El pasado miércoles la ciudad italiana de Crescentino se convertía en la primera en albergar una planta de producción comercial a gran escala de etanol lignocelulósico. El ministro de Desarrollo Económico, Flavio Zanonato, encabezó la delegación oficial (había también representantes de la Comisión Europea) que puso de largo la instalación de Beta Renewables, un consorcio de empresas formado por el grupo italiano Mossi Ghisolfi, el fondo de inversión estadounidenseTexas Pacific Group y la compañía danesa líder en investigación y producción de enzimas industriales Novozymes.
La propia Novozymes informa que la planta emplea paja de trigo y de arroz, además de caña (Arundo donax), “un cultivo energético de alto rendimiento que crece en tierras marginales”. Añaden que la lignina extraída durante el proceso de producción del etanol se emplea en una central para cubrir las necesidades energéticas de toda la instalación e incluso exportar electricidad a una red local. La producción de etanol se estima en 75 millones de litros anuales, lo que la convierte en la de mayor capacidad del mundo hasta que Abengoa inaugure la suya de Hugoton, en Kansas, construida para generar 100 millones de litros.
Una tecnología financiable y replicable
Los promotores señalan que la combinación de la tecnología Proesa, que aporta Beta Renewables, y el sistema patentado de conversión enzimática de la celulosa, Cellic, propiedad de Novozymes, ofrecen en la actualidad los costes más competitivos de producción de etanol de segunda generación. En el caso de la instalación de Crescentino, el proceso de investigación y desarrollo de la tecnología utilizada ha conllevado una inversión de 147 millones de euros desde 2011. El presidente de Beta Renewables, Guido Ghisolfi, afirmó que “con la inauguración de la planta se demuestra que este tipo de proyectos a gran escala son financiables y replicables”.
Por su parte, Peder Holk Nielsen, director ejecutivo de Novozymes, mandó un mensaje a los políticos para que “lancen señales claras que contribuyan al fomento de las inversiones en biocarburantes avanzados ". En concreto pidió la implantación de “mandatos estables y predecibles de mezclas, incentivos para la recogida de residuos agrícolas y soporte económico para las primeras plantas a gran escala”. Todo ello servirá de ayuda, concluyó Holk NIelsen, para “conseguir un escenario ideal en términos de reducción sustancial de gases de efecto invernadero, el estímulo de las economías y la seguridad energética sin depender de los combustibles fósiles".