Las algas protagonizan una de las líneas de investigación más activas en la búsqueda de nuevos biocarburantes para el transporte, además de otros productos y servicios destinado a cosmética, alimentación y farmacia. La Comisión Europea, en su propuesta de reforma de directiva de renovables en el transporte, las presenta, junto a los residuos orgánicos, como alternativas a los cultivos tradicionales de maíz, colza y caña de azúcar. El estudio liderado por el CSIC y publicado en la revista Nature Biotechnology aporta una línea de trabajo más en este campo al analizar el número de patentes de macroalgas registradas entre 1980 y 2009
Los investigadores han comparado la distribución de las patentes con la capacidad de producción (toneladas producidas por país) y con el esfuerzo científico implicado en el estudio de su cultivo (número de trabajos científicos relacionados con la acuicultura de estas algas). La conclusión es que “a pesar de la alta producción que llevan a cabo países en vías de desarrollo de Asia y África, son las naciones que invierten esfuerzo en investigación, como Japón, China y Corea del Sur, las que acaparan las patentes”. Países como Estados Unidos y Francia lideran el resto del mercado, a pesar de no ser productores.
Esencial: colaboración científica e inversión para corregir el desfase
Inés Mazarrasa, investigadora del CSIC en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, confirma que “países como Filipinas o Indonesia, importantes productores, pero con una inversión baja en investigación, no tienen patentes registradas”. Explica que "antes del estudio esperábamos que, dada su mayor accesibilidad, el mercado de patentes de macroalgas estuviese más homogéneamente repartido entre países productores". Además, "el incremento de la demanda de nuevos productos y aplicaciones podría abrir una posibilidad para que los países tradicionalmente productores puedan sacar partido de su capacidad de producción de macroalgas”, precisa la investigadora del CSIC.
El Protocolo de Nagoya sobre acceso a los recursos genéticos y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de su utilización forma parte del Convenio de Biodiversidad e intenta impedir la distorsión entre producción de materias primas y desarrollo de patentes. Desde el equipo de investigación del CSIC inciden en que la colaboración científica y la inversión es esencial para potenciar una elaboración de productos más sofisticados y un desarrollo sostenible a partir de sus propios recursos naturales. ”De no producirse, estos países (los productores) quedarían una vez más fuera de un mercado emergente, a pesar de dominar la producción de la materia prima, en pro de otras naciones, que acabarían sacando un mayor beneficio patentando productos y procesos derivados”, indica Inés Mazarrasa.
El CSIC aporta otros datos: aunque la tasa de descubrimiento de nuevas especies marinas es baja (0,93% al año), el número de especies marinas domesticadas se incrementa a un ritmo del 3% anual. A su vez, el número de productos naturales de origen marino, como cosméticos, enzimas industriales o genes derivados de organismos y las patentes de genes del océano crecen, respectivamente, a un ritmo del 4% y 12% al año. En España, Bioplat publicó en 2011 un documento sobre el estado de la investigación en algas (Energía de las algas: presente y futuro) que recoge 81 proyectos, de los que al menos 30 están vinculados a la bioenergía. Desde entonces, la aparición puntual de nuevas iniciativas hace que muy posiblemente la cifra de proyectos supere ya la centena.