Como resumió este portal poco después de su publicación, en Energía 3.0 solo se ve viable la incorporación de la biomasa a la producción sostenible de energía en un proceso de transición. Se añade que esa biomasa deberá proceder de residuos agrícolas y forestales o de cultivos energéticos que en ningún caso desplacen a otros destinados a la alimentación ni afecten a ecosistemas naturales; y nunca detraerla de otros usos que ya empleen la biomasa. “Derivar hacia la bioenergía biomasas que ahora se emplean en otros fines provocaría un notable aumento de las emisiones de CO2”, concluía.
“El plan no tiene muchas posibilidades de hacerse realidad, y se debe en gran parte a que, en su afán de cubrir el 100% de la energía con renovables, se han dejado fuera a la que más puede contribuir a este cambio en el sistema, la biomasa, que queda como una mera comparsa para ser utilizada en algunas industrias, más unos pocos megavatios eléctricos”. Así valora Javier Díaz, presidente de la Asociación Española de Valorización Energética de la Biomasa (Avebiom), el escaso protagonismo que se reserva a esta energía en el horizonte 100% renovable que plantea el informe de Greenpeace.
“La biomasa es gestionable, ventaja que no aportan otras renovables”
Javier Díaz señala a Energías Renovables que dicha ausencia “es un gran error, porque la biomasa tiene capacidad para sustituir con éxito a los combustibles fósiles, es muy competitiva para ser utilizada como base en el abastecimiento térmico generalizado de las viviendas de pueblos y ciudades y reúne garantías para un suministro estable y de calidad”. En este sentido, Díaz añade que la biomasa cuenta “con una ventaja realmente importante, es gestionable, ventaja que no aportan las renovables con las que se plantea sustituir a las otras energías disponibles hoy”. Incide así en la “gran capacidad de desarrollar nuestra independencia energética y, por supuesto, de crear empleo”, que tiene dicha renovable.
Sobre los usos térmicos, en Energía 3.0 se afirma que “las emisiones in situ no son nulas, sino más bien bastante elevadas, motivo por el que es preciso proceder a evaluar con más detalle las implicaciones de estas emisiones, para discriminar si es preciso diferenciar entre distintos tipos de biomasa, o introducir condicionantes al uso de la misma, desde la perspectiva del objetivo final de estabilizar la concentración atmosférica de CO2”. Javier Díaz entiende que “pensar que un porcentaje elevadísimo de la energía procederá de la generación eléctrica renovable, utilizándose esta para climatización, transporte, industria, etc., es ilusorio y falto de todo rigor, pues no es posible que en el caso concreto de la energía térmica, que en Europa supone más del 48% de toda la energía consumida, esto sea viable, ni técnica ni económicamente, con las fuentes que en el estudio se plantean”.