La Asociación Europea de la Biomasa (Aebiom), junto a otras que representan a las industrias de calefacción y refrigeración renovables en Europa (EGEC, EHPA y Solar Heat Europe/ESTIF), han recibido con un “bueno, pero insuficiente” que finalmente la directiva de renovables dedique un artículo y un porcentaje de incremento anual, el 1,3 por ciento, a este sector.
Sin embargo, no dudan en celebrar el acuerdo, porque, aunque insuficiente según su criterio, es ligeramente mayor que el que se manejaba en las últimas propuestas de directiva, con un uno por ciento de incremento anual de renovables en la generación de calor y frío.
Este conjunto de asociaciones, denominado RES H&C, recuerda que la calefacción y refrigeración representa la mitad del consumo final de energía en la UE, de ahí que consideren que el porcentaje de aumento anual “carece de ambición real en un contexto donde, con el ímpetu político correcto, las energías renovables podrían ofrecer mucho más y llegar a un sector de calor y frío cien por cien renovable en 2050”.
Faltan “objetivos vinculantes para los Estados miembros”
Por otro lado, lamentan que “el objetivo no se corresponda con obligaciones vinculantes para los Estados miembros”, pero admiten que “proporciona un marco de acción para los Estados miembros que hasta ahora han ignorado en gran medida el potencial de este sector”. Sin embargo, piden más normativa al efecto.
“Este objetivo ahora debe complementarse con un marco coherente que evite los subsidios a las tecnologías fósiles” apuntan desde RES H&C y piden medidas para concretar una vieja ambición del sector: imponer tasas a las emisiones de carbono de los combustibles fósiles.
Recalcan por último que las próximas negociaciones “deberían basarse en esta disposición, confirmando la inclusión de la calefacción y la refrigeración en las estrategias de descarbonización a largo plazo, y abrir una plataforma de financiación para proyectos descentralizados renovables en este campo”.
Decepción para los ecologistas
En el lado ecologista, que en los últimos años se ha opuesto frontalmente a las grandes centrales de electricidad con biomasa y a las redes de calor, e incluso cuestionan las calderas comunitarias en la ciudad, hacen una valoración en general negativa del acuerdo. Especialmente críticos son las exigencias de sostenibilidad tanto a instalaciones de producción de energía como a la biomasa forestal.
Amigos de la Tierra, que por un lado valora “muy positivamente los avances que permitirán empoderar de manera colectiva e individual a la ciudadanía europea, permitiendo así la entrada de nuevos actores al sistema energético”, afirma que se han conseguido “unos criterios insuficientes de sostenibilidad para el uso de biomasa leñosa con fines energéticos”.
Desde Ecologistas en Acción consideran que “la falta de criterios efectivos en las centrales de biomasa permitirá el incremento de la presión sobre las masas forestales”. Afirman que se abre así la puerta “a numerosos proyectos de grandes centrales de incineración que requieren enormes cantidades de masas forestales no disponibles en los alrededores, y que empeorarán la calidad del aire de todo el entorno circundante”.
¿Sostenibilidad insuficiente o suficiente?
“Si bien la biomasa bien gestionada puede ser una solución para pequeñas instalaciones térmicas, supone un enorme problema climático y de gestión de los recursos en grandes centrales”, apostillan en Ecologistas en Acción. Aunque en los primeros borradores se llegaba a exigir el cumplimiento de criterios de sostenibilidad a instalaciones mayores de un megavatio, finalmente el acuerdo propone hacerlo a partir de veinte megavatios.
“Siempre habrá quienes se quejen sobre los criterios establecidos, pero la realidad es que, por primera vez, los legisladores europeos han establecido una hoja de ruta de sostenibilidad para el sector de la bioenergía sólida”, contesta Javier Díaz, presidente de la Asociación Española de Valorización Energética de la Biomasa.
“Esperamos que no terminemos con 28 sistemas diferentes”
Esta asociación valora positivamente “los criterios establecidos, el enfoque basado en el riesgo y que las plantas de menos de 20 MW de potencia térmica bruta queden exentas”. “Unas exigencias –prosiguen– que garantizan que la biomasa se produzca de forma sostenible, independientemente de su origen geográfico, sin crear una carga administrativa innecesaria en instalaciones pequeñas y en países con un buen sistema de gestión forestal”.
Recuerdan desde Avebiom que “el 12 por ciento de las instalaciones de biomasa tienen más de 20 MW, pero son responsables del consumo del 75 por ciento de la biomasa”. A pesar de todo, lamentan que “los Estados miembros puedan adoptar criterios nacionales adicionales, que pueden generar distorsiones en el mercado”. “Esperamos que no terminemos con 28 sistemas diferentes después de un esfuerzo tan constructivo logrado a nivel europeo”, concluye Díaz.