A pesar del caso puntual de la más que previsible desaparición del aceite de palma como materia prima considerada como renovable para el transporte, se diría que el primer paso para aprobar la nueva directiva europea de energías renovables ha sido benevolente con la bioenergía. A juicio de los principales protagonistas del sector, la votación del Parlamento Europeo del 17 de enero de 2018 deja abierta todas las expectativas. Con matices.
En el resumen de presentación del último informe de Aebiom ( Aebiom Statitiscal Report 2017. European Bioenergy Outlook ) se dedican muchas líneas a analizar las posibles repercusiones para cada tecnología (biomasas sólidas, biocombustibles líquidos y biogás) y cada subsector (energía térmica, electricidad y transporte) dependiendo de lo que finalmente quede plasmado en esa directiva post-2020.
Nebulosas en el medio plazo
En el escenario de futuro que dibuja Aebiom, creen que “a corto plazo, el calor y la electricidad continuarán creciendo, mientras que los biocarburantes para el transporte sufrirán las incoherencias de las legislaciones europeas; a medio plazo, la situación es menos clara porque los debates en curso sobre el papel que podría desempeñar la bioenergía en la descarbonización de la economía de la UE para 2050 muestran divergencias políticas y un factor de riesgo creciente”.
A pesar de todo, tras el primero de los trámites que debe pasar la nueva directiva de renovables, los actores del tablero bioenergético respiran en general aliviados. Por un lado, la industria de los biocarburantes, a pesar de lamentar “la baja” del aceite de palma, que estaba más que cantada (no contarán para los requisitos de renovables en el transporte a partir de 2021), mantienen una llama de esperanza con el resto de materias primas de cultivos alimentarios, algunas de las cuales no se descartan que se mantengan hasta 2030. Las más esperanzadas son realmente las industrias del etanol y de los biocarburantes avanzados.
Por otro lado, los representantes de colectivos asociados a la explotación de la biomasa recibieron con aplausos el rechazo a las medidas más controvertidas presentadas al Parlamento Europeo por el eurodiputado del grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea, Bas Eickhout, Entre ellas están que se tengan en cuenta solo como materias primas para generar energía las derivadas de residuos y desechos y aplicar los criterios de sostenibilidad a las instalaciones con una capacidad igual o superior a un megavatio.
Evitar el daño a las instalaciones más pequeñas
En el informe de Aebiom recuerdan que las instalaciones pequeñas y medianas (1-20 MW) que consumen astillas y/o pélets de madera concentran la gran mayoría de las plantas (88 por ciento), con más de 4.000 repartidas por toda la Unión Europea. Por el contrario, las que superan los 20 MW (12 por ciento) no llegan a las seiscientas. Sin embargo, al fijarse en el consumo de combustible de ambos grupos, las primeras consumen solo el 25 por ciento, mientras las mayores se llevan el 75 por ciento restante.
“Estos datos muestran que el umbral de 20 MW propuesto por la Comisión Europea para la aplicación de los futuros criterios de sostenibilidad para la biomasa sería eficaz y adecuado, ya que cubriría una gran parte de los combustibles de biomasa, mientras que afectaría a un número limitado de instalaciones; por lo tanto, limita la carga administrativa relacionada con el complimiento de los criterios”. Esta es la razón por la que Aebiom apoya este umbral en el debate en curso sobre la sostenibilidad de la bioenergía.
También se recuerda en el informe que “todas las instalaciones deben cumplir ya con los requisitos de niveles de emisiones, asegurando el impacto limitado de la biomasa en la calidad del aire”. Y citan la directiva de ecodiseño, que establece esos niveles mínimos de emisiones para instalaciones de calefacción con biocombustibles sólidos por debajo de 500 kilovatios, esencialmente estufas y calderas; la directiva sobre plantas de combustión mediana, con mínimos para instalaciones de entre 1 y 50 MW; y la de grandes centrales, que atañe a las que superan los 50 MW.
Competencia con la madera
A finales del pasado 2017, el Gobierno de España aprobó un real decreto que limita las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx), dióxido de azufre (SO2) y partículas en suspensión (PM) procedentes de instalaciones de combustión medianas de todo tipo, biomasa y biogás incluidas. Los valores límites de emisiones de entrarán en vigor a partir del 20 de diciembre de 2018 para las instalaciones nuevas; a partir del 1 de enero de 2025 para las existentes de más de 5 MW, y a partir del 1 de enero de 2030 para las ya en marcha de menos de 5 MW.
No obstante, además de la presión que ejercen los grupos ecologistas para limitar o impedir el desarrollo de grandes plantas, térmicas o eléctricas, y el cuestionamiento de una explotación forestal que va a más especialmente en Norteamérica, de donde proceden seis millones de toneladas de pélets anuales que acaban en Europa, el sector ha de batallar igualmente con el de la madera.
También los ecologistas están a favor de un principio, el de jerarquía o en cascada, que coloca a la energía en los últimos lugares dentro de los posibles usos de la biomasa residual. Es decir, que se priorizarían usos como la madera para muebles, tablero o suelos o los restos de poda y otros residuos agrícolas para enmiendas para suelos y compost.
Aunque la votación en el Parlamento Europeo ha hecho un primer guiño favorable a este principio, la Confederación Europea de Propietarios Forestales, las cooperativas agrarias europeas en torno a COPA-Cogeca y la European State Forest Association (Eustafor) esperan que la redacción final huya “de la jerarquía de los residuos por las distorsiones del mercado que podría ocasionar”.
La gestión de los bosques, crucial
En el informe de Aebiom, Piotr Borkowski, director general de Eustafor, asegura que “la promoción de la bioenergía puede desempeñar un papel clave en la provisión de incentivos y medios financieros para que los propietarios y administradores forestales tomen medidas adicionales que garanticen la gestión de alta calidad de sus bosques”. Borkowski añade que “el uso de la biomasa forestal para energía ayuda a los administradores forestales a equilibrar la integridad ambiental, el servicio a la sociedad y la viabilidad económica del manejo forestal sostenible”.
La importancia de los bosques y de la biomasa forestal se antoja crucial en el avance del sector en Europa. Un año más, entre las cifras presentadas en el trabajo de Aebiom, se destaca que los pélets y astillas de maderas son, con diferencia, el principal biocombustible sólido utilizado para producir calor y electricidad. La producción térmica se vuelve a situar muy destacada en el consumo final de bioenergía, acaparando el 73 por ciento de la misma, dejando un 14 por ciento para la electricidad y un 13 para el transporte.
Esta versatilidad hace que alcance el 61,34 por ciento de la energía renovable consumida en la UE, superando de largo a cualquier otra fuente, y que los empleos en la bioenergía superen de largo al resto. En 2015, casi medio millón de personas (489.000) estaban empleadas de forma directa o indirecta, tanto como la solar y eólica juntas.
Intensiva en creación de empleo
La biomasa sólida por sí sola (314.700 trabajadores y trabajadoras) roza el de la eólica (332.350) con una potencia instalada infinitivamente menor. Eso sí, la alegría va por barrios, mientras en la biomasa sólida y los residuos urbanos crece el empleo (+2,7 y +6,3% por ciento, respectivamente) en el biogás y los biocarburantes baja relativa con (-6,3 y -1,5 por ciento). En el caso del biogás se explica por el frenazo dado por la locomotora del sector, Alemania.
Un año más también, el segmento residencial lidera la bioenergía térmica con aproximadamente la mitad del consumo (51 por ciento). Aquí advierte Aebiom que, aunque todas las instalaciones nuevas puestas en el mercado hoy en día deben cumplir con la legislación de ecodiseño, “existen instalaciones antiguas a reemplazar para mejorar las emisiones y la eficiencia energética”. Otros segmentos de consumo son la industria (26 por ciento), las redes de calor (15 por ciento) y el sector servicios, como escuelas, hospitales, y hoteles (5 por ciento).
A pesar de los números crecientes de redes de calor con biomasa que aporta España (273, según datos de la Asociación de Empresas de Redes de Calor y Frío, Adhac), estas tienen una mayor importancia en países más fríos, como Dinamarca, Lituania y Suecia, y menos en los del litoral mediterráneo, como España, Grecia y Portugal”.
Pélets, un pronóstico mejor para 2016-2017
Dentro de los destinos térmicos, la biomasa sólida casi monopoliza (91 por ciento) el abastecimiento. “La mayor parte de ella es leñosa”, precisan en el documento, “y proviene principalmente tanto de los subproductos de las operaciones de manejo forestal y de la industria de la madera, como de los aserradero”. Y lo mismo con la electricidad: “los biocombustibles sólidos, esencialmente biomasa leñosa en forma de astillas y pélets, representan más de la mitad del consumo”.
En cuanto a la producción y consumo de pélets en la Unión Europea, donde se ofrecen datos de 2016, las cifras directas son que la UE-28 produjo 14 millones de toneladas, lo que representa el 65 por ciento de su propia demanda, que llega a los 21,7 millones de toneladas en 2016. El resto procede principalmente de América del Norte, Rusia y los países bálticos de la exURSS.
Inviernos con más biomasa
Las misma cifras tomadas en perspectivas permiten ver que después de años de crecimiento sostenido, la producción bajó (0,4 por ciento) por primera vez. “Como la mayoría de la producción europea de pélets se destina a la calefacción, se ha visto fuertemente afectada por la contracción de la demanda debido al invierno suave de 2015-2016 y la disminución en las ventas de aparatos de calefacción”, sostienen en el informe.
Esto haría poner reparos a la línea de crecimiento de la bioenergía relatada hasta ahora. Sin embargo, desde el informe pronostican que “la temporada de calefacción 2016-2017 fue testigo de un invierno más riguroso que reequilibró la oferta y la demanda y dio a la mayoría de los proveedores europeos de pélets la oportunidad de recuperarse tras tres años consecutivos difíciles”.
Por países, en el pódium de la producción en la UE se encuentran Alemania, Suecia y Lituania, que superan el millón y medio de toneladas. En el consumo sigue muy destacado el Reino Unido, que solo en importación desde Norteamérica recibe anualmente cinco millones de toneladas anuales. En el caso del país británico el destino principal son las grandes centrales térmicas de carbón reconvertidas en biomasa, mientras que en Italia, segundo gran consumidor europeo, se emplean primordialmente en instalaciones domésticas de calefacción.
Más información:
www.aebiom.org
Cuadro 1
La bioenergía alcanza el consumo más alto
Según la información contenida en el Aebiom Statitiscal Report 2017. European Bioenergy Outlook en 2015 el consumo total de bioenergía alcanzó su punto más alto en la UE-28, con 112,374 kilotoneladas equivalentes de petróleo (ktep), un 6,53 por ciento más que en 2014. Este aumento es mayor que la tasa de crecimiento anual promedio registrada en el período 2000-2015 (4,83 por ciento).
Sin embargo, el crecimiento fue diferente según la energía conseguida. El sector que más empujó fue el térmico, con 7,7 por ciento. Una situación similar se observa en la generación de electricidad, que creció un 6,6 por ciento. Los biocarburantes, en cambio quedaron estancados. Según Aebiom, “la tendencia es a que quede un 30 por ciento por debajo de las proyecciones para 2020”, y lo achacan “al marco regulador cambiante e incierto de la UE sobre la sostenibilidad de los biocarburantes”.
Con la vista atrás puesta en el año 2000, en general el consumo se ha duplicado con creces, al pasar de 55.400 a 112,374 ktep. Según las proyecciones de los Estados miembros, deberían alcanzarse las 139.000 ktep en 2020. Desde Aebiom argumentan que “teniendo en cuenta todos los tipos de bioenergía, el crecimiento anual necesario a partir de 2015 para alcanzar los objetivos de 2020 estaría en el cuatro por ciento, lo que parece posible sabiendo que el promedio entre 2000 y 2014 fue del 4,83”.
Cuadro 2
Más “bioelectricidad” desde la cogeneración que desde las centrales de biomasa
La mayor parte de la electricidad generada con biomasa (57,7 por ciento) tiene lugar en procesos de cogeneración, más que en centrales de producción de electricidad. Este es el caso en 22 de los 28 estados miembros de la UE. Solo en Bélgica, Italia, Hungría, España, Irlanda y el Reino Unido se invierte esta tendencia.
El tipo de producción varía sustancialmente entre los dos grandes países que se la reparten: Alemania (28 por ciento) y el Reino Unido (17 por ciento). Mientras en el primer caso, como en Italia, la mayoría de la electricidad se produce en un gran número de plantas de biogás pequeñas y medianas, el Reino Unido la concentra en un número limitado de grandes instalaciones que consumen biomasa forestal donde antes entraba el carbón, como es el caso de Drax.
Cuadro 3
Lidera Alemania, pero la bioenergía pesa más en Finlandia y Suecia
Los cinco mayores consumidores de bioenergía suman más de la mitad del consumo total de la UE. Alemania repite un año más como líder con el 17 por ciento del consumo total de la UE-28, seguido de Francia (12), Italia y Suecia (9) y Finlandia (7). Sin embargo, Aebiom destaca el papel que desempeña la bioenergía en la matriz energética de Finlandia y Suecia, donde la proporción en el consumo total de energía asciende, respectivamente, al 33,9 y al 32,6 por ciento.
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