La superficie forestal europea no se ve afectada, al menos en superficie, por el notable incremento de la producción de energía eléctrica y térmica con biomasa. Según el informe estadístico de Bionergy Europe que atañe a las fuentes de suministro para producir bioenergía (Biomass supply), donde la madera es dominante, “en las últimas dos décadas, tanto la superficie forestal como la reserva forestal (reserva de carbono por hectárea) han aumentado”.
También añaden que la extracción de madera es menor que el crecimiento, con lo que “más del treinta por ciento del incremento anual del bosque permanece en él, lo que crea disponibilidad adicional de madera para el futuro”. Y todo ello con un incremento continuo del consumo de bioenergía, “lo que demuestra que no impulsa la extracción de madera de los bosques y que el sector utiliza cada vez más residuos de industrias forestales”.
Realmente, las grandes consumidoras de madera en Europa son las centrales eléctricas de carbón reconvertidas en biomasa, que importan gran parte de la materia prima desde Norteamérica y Rusia. Las críticas, ecologistas y científicas, se dirigen al impacto en los bosques de estos territorios y la huella de carbono que dejan tras la conversión en pélets y su transporte a la Unión Europea.
Más biomasa agrícola hasta 2050
Precisamente en la UE, Bioenergy Europe defiende que “la biomasa de origen agrícola debería desempeñar un papel cada vez más central hasta 2050. Su contribución energética deberá aumentar significativamente para lograr el objetivo climático y energético para ese año”.
Actualmente la bioenergía consumida en la UE es un setenta por ciento de origen forestal, aunque en el cómputo global de los diferentes usos finales de la madera, el aprovechamiento energético supone en torno a un veintidós por ciento. El resto de materias primas para bioenergía son, en un dieciocho por ciento, de procedencia agrícola (residuos y cultivos energéticos) y en un doce por ciento de residuos orgánicos, principalmente de origen urbano.
Por todo ello, Bioenergy Europe pide que se fomenten las sinergias entre la bioenergía y la agricultura: “la valorización de los residuos agrícolas a través de la energía y los cultivos energéticos perennes proporcionan una diversificación de los ingresos para los agricultores, promueven el desarrollo socioeconómico a escala local y contribuyen a proporcionar una fuente limpia para la demanda energética de las explotaciones agrícolas”.
Sin embargo, en este aspecto tendrá que compartir protagonismo (e incluso cederlo) con otros destinos dentro de las estrategias de bioeconomía y economía circular que se elaboran en la UE y los Estados miembros, y atenerse a la jerarquización que se establezcan en el uso de los residuos.
Desarrollo rural y adaptación y lucha contra el cambio climático
En una línea similar de fomento de la biomasa agrícola, Bioenergy Europe considera necesario “respaldar las sinergias entre la bioenergía y la gestión sostenible de la tierra: la bioenergía aporta un valor de mercado para los residuos forestales y agrícolas y, por lo tanto, hará que la gestión sostenible en la agricultura y los bosques sea económicamente atractiva para agricultores y propietarios. Se deben reconocer los beneficios ambientales adicionales de los cultivos energéticos”.
También consideran importante aunar desarrollo rural y adaptación al cambio climático. En la Política Agrícola Común posterior a 2020, “el presupuesto para el desarrollo rural debe mantenerse, al menos, en términos reales, ya que las medidas que abordan la mitigación del cambio climático y la adaptación a través de la gestión forestal sostenible son fundamentales para cumplir los objetivos de la política climática y energética de la UE. Deben apuntar a aumentar la viabilidad y productividad de los bosques”.