmente”. ¡Así, sin más! No hay otras consideraciones ni argumentos: ni industriales, ni creación de empleo, ni reducción de emisiones, ni evitación de importaciones, ni nada. En 2018, al final de la segunda década del Siglo XXI, el señor Navia, el señor Nadal, y por tanto el Gobierno en pleno del señor Rajoy, siguen considerando que todavía no ha llegado el momento de las renovables. Siguen aferrados al mantra de que son caras.
Navia, rizando el rizo, afirmaba recientemente que “este año se pagarán 7.000 millones de euros por primas a las renovables, lo que equivale a 155 euros por año y por ciudadano español” y en un ejercicio repugnante de demagogia dejaba caer que “con esos 7.000 millones se pagarían muchas pensiones”. El señor Navia (además de no distinguir intencionadamente entre renovables, cogeneración y residuos) engaña deliberadamente a la opinión pública porque sabe muy bien que de no existir la producción renovable que anualmente está percibiendo algo más de 5.300 millones de euros anuales (no 7.000) el consumidor no pagaría menos, sencillamente porque estos MWh los generarían otras tecnologías que no regalan su producción al sistema. Navia sabe que el coste del MWh en el mercado diario sería mucho más alto (lo han reconocido cuando no había viento ni agua), es consciente de que importaríamos muchos más combustibles fósiles con un coste tremendo para nuestra balanza comercial, sabe que incrementaríamos las emisiones, y, en definitiva, conoce el resto de contundentes datos que año tras año pone en evidencia el informe anual de APPA sobre “Impacto macroeconómico de las renovables en España”. Lo que sucede es que están instalados en la mentira, tienen la mentira como política energética.