Hace unos días, Óscar Bartomeu, gerente de Biovec, una de las principales empresas desarrolladoras de plantas de biogás en España, hacia la siguiente reflexión: “una granja en España con 2.200 plazas más lechones genera unos 15.000 metros cúbicos de purín al año (equivalente a seis piscinas olímpicas); gasta unos 70.000 euros anuales en calefacción con gasoil; genera 2.153 toneladas equivalentes de CO2 al año por la gestión y aplicación de los purines (al precio del CO2 de alrededor de 23 €/tonelada, supone un coste en emisiones de 49.519 euros anuales); y el Gobierno de España coloca estas emisiones en un inventario y el sector agroalimentario no paga por contaminar”.
“¿Hasta cuándo?”, se pregunta Bartomeu. “¿Qué hace Europa?”, prosigue. “Biogás”, se contesta. El último informe estadístico de la Asociación Europea del Biogás (EBA, en sus siglas en inglés), con cifras de 2017, vuelve a demostrar un crecimiento tanto en número de plantas (17.783, 351 más que en 2016) como de potencia instalada (10.532 megavatios, un cinco por ciento más que en 2016).
Según la EBA, “el aumento se deriva principalmente de las plantas de biogás agrícolas, que incluye el tratamiento de residuos agrícolas de materia vegetal y estiércol, pero también la digestión de cultivos energéticos”. En la lista de países por número de plantas, las 203 de España quedan muy alejadas de las 10.971 de Alemania, las 1.655 de Italia o las 742 de Francia.
España: 43 plantas más en 2017
Sin embargo, la EBA registra un incremento de 43 plantas en España durante 2017, situándose en el quinto puesto en crecimiento tras Alemania (+122 plantas), (+100), Francia (+74) y Reino Unido (55). No todas se corresponden con nuevas instalaciones. Algunas aparecen fruto de un mejor conocimiento de todas las existentes en nuestro país.
Como apunta el gerente de Biovec, con la ganadería industrial existente en España y la producción de estiércol y purines procedente de ella, la posición en la lista europea debería situarla más arriba. En ganadería porcina somos el país con más cerdos de la UE, con treinta millones, por delante de países como Alemania (27,6 millones), Francia (13,1), Países Bajos (12,3) y Polonia (11,9). Todos ellos tiene más plantas de biogás.
Esta situación hace que en la lista del informe de la EBA en la que sale peor parado España es en la que refleja el promedio de plantas de biogás por cada millón de habitantes. Ocupa el quinto puesto por la cola de treinta y un países, con cuatro plantas, mientras Alemania suma 136, Francia once, Países Bajos dieciséis y Polonia ocho.
Más emisiones de la ganadería en 2018
Mientras, las emisiones de GEI crecen entre la ganadería. El avance del inventario del Miteco confirma el doce por ciento de la responsabilidad del sector agro-ganadero, y aunque adelanta que las emisiones del conjunto del sector no variaron apenas respecto a 2017, advierte que las actividades ganaderas, responsables del 67 por ciento de las emisiones, aumentaron en un 1,4 por ciento, debido fundamentalmente a las procedentes de la gestión de estiércol y a de la fermentación entérica.
Óscar Bartomeu recuerda que “las emisiones ganaderas en nuestro país se focalizan en el metano y los óxidos nitrosos que se generan durante el almacén y la gestión de las deyecciones”. También recuerda que “la entrada en vigor del nuevo real decreto sobre autoconsumo, abre una interesante alternativa para las explotaciones ganaderas de vacuno de leche para instalar plantas de biogás, ya que estas reúnen algunas de las premisas básicas”.
Una de las soluciones podría estar en el autoconsumo
Purín o estiércol con gran potencial de generación de biogás y elevado y continuo consumo eléctrico son algunas de esas premisas. Aunque también hay peros, según Bartomeu: “por desgracia, las condiciones en España, para plantear una instalación rentable de autoconsumo, empiezan en general a partir de granjas con cuatrocientas cabezas de ganado”.
A pesar de todo, apostilla Bartomeu que “si se cuenta con un consumo térmico asociado, como una quesería, el número de cabeza de ganado sería inferior”. También concluye que “el uso de camas para las vacas con digestato es una de las claves para el bienestar animal, la reducción de patógenos y, al final, para la rentabilidad de una planta de estas características”.