El pasado 2018 doscientas organizaciones y colectivos sociales, indígenas y ecologistas lanzaron la red Stay Grounded, que significa “quédate en tierra”. Se estrenaron con la exposición de “trece medidas para lograr un sistema de transporte justo y reducir el tráfico aéreo”. El objetivo es “contribuir a un cambio sistémico a través del intercambio de experiencias, la ayuda mutua y la ejecución de demandas y acciones conjuntas”. Están en contra de la expansión de nuevos aeropuertos y del crecimiento masivo de la aviación.
Stay Grounded anuncia además la celebración, del 12 al 14 de julio en Barcelona, de la conferencia El decrecimiento de la aviación. Será un evento sin vuelos, por lo que varias sesiones incluirán la participación en línea para aquellos que viven lejos. Es una muestra más de un movimiento ciudadano que cuestiona el incremento de los viajes en avión y que se manifiesta en lugares como Suecia con el denominado flygskam (vergüenza a volar), que ha llevado a reducir notablemente el número de vuelos en este país y a extender el movimiento a otros países.
Sin embargo, en la encuesta que presentó hace unos días la IATA esta variable no aparece como opción para reducir el impacto ambiental de la navegación aérea y más específicamente el cambio climático. Hay que pensar que aunque en la actualidad solo el dos por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero son achacables al transporte por aire, el notable incremento que se espera en el número de vuelos aumentará esta contribución.
Las opciones preferidas: combustibles sostenibles y mejores operaciones
La Coalición Internacional para la Aviación Sostenible (ICSA) remitió recientemente una carta a los estados miembros del Consejo de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) urgiéndoles a evitar una normativa de aviación deficiente que agrave el cambio climático y advirtiendo que la llegada de 30.000 aviones de gran tamaño triplicarán las emisiones del sector en los próximos años”.
Según la encuesta presentada por este organismo internacional, las acciones preferidas por los ciudadanos para priorizar la lucha contra el cambio climático desde la aviación son apoyar el desarrollo de combustibles sostenibles, con un 64 por ciento, y la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías y mejores operaciones, con un 62 por ciento.
Con los impuestos al queroseno se reducirían las emisiones en un once por ciento en Europa
La opción de implantar impuestos ambientales para reducir dicho impacto fue, según la IATA, “de las menos populares, con solo un veintidós por ciento de apoyo”. Es una manera de cuestionar la propuesta del Gobierno de los Países Bajos, que aboga por implantar estos impuestos, e incluso el de un informe de la Comisión Europea que dio a conocer hace poco la organización Transport and Environment (T&E).
Según este informe, “gravar el queroseno de la aviación vendido en Europa reduciría las emisiones de la aviación en un once por ciento (16,4 millones de toneladas de CO2) y no tendría un impacto neto en los empleos o en la economía en general, al tiempo que recaudaría casi 27.000 millones de euros en ingresos cada año”.
Desde la IATA, su director general, Alexandre de Juniac, afirma que “las aerolíneas han gastado miles de millones en nuevos aviones que han ayudado a reducir las emisiones por pasajero a la mitad desde 1990”. En una nota de prensa añaden que “la industria tiene el objetivo de limitar el CO2 a través de un crecimiento neutro en carbono a partir de 2020, y reducir las emisiones a la mitad para 2050, en comparación con un punto de referencia de 2005”.
¿Qué son los combustibles sostenibles?
De Juniac se ciñe a la encuesta que ha promovido la IATA para advertir que “muestra que los sentimientos del público son muy claros. La gente quiere viajar, valoran la libertad de volar. Y quieren que la industria y los gobiernos actúen sobre las emisiones. Hacerlo más caro para las personas que vuelan no es la respuesta. Más bien, la acción es fomentar la nueva tecnología y los combustibles sostenibles”.
Sin embargo, las señales que lanzan otros informes, como el remitido por la Agencia Europea de Seguridad Aérea (AESA) a la Comisión Europea sobre medio ambiente en la aviación reconoce que no se cumplirá con el pronóstico que lanzaron a través de la plataforma European Advanced Biofuels Flightpath de llegar a 2020 con dos millones de toneladas de biocarburantes, esencialmente avanzados, en los aviones.
Por el contrario, a la espera de una nueva hoja de ruta en este sentido, se traslada la información de que la OACI permite cumplir con los objetivos de reducción y compensación de emisiones con "combustibles de aviación de bajo carbono basados en fósiles”, con lo que el concepto de “combustibles sostenibles” se alejan del “biocarburantes avanzados”.