“Eliminar la subasta de 2020 ha sido una decisión extraña”, asegura Javier Díaz. Es la primera reacción desde Avebiom a la eliminación de la biomasa por parte del Miteco de la subasta de 2020. “Subastar la potencia acumulada de los dos primeros años de inmediato, esto es 140 megavatios, limitando la concentración de la potencia en pocos proyectos, hubiera supuesto un alivio para las empresas con proyectos en zonas de gran densidad de biomasa”, añade Díaz.
El cambio del Miteco consistió en quitar los ochenta megavatios planteados en un principio para 2020 y dejarlos a cero. Además, no ha tenido en cuenta las alegaciones a la orden con el calendario de las subastas tanto de Avebiom como de APPA Biomasa. Ambas pedían que se subastaran doscientos megavatios en 2020 y llegar a 2025 con setecientos, con cien en cada uno de los cinco años restantes. En el calendario del Miteco se quedan en 380 para 2025.
Avebiom defiende que el aumento de la potencia y la limitación del tamaño de las centrales “permitirían valorizar en torno a siete millones de toneladas de biomasa cada año y consolidar una amplia red de suministradores que generaría una gran cantidad de empleo en zonas rurales”.
Permitir que la subasta se la lleven grandes centrales “desvirtúa las ventajas de la biomasa”
Esos setecientos megavatios de nueva potencia posibilitaría un mayor uso de biomasas agrícolas, según Avebiom, como las podas de viñedos, frutales, paja y otras agrobiomasas. “Esto encaja a la perfección con los postulados de la economía circular y aflojaría la presión sobre la biomasa forestal, que hoy en día aporta más del sesenta por ciento de los biocombustibles sólidos para generar energía eléctrica con biomasa”, explican en una nota de prensa.
Javier Díaz incide en que “permitir la presentación de proyectos de biomasa de gran potencia, como ya ha ocurrido en subastas anteriores, desvirtúa en gran medida las ventajas de la biomasa, al concentrar en una sola planta un consumo enorme, del orden de 450.000 toneladas al año de biomasa para una central de cincuenta megavatios, lo que obliga a suministros de biocombustible a la instalación desde grandes distancias”.