El nuevo lote consta de 5.300 toneladas de combustible y, de acuerdo con la compañía, cumple con los estrictos requisitos de calidad del producto y con las condiciones de sostenibilidad de la cadena de producción, logística y de comercialización. Su uso evitará la emisión de 300 toneladas de CO2 a la atmósfera, el equivalente a 40 vuelos Madrid-Bilbao.
Para fabricarlo se han empleado residuos como materia prima, integrando así herramientas de economía circular en el proceso. El grupo presidido por Antonio Brufau señaló que este avance es "un hito relevante en la producción de combustibles con baja huella de carbono y supone una evolución en la descarbonización de los combustibles para transporte aéreo, un segmento donde la electrificación no es viable por el momento".
Además, según la compañía, representa un ejemplo más de la evolución de los complejos industriales de Repsol para transformarse en polos multienergéticos, capaces de generar productos de baja, nula o incluso negativa huella de carbono.
Biocombustibles en la aviación
El biojet puede ser de dos tipos dependiendo de la materia prima que se haya utilizado en su fabricación. Es de primera generación cuando se obtiene a partir de aceites vegetales y avanzado cuando utiliza como materia prima residuos de la industria agroalimentaria, agrícolas, forestales o la fracción orgánica de residuos sólidos urbanos. En el primer caso la reducción de emisiones de CO2 es superior al 60%, mientras que en el segundo puede superar el 85%.
El uso de estos biobiocombustibles se presenta como una vía para la descarbonización del sector de la aviación. En este sentido, las instituciones comunitarias han establecido diferentes medidas para fomentar el uso de biojet en el sector aeronáutico, y tanto el obtenido a partir de biomasa como el biocombustible avanzado procedente de residuos están incluidos en la lista de combustibles sostenibles en la Directiva Europea de Energías Renovables.
El pasado 14 de julio la Comisión Europea publicó, como parte del paquete de medidas Fit for 55, la iniciativa Refuel Aviation, que tiene como objetivo impulsar la oferta y demanda de combustibles sostenibles para aviación en la Unión Europea, alcanzando un uso del 2% en 2025 y un 63% en el año 2050.
En España, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) reconoce que los biocombustibles constituyen la tecnología renovable más ampliamente disponible y utilizada en la actualidad en el transporte, especialmente en sectores como el de los vehículos pesados y el de la aviación, donde la electrificación presenta dificultades actualmente. Además, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, aprobada el pasado mayo, contiene un artículo dedicado a los combustibles alternativos sostenibles en el transporte, con especial énfasis en biocombustibles avanzados y otros de origen no biológico.
En esta línea, Repsol anunció el pasado año que construirá en Cartagena la primera planta de combustibles avanzados de bajas emisiones de España, con capacidad para producir 250.000 toneladas al año de hidrobiodiésel, biojet, bionafta y biopropano a partir de residuos. Entre sus objetivos recogidos en su plan estratégico 2021-2025 se encuentra también la producción de 1,3 millones de toneladas de biocombustibles sostenibles en 2025 y más de dos millones en 2030.