bioenergía

Más allá del bosque hay mucha, mucha biomasa

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Ecologistas en Acción publicó hace unos meses un estudio -«Buenas prácticas para el clima en el aprovechamiento de diferentes tipos de biomasa»- en el que recoge tres iniciativas empresariales muy diferentes que han logrado aprovechar de manera económicamente rentable otras tantas (3) distintas biomasas: los subproductos de una almazara; el estiércol vacuno producido en una granja; y las grasas y aceites vegetales usados. [En la imagen, trabajadora de la cooperativa de interés social Ecoqueremos, que fabrica diésel bio con aceites usados].
Más allá del bosque hay mucha, mucha biomasa

La paja, el sarmiento, los restos de la poda del olivo, la cáscara de la almendra, el hueso de la aceituna, las pepitas de la uva, virutas de aserradero, la leña y las astillas, recortes de papel, orujillo de almazara, aceites de fritura (los del bar, y los de la sartén de casa), los frutos de los denominados cultivos energéticos (el cardo sembrado no más que para luego quemar, el pino, el eucalipto, el grano cereal, la remolacha, la caña de azúcar), el serrín, las heces de gallina, purines de cerdo, residuos de la industria conservera, las cáscaras de naranja, los lodos de una depuradora y la fracción orgánica, también ella, de los residuos sólidos urbanos (ya saben: la cáscara del plátano, el filo de una pizza, la monda de la patata...). Es… la biomasa.

La Directiva 2009/28/CE -relativa al fomento del uso de la energía procedente de fuentes renovables- define la biomasa como “la fracción biodegradable de los productos, desechos y residuos de origen biológico procedentes de actividades agrarias (incluidas las sustancias de origen vegetal y de origen animal), de la silvicultura y de las industrias conexas (incluidas la pesca y la acuicultura), así como la fracción biodegradable de los residuos industriales y municipales”. Sí, hay biomasa –mucha, mucha biomasa (biomasa aprovechable energéticamente)- más allá de la leña y las astillas, allende las briquetas y los pélets. Y cada vez son más las experiencias que demuestran, además, que su aprovechamiento es económicamente rentable.

Ecologistas en Acción publicó el pasado invierno un informe -«Buenas prácticas para el clima en el aprovechamiento de diferentes tipos de biomasa»- que firman Abel Esteban, Javier Andaluz y Francisco Segura y que recoge cuatro ejemplos de ello. Son estos.

Los Pedroches
Fundada en 1957 –cumple precisamente ahora sesenta años de historia-, Olivarera Los Pedroches es una cooperativa integrada por 830 familias de la comarca cordobesa homónima -Los Pedroches-, localizada en las inmediaciones de Sierra Morena. La cooperativa gestiona unas 11.000 hectáreas de olivar de montaña, de las cuales 8.000 están dedicadas exclusivamente al cultivo ecológico. Los olivares se sitúan en zonas de pendientes muy acusadas (entre un 40 y un 80%), en suelos con una proporción inferior al 3% de materia orgánica. Además de los cultivos, Los Pedroches posee una almazara en el municipio de Pozoblanco.

La cooperativa trabaja fundamentalmente (90%) con la variedad picual, que en la zona es conocida también como nevadillo blanco. Sus olivos tienen alrededor de 200 años y se distribuyen a razón de entre 100 y 120 árboles por hectárea. Producen de 7 a 10 kilos de aceituna de media por árbol (en torno a los 200 kilos de aceite por hectárea). Los subproductos de su cultivo son (1) las hojas y restos de follaje, que son empleadas -sin procesamiento alguno- como alimento para el ganado o a la mejora del compost resultante del alperujo; (2) el alperujo, mezcla de los alpechines (aguas no aceitosas), el hueso y demás restos de la aceituna; y (3) el hueso propiamente dicho, que, tras ser separado y secado, sirve para alimentar la caldera de biomasa de la instalación (los excedentes son comercializados como combustible para uso doméstico).

La caldera de biomasa de Olivarera Los Pedroches produce energía térmica que la cooperativa emplea para calentar el agua que necesita para su proceso industrial. “El hueso de aceituna –apuntan desde la olivarera- tiene un poder calorífico de unas 4.700 kilocalorías por kilogramo y genera un residuo en cenizas menor al 1,5%. Con esto –concretan-, podemos hacer una equivalencia de dos kilos de hueso de aceituna con un litro de gasóleo para combustión”. Además –explican desde Ecologistas-, Los Pedroches compensa parte de las emisiones producidas asociadas al consumo energético de la fabricación del aceite mediante una instalación fotovoltaica (30 kilovatios) cuya producción evita la emisión de unas 60,4 toneladas al año de CO2.

¿Y qué pasa con el otro gran subproducto: el alperujo?
El tratamiento habitual que recibe el alperujo en la industria olivarera es bien la deposición en balsas hasta que se seca y se deposita en vertederos, bien la valorización energética en centrales térmicas, bien la producción de orujos de aceite, casos todos –apunta Ecologistas- en los que se aumentarían las emisiones de gases de efecto invernadero, como resultado de la quema directa o como fruto del consumo energético asociado a la extracción del orujo. ¿Y qué hace esta cooperativa cordobesa? Pues considera el alperujo como subproducto destinado a la mejora de la fertilidad de los suelos, lo cual “cumple un doble objetivo climático –explican los ecologistas-, ya que provoca la fijación del carbono contenido en el residuo y aumenta la capacidad del suelo como reservorio de carbono y de agua, previniendo la erosión y las emisiones de carbono asociadas”.

Granja San Ramón
No es la primera vez que pasa por estas páginas la emblemática Granja San Ramón. Su singularidad la ha llevado también al informe de Ecologistas en Acción. Situada en Requena, en la provincia de Valencia, esta explotación ganadera cuenta con una instalación de producción de biogás y abonos orgánicos que opera con el estiércol producido por vacas lecheras. El granjero introduce el estiércol en el digestor de la central de biogás, allí grosso modo fermenta hasta convertirse en metano (metano de origen bio) y ese biogás obtenido es luego quemado –explican desde Ecologistas- para producir electricidad y calor que aprovecha la propia granja. Además, el digestato resultante del proceso se aprovecha como abono orgánico.

La central de biogás (de 500 kilovatios de potencia) trata aproximadamente 60.000 metros cúbicos anuales de estiércol (deposiciones producidas por unas 2.500 vacas). La mezcla que se introduce en el digestor está compuesta por un 92% de estiércol, un 3% de paja de cereal (aproximadamente 1.500 toneladas) y un 5% de residuos de industria agroalimentaria, fundamentalmente cítricos (unas 2.000 toneladas más). Tanto la paja como los residuos proceden de la comarca (de un entorno de menos de 100 kilómetros a la redonda). La instalación –señala el informe- produce “aproximadamente mil toneladas de compost de gran calidad al año, y genera una fracción líquida, rica en nutrientes, también utilizable en agricultura”.

Los beneficios asociados a este aprovechamiento son tanto directos como indirectos, según Ecologistas
“En ausencia de metanización -apunta el informe-, el estiércol de explotaciones ganaderas estabuladas se acumula en pilas hasta su aplicación en campos [como abono], liberando en ambos casos importantes cantidades de metano a la atmósfera” (el metano es un gas de efecto invernadero más potente que el CO2). Sin embargo –destaca el informe-, mediante la biodigestión –que Granja San Ramón efectúa en su central de biogás-, se recupera la mayor parte de ese metano que, posteriormente, es quemado para generar electricidad y calor, energías ambas que la empresa aprovecha tanto para el funcionamiento del propio digestor (60%) como para el agua caliente necesaria para la vaquería (40%).

La instalación es capaz de generar más de tres millones de kilovatios hora de electricidad al año –apunta el informe-, lo que supone un ahorro de más de 250 toneladas de CO2. Por otra parte –destaca Ecologistas-, en 2014, “se aprovecharon además 2,5 millones de kilovatios hora térmicos, con un rendimiento neto del 78%, que se podría mejorar y llegar hasta un 84%”.

Según el estudio, “la planta es viable económicamente en la actualidad gracias a los ingresos por la venta de energía y de compost. Su periodo de amortización se ha calculado en 5 años”. Ecologistas en Acción destaca en su informe que “el aprovechamiento del digestato líquido [subproducto semilíquido resultante de la digestión anaerobia y con uso potencial como fertilizante] y su adecuada gestión medioambiental, cuyos costes no son despreciables, son un elemento clave para la viabilidad de la granja en su conjunto”.

Ecoqueremos
La cooperativa de interés social Ecoqueremos, en la que el 70% de sus “socios trabajadores” son personas con discapacidad intelectual, decidió un buen día –a principios de la presente década- dedicarse a la recogida, valorización y transformación en biodiésel de grasas y aceites comestibles utilizados. La cooperativa –señala el informe de Ecologistas- recoge una media 12.000 litros de aceites usados al mes, generados en domicilios y establecimientos comerciales de toda la provincia de Córdoba (730.000 habitantes), en un rango espacial de entre 10 y 140 kilómetros de distancia entre los lugares de generación del residuo y de consumo del carburante.

La transformación de esos aceites en carburante consiste en un proceso químico de transesterificación en el que se utilizan de manera controlada un monóxido (metanol+sosa), que queda incluido en el biodiésel, obteniéndose además como subproducto glicerina. Esta se recicla como materia prima para industrias del jabón, cosméticos, etc. Según el informe, “el rendimiento del proceso es del 92%, produciendo al mes aproximadamente 11 toneladas de diésel combustible”. El poder calorífico de un litro de este biodiésel –explica  Ecologistas- es de 40 Mj, equivalente a 11,11 kilovatios hora, cuando en su proceso de producción (incluyendo la recogida del residuo) se emplea 0,16 kilovatios hora, por lo que la rentabilidad del proceso es evidente.

Además –destaca el informe-, a diferencia de los combustibles fósiles, el biodiésel no contiene hidrocarburos aromáticos policíclicos, ni bencenos (cancerígenos): ”al no emitir en su combustión estas sustancias contaminantes, mejora la calidad del aire de zonas con elevados niveles de tráfico y disminuye el riesgo de enfermedades respiratorias y alergias; y, por fin, su uso evita los impactos y conflictos socio-ambientales derivados de la extracción, transporte y refinado de los combustibles fósiles”.

Virtudes por acción y por omisión
Otra de las virtudes de esta propuesta es lo que evita: “cuando los aceites vegetales usados no se recogen selectivamente, terminan mezclados con otras fracciones de residuos –dificultando su reciclaje- o se evacúan por desagües”. Los expertos estiman que un solo litro de aceite puede contaminar hasta mil litros de agua. En depuradoras –apunta Ecologistas-, dificulta el funcionamiento de los depósitos de aireación, mientras que en los ríos crea una película superficial que dificulta el intercambio de gases agua-atmósfera, afectando gravemente al ecosistema.

La comercialización del biodiésel se realiza también dentro de la economía social, mediante la fórmula de autoconsumo, a un total de 615 socios y socias consumidores de la provincia, que incluyen transportistas, autónomos, pequeñas y medianas empresas del sector de la distribución, colectivos sociales afines y particulares. Por otra parte, el proyecto también realiza trabajo de sensibilización en centros educativos, culturales, a favor del reciclaje, de un menor consumo de recursos y energía y de la integración de colectivos con necesidades especiales.

El proyecto –explica el informe de Ecologistas- apuesta por un “Modelo de Baja Tecnología”, que requiere moderadas inversiones en equipos y financiación, pero es intensivo en empleos (descontando impuestos, aproximadamente la mitad de los gastos de la cooperativa corresponden a salarios). “La cooperativa persigue ser autosuficiente y autosostenible financieramente, si bien el apoyo económico de las instituciones tanto a la creación de empleo como a la integración socio-laboral de personas con discapacidad, son elementos importantes para su viabilidad económica”.

Ecoqueremos cuenta en la actualidad con nueve socios trabajadores. Seis son personas con discapacidad intelectual o del desarrollo.  En sus estatutos recoge que el 20% de los beneficios se destinarán a la Asociación Sociocultural Queremos, primera asociación constituida y dirigida por personas con discapacidad intelectual o del desarrollo y germen de la cooperativa.

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Abel Esteban
Gracias por el reportaje, Antonio. Pero creo que es importante mencionar que este informe también incluye, además de los 3 casos indicados, aprovechamientos no energéticos de fracciones biomásicas que destacan, entre otras variables, por sus beneficios climáticos. Son el sistema de recogida selectiva de basura orgánica en Argentona (Barcelona), y la granja láctea Crica, en Megeces (Valladolid). Recomiendo a los lectores su lectura en el informe online. No nos cansaremos en insistir en que la biomasa es necesaria para muchos otros sectores, no solo para producir energía. Y que los beneficios ambientales y socioeconómicos pueden ser, para muchas fracciones, mayores en usos no energéticos. A modo de ejemplo, con los casos del libro, la cooperativa vacuna Crica no produce electricidad como la Granja San Román, pero sí produce alimento (otro vector energético) con un modelo de aprovechamiento del territorio y sus recursos muy eficiente (y sostenible). Crica requiere cantidades mucho menores de combustibles fósiles para el funcionamiento de la granja, para la producción y el transporte de alimento (piensos importados en el caso de la segunda), o para la comercialización de los lácteos.
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