La fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos (la cáscara de un plátano, el filo de una pizza, las mondas de patata), los lodos procedentes de las depuradoras de aguas residuales, los subproductos que genera la industria agroganadera, los purines de cerdo, la cáscara de la almendra (y la de la pipa y la de las naranjas que llenan de zumo los desayunos), el hueso de los melocotones de la mermelada, los residuos de la industria conservera, las podas de parques y jardines, los serrines y cortezas de la industria maderera, el estiércol, la gallinaza. Todo eso es biomasa. Biomasa que, cuando se descompone en ausencia de oxígeno, produce biogás, un combustible renovable (que contiene entre un 55 y un 75% de metano) y que podemos quemar para producir electricidad, calor o movimiento. Si damos un paso más y depuramos ese biogás hasta convertirlo en biometano (combustible renovable en el que el porcentaje de metano ya está por encima del 96) pues entonces ya no solo podemos quemarlo para producir calor o energía eléctrica, sino que, además, podemos inyectarlo en las redes de gas natural (o usarlo como combustible en el motor de un autobús).
Pues bien, acaba de ver la luz el Mapa Europeo del Biometano, obra de la Asociación Europea del Biogás, que es un combustible renovable, y de la patronal de los operadores de infraestructuras de gas, que es un combustible fósil (entre los operadores están los propietarios de los gasoductos, los tanques donde se almacena el gas natural, las regasificadoras y los buques metaneros). Según ese mapa, en el Viejo Continente solo 18 países cuentan a día de hoy con alguna planta de biometano. ¿Y dónde están esas plantas? Pues en los vertederos, en las estaciones depuradoras de aguas residuales, en las granjas de cerdos, en las vaquerías, en explotaciones agroindustriales. O sea, donde hay biomasa, materia orgánica.
¿Y qué hacen con el biometano? Pues quemarlo. Para generar electricidad que las propias explotaciones autoconsumen (y eso que se ahorran de comprarle a la Iberdrola que corresponda); o para producir calor con el que, por ejemplo, mantener a la temperatura adecuada las naves en las que crían lechones. Porque esa es una de las virtudes de este combustible renovable, su versatilidad: vale para todo. Incluso para inyectarlo a la red de gas natural y distribuirlo como si fuera... gas natural. Porque las propiedades y características del biometano son prácticamente idénticas a las de su colega fósil. Tan similares son que también sirve para inyectarlo en el depósito de cualquier vehículo –un autobús, por ejemplo– que funcione con gas natural.
Pero estábamos con el Mapa...
Y en el mapa manda Alemania, con más de 230 instalaciones. Le sigue Francia, donde en apenas dos años el biometano se ha multiplicado por cuatro: 30 centrales cartografió EBA en la edición de 2018; más de 130 ha localizado en la de 2020. El disparo es fruto de la legislación. El Ejecutivo francés lleva ya varios años promoviendo este aprovechamiento energético de los residuos y el sector está respondiendo sin titubeos. Reino Unido, Suecia, Holanda y Dinamarca también cuentan con varias decenas de instalaciones productoras de metano de origen bio. Como Suiza, que, con una superficie menor a la de Extremadura, cuenta ya con 38 plantas biometaneras (más de 600 de biogás).
Lo cierto es que el sector ha vivido dos años de febril actividad. Según esta segunda edición del Mapa, el número de instalaciones ha crecido en Europa en un 51% en este bienio: los autores computaron 483 en 2018; han registrado ahora 729, instalaciones que producen un combustible, extraordinariamente versátil, que en Suecia e Italia es principalmente empleado en el transporte; en Reino Unido, en calefacción; y en Alemania, en la generación de energía eléctrica.
El frenesí biometanero no ha llegado sin embargo a estos pagos. El Mapa recoge solo dos plantas en toda España, guarismo absolutamente desproporcionado si tenemos en cuenta la extraordinaria abundancia de materia prima: el sector agroindustrial y ganadero español es uno de los más formidables de Europa. Nuestra agricultura exporta a todo el continente. La cabaña porcina española, por ejemplo, es la segunda más numerosa de la UE. O sea, que hay recurso. Pero no solo.
Porque también hay [1] necesidad (de gestionar/aprovechar un residuo y así ahorrar costes y ganar competitividad) y hay [2] conocimiento: “la tecnología es conocida, está madura y hay empresas españolas que la están exportando”.
Lo dice el doctor Xavier Flotats, profesor emérito de Ingeniería Ambiental de la UPC (Universidad Politécnica de Cataluña) y probablemente la mayor autoridad en la materia en España. Flotats explicaba hace solo unas semanas –durante la presentación de “Los gases renovables. Un vector energético emergente”– que “el número de publicaciones sobre biogás y digestión anaerobia, según la base de datos Scopus, que agrupa a revistas internacionales, sitúa a España como el sexto país” (el sexto país de Europa en publicaciones científicas, universitarias, relacionadas con este ítem).
Pues bien, lejos de esa posición continental, el biogás desempeña en España un papel absolutamente marginal (marginal aquí en comparación con su rol protagonista en otras naciones europeas). Del biometano… ya ni hablamos.
Y eso que sus virtudes son indiscutibles. Su condición de almacenable es un valor extraordinario. Más aún, habida cuenta de que el peso de la generación eólica o fotovoltaica en el mix eléctrico continental es cada vez más elevado.
Los sistemas eléctricos necesitan de un soporte para cuando no sopla todo el viento necesario o para cuando no luce el sol.
Y ese soporte, que ahora lo da la gran hidráulica, o el gas fósil o el carbón… puede darlo mañana el biometano.
“En las baterías –explica el doctor Flotats– podemos almacenar una cantidad determinada de energía, del orden de unos días; y si nos vamos a las centrales hidráulicas reversibles, ya podemos hablar del orden de meses; pero cuando hablamos de gas renovable… estamos hablando de almacenamiento masivo de energía… Podemos acumular una cantidad inmensa de energía prácticamente a lo largo de un año”. Junto a estas líneas, Mapa de Almacenes de Gas en Europa.
¿Conclusión?
La variabilidad de la aportación renovable quedaría así neutralizada. Porque si no sopla el viento lo suficiente, o está nublado, podemos inyectar en el sistema el biogás que hayamos almacenado. Eso hace más flexible al sistema, que puede encajar así más fácilmente más energías renovables, energías que son la clave de la descarbonización de Europa y la vía de acceso más directa al cumplimiento de los objetivos climáticos que se ha fijado el Viejo Continente.
Además, los almacenes de gas –las instalaciones precisas para contener ese biometano– ya están construidas, apunta Flotats. El sistema gasista europeo tiene una capacidad de 1.100 teravatios hora, que es un tercio del total de la energía generada en un año en Europa. “Es realmente una súperbatería, y ya existe. No hay que inventar nada”, concluye el profesor de la UPC.
La gran barrera a la que se enfrenta el desarrollo del parque de biometano europeo es el precio. Según “Los gases renovables. Un vector energético emergente” (obra de Flotats y el así mismo experto Álvaro Feliu, editada por la Fundación Naturgy, 2019), “el gas natural tiene un precio en el mercado ibérico en torno a los 20 €/MWhPCS (ó 22 €/MWhPCI), mientras que el coste medio de producción del biometano es de 70-80 €/MWhPCI”.
El horizonte en todo caso está muy claro. Si el objetivo es la descarbonización (la lucha contra el cambio climático) y la independencia energética (ergo económica) del Viejo Continente, pues habrá que hacer con el biogás lo que Europa hizo antes con la eólica o la fotovoltaica: apoyarlas legislativa y económicamente para impulsar su desarrollo hasta que se valgan por sí solas y puedan competir sin ayuda en el mercado, como ahora les sucede… a la eólica y a la fotovoltaica.
La secretaria general de la Asociación Europea del Biogás, Susanna Pflüger, lo tiene claro: “el apoyo político es esencial para maximizar el necesario despliegue del biometano y asegurar la integración inteligente del sector”. Su homóloga en GIE, Boyana Achovski, también. Si el horizonte es un sistema energético completamente renovable, el biometano –considera Achovski– deberá desempeñar un rol más destacado y aprovechar las infraestructuras que ya tiene Europa porque ofrece la mejor solución de desarrollo de un “sistema energético competitivo en términos económicos y resilientes”.
Lo que incluye el Mapa
La edición 2020 del Mapa Europeo del Biometano incluye datos actualizados referidos a: [1] el tipo de conexión a la red (algunas plantas están conectadas a la red de transporte, otras a la de distribución y unas pocas no están conectadas pues son empleadas para autoconsumo); [2] el tipo de gas transportado por cada red específica (este depende de la regulación nacional y puede ser más o menos calorífico), y [3] si hay in situ producción de biometano natural comprimido, o biometano natural licuado, que puede ser empleado como combustible en el sector transporte. El Mapa, que fue publicado en junio, asigna solo dos plantas de biometano a España, ambas en Madrid. Flotats y Feliu hablan de cuatro en su obra. Son estas.
Valdemingómez, la más grande
El Parque Tecnológico de Valdemingómez concentra desde 1978 todas las instalaciones de tratamiento de residuos urbanos de Madrid, a las que llegan las más de cuatro mil toneladas que se generan a diario en la ciudad. Las obras del complejo de biometanización concluyeron en diciembre de 2008. El Parque Tecnológico cuenta con tres centros de tratamiento y clasificación de residuos: La Paloma, Las Lomas y Las Dehesas; dos plantas de biometanización, en las que se trata la fracción orgánica de los residuos urbanos para producir biogás, situadas en La Paloma y Las Dehesas; una planta de tratamiento de una parte del biogás producido en las plantas de biometanización, para transformarlo en biometano e inyectarlo en la red de distribución de alta presión; tres plantas de valorización energética que producen electricidad. El Parque Tecnológico cuenta con una planta de cogeneración de 18,9 megavatios que se alimenta de biogás y que produce electricidad que vierte a la red. Valdemingómez es la fábrica de biometano más grande de España. ¿Biogás producido en las plantas de biogás de La Paloma y Las Dehesas en 2018? 34.835.533 Nm3. ¿Electricidad generada en 2018 en Las Lomas, La Galiana y Las Dehesas? 303.682 megavatios hora. ¿Inyección de biometano en la red desde la planta de purificación del biogás en 2018? 95.618 megavatios hora. Todos los datos proceden del Área de Gobierno de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid.
Butarque, recién llegada
El Consorcio Eco-Gate, cofinanciado por la Unión Europea y liderado por Nedgia, la distribuidora de gas del grupo Naturgy, inició en octubre de 2019 la inyección y distribución en pruebas del gas renovable generado en la estación depuradora de aguas residuales (EDAR) de Butarque a la red de distribución de Nedgia. Eco-Gate estima que la planta de biometano de Butarque será capaz de inyectar alrededor de cinco gigavatios hora al año (5 GWh/a). En la EDAR de Butarque, que está gestionada por el Canal de Isabel II, Nedgia ha instalado un módulo de producción de biometano (gas renovable) que purifica el biogás procedente de la valorización de los residuos de la estación depuradora de aguas residuales y otro para inyectar el biometano producido en su red de distribución de gas natural. Además, el proyecto también incluye un surtidor de repostaje de gas natural comprimido (GNC) para vehículos, gestionado por Naturgy (1.920 l; 250 bares).
El Consorcio Europeo Eco-Gate (European COrridors for natural GAs Transport Efficiency) es uno de los planes mundiales más ambiciosos para la movilidad con gas natural convencional y renovable. Cofinanciado por Connecting Europe Facility, de la Unión Europea, está gestionado y coordinado por Nedgia, como líder de un consorcio compuesto por 38 socios de España, Portugal, Francia y Alemania. El proyecto, que ha sido financiado por la UE con diez millones de euros, contempla la construcción de 21 estaciones de repostaje de gas natural (fósil) a lo largo de los corredores del Atlántico y el Mediterráneo. Serán ejecutadas en Alemania (1), Francia (1), Portugal (6) y España (13).
Vila-Sana, Lleida
La granja de cerdos Porgaporcs, en Vila-sana (Lleida), cuenta con una instalación de producción de biometano vehicular. La empresa catalana Ecobiogàs puso en marcha allí, en el año 2007, una planta de biogás, con una potencia eléctrica de 191 kWe, que se amplió posteriormente a 382 kWe y 315 kWt térmicos, con venta a la red eléctrica y autoconsumo de la energía térmica en la granja. Pues bien, Naturgy, en el marco del Proyecto LIFE-MethaMorphosis, puso en marcha en Vila-Sana, en 2018, una unidad de purificación, que convierte el biogás en biometano. Y, ahora, anexa a la planta de biogás, se encuentra la gasinera, cuyo equipo de compresión eleva la presión del biometano hasta los 250 bar para almacenarlo listo para el reportaje de los vehículos. Participan en este proyecto dos vehículos Seat con motor de gas que están usando el biometano de Vila-sana como combustible.
El proyecto LIFE-MethaMorphosis es un proyecto subvencionado por la Unión Europea (UE) a través del programa LIFE+ de lucha contra el cambio climático. El prototipo instalado en Vila-Sana se denomina MethAgro y produce biometano de alta calidad a partir de residuos agroindustriales y otros residuos orgánicos. Los socios del proyecto son Aqualia, Área
Metropolitana de Barcelona, FCC Servicios Medioambientales, Naturgy, el Instituto Catalán de la Energía y Seat. El próximo paso de LIFE-MethaMorphosis es inyectar el biometano en la red de gas natural.
Bens, A Coruña
El entonces alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, y el conselleiro de Economía, Emprego e Industria de la Xunta de Galicia, Francisco Conde López, inauguraron el 22 de octubre de 2018 las instalaciones de generación de biometano ubicadas en la depuradora de Bens, instalaciones cofinanciadas por la Agencia gallega de Innovación a través de fondos Feder y puestas en marcha por Naturgy, el centro tecnológico gallego EnergyLab y la empresa pública supramunicipal Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) Bens SA. En aquel acto, fue presentado también un autobús que ha estado desde entonces funcionando con el biometano producido en Bens y que da servicio al área metropolitana de A Coruña.
La segunda etapa de este proyecto tiene como objetivo la inyección de este biocombustible en la red de gas. Según los impulsores de este proyecto, el biometano salido de Bens podría abastecer la demanda energética anual de unas 2.800 viviendas.
El autobús (bifuel diésel 70% biometano 30%) ya ha recorrido –según explican desde EnergyLab– 100.000 kilómetros. También emplean ese combustible tres furgonetas de la EDAR. Según EnergyLab,la planta produce del orden de 400 Nm3/h, de los cuales 100 Nm3/h se destinan a la producción de biometano. El resto alimenta motores de cogeneración, que producen energía eléctrica y térmica para autoconsumo de la EDAR, que da servicio a los municipios de A Coruña, Arteixo, Cambre, Culleredo y Oleiros (400.000 habitantes). La planta de biometano de Bens acaba de recibir el Premio Galicia de Energía 2020 al Mejor Proyecto de Innovación (Asociación de Ingenieros Industriales de Galicia).