Se espera que la actividad en la factoría, centrada en la producción de biodiésel, un combustible alternativo a los carburantes de origen fósil, desarrolle una capacidad de producción de hasta 30.900 toneladas al año, cifra que la empresa asegura que alcanzará a lo largo de 2025. La puesta en funcionamiento de la planta supone un impulso a la economía circular aplicada a la producción de combustibles mediante la transformación de residuos vegetales y animales, un proceso que reducirá las emisiones derivadas del depósito de residuos en vertederos.
Además, esta forma de bioenergía supone una producción no demandante de cultivos destinados al uso energético, lo que disminuirá aún más tanto huella de carbono como el gasto hídrico en el proceso.
En concreto, el biocarburante se obtendrá a partir de residuos de aceites vegetales de cocina y grasas animales, unos residuos que serán transportados a la fábrica en camiones cisterna. Tras analizar la acidez, humedad e impureza de dichos desechos, se procederá a almacenar el aceite viable con un sistema de filtrado que no dejará pasar partículas sólidas de más de 6 milímetros.
Una vez tratado, se bombeará a alta temperatura para que haga reacción con el metanol. Tras ello, se procederá a separar el biodiésel del glicerol precipitado al fondo del reactor, tras lo cual, se destilará el metanol sobrante.
El biodiésel producido es un biocombustible que se presenta como un complemento sostenible para la combustión de motores diésel. Al utilizar este tipo de combustible, se contribuye a disminuir la emisión neta de CO2 y, por consiguiente, contribuir a los objetivos europeos de reducción de emisiones de efecto invernadero, aseguran desde Biovigo Energy.