El informe de la AIE (Technology roadmap. Delivering sustainable bioenergy) confía plenamente en la bioenergía como parte importante dentro de las renovables para alcanzar los compromisos de reducción de emisiones y de impedir que la temperatura aumente más de dos grados adquiridos con el Acuerdo de París del Convenio de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
Esa confianza la traslada a cifras: la bioenergía proporcionará casi el 17 por ciento de la demanda final de energía en 2060, en comparación con el 4,5 por ciento de 2015; dicho crecimiento contará con que la demanda para el transporte se multiplique por diez; será responsable de alrededor del 17 por ciento del total de ahorro acumulado de emisiones hasta 2060; y para todo ello será necesario quintuplicar el suministro actual de materia prima para biocombustibles.
El informe concluye que, aunque existe una variedad de tecnologías comercialmente disponibles, la tasa actual de despliegue de la bioenergía en la electricidad, el calor y el transporte es muy inferior a la requerida para uno de los escenarios que plantea de no sobrepasar los dos grados centígrados. Por este motivo, identifica cuatro áreas claves donde incidir.
Acelerar las tecnologías disponibles, innovación tecnológica y sostenibilidad
Por un lado propone acelerar el desarrollo de esa variedad de tecnologías probadas y disponibles, principalmente mediante un entorno regulatorio y normativo apropiado. Solicita poner en marcha esta medida especialmente en las economías emergentes y en desarrollo como cuestión esencial para extender la bioenergía a más países.
Otra área clave es la innovación tecnológica: “se requerirá una combinación de tecnologías maduras y nuevas adecuadas al contexto y las funciones de mercado que la bioenergía deberá cumplir, especialmente biocombustibles bajos en carbono para el transporte”. Aquí se cita el hidrobiodiésel de residuos, el etanol celulósico y otros procedentes de procesos de gasificación y pirolisis. También reclaman políticas específicas para respaldar su desarrollo e implementación, incluyendo cuotas para sistemas avanzados de bioenergía.
La sostenibilidad protagoniza el área tercera, sobre todo con el objetivo puesto en conseguir esa cualidad a la hora de quintuplicar los recursos necesarios. Esto se tilda como un gran desafío, ya que “es poco probable que los residuos por sí solos puedan proporcionar suficiente materia prima, por lo que se requerirán otras fuentes derivadas de la gestión forestal y la agricultura”. Innovación y eficiencia se ponen como referentes para alcanzar este objetivo.
Clave también la cooperación internacional
Por último, otra área clave consiste en mejorar la cooperación internacional. Se afirma que “la cooperación actual debe ampliarse para involucrar a organizaciones internacionales de desarrollo, ambientales y con capacidad de financiación para identificar oportunidades de despliegue regional y local que ayuden a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
Esa cooperación que demanda la hoja de ruta de la AIE es lo que emprendieron diecinueve países durante la 23ª Conferencia de las Partes del Convenio de Cambio Climático celebrada el mes pasado en Bonn. Todos forman parte de la Biofuture Platform y acordaron ampliar la presencia de la bioeconomía baja en carbono y desarrollar objetivos colectivos que aumenten la contribución de la bioenergía sostenible a la demanda final de energía y muy especialmente para el transporte.
En línea con la AIE, socia además de la plataforma, consideran que “los objetivos de aumento de temperaturas para 2030 adoptados en el Acuerdo de París no pueden ser alcanzados sin un gran aumento en la producción y uso de biocombustibles y bioproductos sostenibles”.
La política debe “mojarse”
Para conseguirlo, también siguen lo expuesto por la AIE: acción internacional coordinada para implementar soluciones desde la política, muchas de ellas adoptadas ya por los países miembros, incluyendo mandatos específicos de biocombustibles, políticas agrícolas sostenibles de bajo carbono, apoyo a la I+D e incentivos relacionados con el ahorro verificado de emisiones.
Kimmo Tiilikainen, ministro de Medio Ambiente de Finlandia, incidió en que “todos los actores tienen que involucrarse con medidas de política acertadas, como la racionalización de la regulación y la creación de incentivos para crear un ambiente empresarial alentador para las inversiones en bioeconomía".
Además de Finlandia, forman parte de Biofuture Platform y del acuerdo alcanzado en Bonn, Argentina, Brasil, Canadá, China, Dinamarca, Egipto, Filipinas, Francia, India, Indonesia, Italia, Marruecos, Mozambique, Países Bajos, Paraguay, Reino Unido, Suecia y Uruguay.