El título completo del informe de la IEA (Combining bioenergy with CCS. Reporting and accounting for negative emissions under UNFCC and the Kyoto Protocol) es suficientemente aclaratorio sobre las intenciones del mismo: que el balance de carbono resultante de la combinación de la bioenergía con los procesos de captura y almacenamiento (CCS, en sus siglas en inglés) se reflejen en los sistemas de contabilidad del carbono del Protocolo de Kyoto. Una de las principales ventajas sería la definición de la huella de carbono de la producción de energía con biomasa durante todo el ciclo de vida, algo que ya han pedido varias ONG ecologistas y que no está muy alejado del proceso de sostenibilidad de los biocombustibles sólidos abierto por la Comisión Europea.
Según se expone en las conclusiones del informe, la bioenergía con CCS aparece como una tecnología de reducción de carbono que mejora los resultados de cualquier otro proceso industrial, al poder presentar emisiones negativas. El análisis del ciclo de vida permitirá conocer qué procesos de producción de bioenergía tienen un balance totalmente neutro de emisiones. El estudio de la IEA reconoce que no se ha avanzado mucho en ninguno de estos campos, ni siquiera dentro de los mecanismos que ofrece el Protocolo de Kyoto, aunque espera que se tengan en cuentan en la revisión de este acuerdo.
Un activo y un beneficio futuros a añadir a la bioenergía y que España no debería desaprovechar
Desde la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA) también reconocen que aún queda mucho camino por recorrer antes de que la bioenergía con CCS se convierta en una realidad efectiva, “fundamentalmente dadas las importantes implicaciones que conlleva en cuanto a los conteos de emisiones de las biomasas (y derivadas de los ciclos de vida de los proyectos) en función de dónde se importan éstas, sostenibilidad de las materias primas, etcétera”, afirma Margarita de Gregorio, responsable de Energías Termoeléctricas de APPA.
La asociación valora muy positivamente que la IEA tenga en cuenta estos sistemas, “lo que pone además de manifiesto las importantes posibilidades que puede ofrecer el sector de la bioenergía, aparte de las ya archiconocidas”, señala De Gregorio. En relación a esto, la responsable de Termoeléctricas de APPA apunta un aspecto importante: “sería otra ventaja cuantificable económicamente (máxime cuando exista un verdadero mercado de comercio de derechos) a tener en cuenta en la tabla de beneficios de las biomasas para los países que las desarrollen”. ¿Y qué pasará en España? “Si se continúa con la tendencia de crecimiento residual con la que cuenta el sector no nos beneficiaremos de este avance y pagaremos como país importantísimas cantidades en compra de derechos de emisiones, como, por cierto, ya se está haciendo”, concluye De Gregorio.
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