La elaboración de una estrategia española de la bioeconomía se enmarca en la política de I+D+i que impulsa la Comisión Europea (CE) dentro del programa Horizonte 2020 y que se concreta en su propia estrategia al efecto, presentada en marzo de 2012. Esta se basa en tres pilares principales: inversiones en I+D+i; fomento de los mercados y la competitividad en los sectores mediante una intensificación sostenible de la producción primaria y la conversión de los flujos de residuos en productos de valor añadido; y refuerzo de la coordinación política y el compromiso de las partes interesadas mediante la creación de un grupo de expertos y un observatorio.
Con estas bases se prepara la estrategia española, ahora en fase de borrador y consultas entre organismos públicos y plataformas tecnológicas, pero que ya ha cosechado severas críticas por parte de Bioplat. “Inicialmente nos pusimos realmente contentos”, señala Margarita de Gregorio, coordinadora de la plataforma, al entender que resulta más que oportuna su elaboración para “crear y consolidar un nuevo sistema productivo en el que interactúen diversos sectores del área bio, con objeto de constituir un nuevo y sólido pilar de la economía española que permita aumentar la competitividad del país, así como generar y mantener empleo y riqueza”. Sin embargo, visto el borrador, no parece ser que la bioenergía tenga la importancia que se esperaba.
Estratégicas son la alimentación y la energía
“Entendemos que para hacer honor a su nombre (estrategia) debe contar principalmente con dos sectores que son estratégicos, especialmente en España, como son la alimentación y la energía”, señala De Gregorio. Desde la exposición de motivos, en el borrador se expresa que “en un contexto de mercados abiertos y globalizados asistimos a un aumento de la población mundial cuyas necesidades nutricionales deben ser atendidas”. A partir de aquí traza los ámbitos de actuación, en el que sobresale el sector agroalimentario, integrado por la agricultura, ganadería, pesca, acuicultura y elaboración y comercialización de alimentos, “como uno de los que está actuando como motor de nuestras exportaciones”.
Desde Bioplat denuncian que “el resto de áreas bio aparecen como complementarias, relegando a la última posición de todas a la componente energética”. Es cierto, tras el sector agroalimentario aparece el “forestal y de derivados de la madera, el de los bioproductos industriales obtenidos tras una transformación bioquímica o biológica de la materia orgánica generada por nuestra sociedad, y no utilizada en el consumo humano y animal, y el de la transformación energética de la biomasa”.
El PER 2011-2020 y Probiogás como fuentes de datos
Resulta paradógico que, a pesar de este último puesto de la biomasa, los dos únicos informes de base que se citan en el documento al que ha tenido acceso Energías Renovables están precisamente relacionados con las renovables. Uno es el Plan de Energías Renovables 2011-2020 y otro es el proyecto singular y estratégico Probiogás. “Considerando ambos trabajos –se cita en el borrador– podemos estimar en 159 millones de Tm/año la cantidad producida (de residuos), incluyendo la biomasa producida en los cultivos agrícolas, la actividad forestal, la industria alimentaria o la industria de la madera, del papel y del textil, así como los residuos animales y los residuos sólidos urbanos”.
De Gregorio subraya que “el enfoque de la estrategia nacional debería ampliarse y priorizar a la bioenergía, si no al mismo nivel que está el ámbito alimentario, a un nivel próximo como forma de energía capaz de contribuir no solo a los objetivos energéticos (estratégicos para un país como España con un desequilibrio en la balanza comercial brutal debido a la compra de combustibles y con una creciente pobreza energética), sino también a los objetivos ambientales y socioeconómicos locales, autonómicos y nacionales”.
Nueve objetivos operativos
En el borrador se establecen nueve objetivos operativos que comienzan por “impulsar el desarrollo de la bioeconomía en España mediante la colaboración permanente entre las administraciones españolas y los sectores productivos”. A partir de aquí se habla de promover la interacción entre el sistema español e internacional de ciencia y tecnología; de facilitar y potenciar la aplicación del conocimiento al mercado y a la innovación a través de la creación y consolidación de empresas de base tecnológica; identificar las limitaciones a su expansión, proponiendo medidas de carácter administrativo, regulatorio y legislativo; desarrollar y generar herramientas para la educación y la formación de trabajadores; y promover el desarrollo económico en el medio rural.
Precisamente en esta línea van los avances del Programa de Innovación Agroalimentaria y Forestal entre el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación (ambos representados en la elaboración de la estrategia), entre los que se encuentran el lanzamiento de dos portales para fomentar la I+D+i agroalimentaria y forestal: idi-a.es y agripa.org. De hecho, la Asociación Europea de Innovación (AEI) de agricultura productiva y sostenible aparece como una de las principales herramientas a emplear en el Programa Nacional de Desarrollo Rural (PNDR) 2014-2020.
Abrir el foco de la estrategia
Con todo, desde Bioplat se afirman que no se entenderá que cuando llegue la estrategia a las comunidades autónomas no haya una apuesta decidida por la biomasa, “que es lo que están esperando”. “Se tendría que abrir el foco de la estrategia –apostilla Margarita de Gregorio–, de lo contrario no debería llamarse estrategia española de bioeconomía, sino plan de reactivación del sector agroalimentario español (o algo así), pues todo gira en torno al sector agroalimentario, lo cual es absolutamente respetable, pero entonces que no se vista como bioeconomía, pues esta es mucho más que eso”.