La iniciativa se complementa con otras que tratan de alcanzar de la forma más sostenible posible la meta del 10% de combustibles renovables para 2020 en el transporte dentro de la UE. Por este motivo, los socios del proyecto se proponen aprovechar para este fin “desechos a los que no haya que dedicar tierras, con el fin de evitar la competencia entre producción de combustible y de alimentos”. La Universidad de Aston (Reino Unido) encabeza un grupo formado por socios de Argentina, Brasil, Chile, Dinamarca, Grecia, Hungría e Irlanda.
Minimizar residuos
El socio británico, Bioenergy Research Group (BERG), de la Universidad de Aston, se ocupará de transformar residuos orgánicos de procesos de producción de biocarburantes en otro biocarburante que permita acabar con la dependencia de las importaciones de gasóleo de origen fósil en las regiones implicadas.
El profesor Tony Bridgwater, quien coordina el proyecto desde la Universidad de Aston, explicó que “los biocarburantes de primera generación hechos a partir de azúcar, maíz o trigo tienen un rendimiento bajo y compiten con la producción tradicional de alimentos”. Como consecuencia de lo anterior, DibaNet se centra en “productos de segunda generación que ofrecen un mayor rendimiento y no compiten con la producción de alimentos, al transformar los residuos de estos procesos, lo cual aumentará el rendimiento y permitirá reducir la cantidad de desperdicios generada”, termina Bridgwater.
Según una nota elaborada por Cordis, Servicio de Información Comunitario sobre Investigación y Desarrollo, el proceso permite el aprovechamiento de los residuos sólidos que quedan tras tratar el ácido levulínico, “un compuesto orgánico importante que permite crear combustible diésel al combinarlo con etanol”.
Más información:
www1.aston.ac.uk/eas/research/groups/berg/