Nada nuevo bajo el sol tras la votación ayer del PE de la propuesta de la comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria (conocida como Envi) aprobada días atrás: tope del 7% para los biocarburantes de cultivos; estimación por parte de los proveedores de las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el cambio indirecto del uso de la tierra y elaboración de informes de la CE al respecto; y obligación de los Estados miembros para establecer objetivos concretos de incorporación de biocarburantes avanzados.
Las ONG ecologistas y de ayuda al desarrollo más importantes con implantación en Europa aprovecharon dicha votación para dar a conocer un documento en el que piden medidas similares para la biomasa utilizada con fines energéticos, eléctricos y térmicos. La masiva importación de pélets desde Norteamérica, principalmente con destino al Reino Unido, y la roturación de tierras agrícolas en Alemania para plantar maíz destinado a la producción de biogás son algunos de los ejemplos que ponen para limitar el aprovechamiento energético de la biomasa.
Se ve con malos ojos el pélet norteamericano y el biogás alemán
Como en el caso de las deforestaciones achacables al cultivo de palma aceitera en Malasia e Indonesia (algunos estudios muestran que deforestan más el papel y la madera), en el documento consideran que el incremento sustancial de la producción de pélets en Estados Unidos propicia la pérdida de una rica biodiversidad en valles boscosos y que las plantaciones de maíz en Alemania reducen el “alto valor de la naturaleza de pastizales y zonas de turba que son drenados”. Ante esto, y otros efectos, Greenpeace, WWF, BirdLife y WWF, entre otras, piden a la UE que incluya “cuatro garantías principales para el uso de la bioenergía como parte de las políticas climáticas y energéticas hasta 2030”.
“Introducir un tope para limitar el uso de la biomasa para la producción de energía a niveles que puedan ser suministrados de forma sostenible”. Esta es la primera medida que se expone, y añaden que “debe abarcar tanto las biomasas nacionales como importadas y no tendrá como objetivo impedir las importaciones, sino asegurar que la huella del uso de la bioenergía en la UE es sostenible”.
Antes materiales, reutilización y reciclado que energía
La segunda medida hace referencia al empleo de la biomasa dentro del cumplimiento de la jerarquía de usos de este recurso. “El ahorro y la eficiencia energética deberían fomentar la reducción de la demanda de recursos”, afirman, para a continuación recordar que “la biomasa debe ser utilizada primero para crear materiales y productos, y luego para producir energía, respetando al mismo tiempo la jerarquía de residuos establecida en la UE, en la que prevalecen la reutilización y el reciclado”.
El informe propone, como tercera medida, que “toda la biomasa que cuenta con el apoyo y las subvenciones en virtud de la legislación comunitaria debería ser objeto de una contabilidad completa de las emisiones de carbono y del cumplimiento de unos requisitos mínimos que garanticen un ahorro de emisiones reales”. Además de las emisiones de todo el proceso de cultivo, transformación, transporte y combustión, añaden también, como en el caso de los biocarburantes, que se contabilicen las emisiones derivadas del cambio indirecto del uso del suelo y el desplazamiento de otros usos de la biomasa.
La bioenergía puede desempeñar un importante papel en comunidades rurales
También como el caso de los biocarburantes, se exige, como última medida, que se cumplan criterios integrales y vinculantes de sostenibilidad, tanto ambientales como sociales. Evitar la disminución de reservas de carbono, la pérdida de biodiversidad, la erosión del suelo y el agotamiento de los recursos hídricos están entre los primeros; y la protección de los derechos laborales y humanos, evitar la desigualdad de género y respetar las tradiciones y usos de comunidades locales dominan entre los sociales. Reconocen también que “se debe apoyar el uso eficiente y sostenible de la bioenergía a pequeña escala en comunidades rurales, llevado a cabo de una manera que mejora la biodiversidad y la resiliencia”. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) incide también en la importancia de este último aspecto.
Redes de calor y biogás ganadero sí
En España, Abel Esteban, portavoz de Ecologistas en Acción, señala que "debemos aprender de las consecuencias negativas del fomento de agrocombustibles en la última década, para no repetir errores similares con otras formas de bioenergía". Tras resaltar, en negativo, el caso de las importaciones de pélets desde América y el del biogás en Alemania, en Ecologistas en Acción afirman que “las redes de calor que se nutren de biomasa de origen local y extraída de forma sostenible; o la metanización de los residuos ganaderos, preferentemente de granjas ecológicas, son dos ejemplos de aprovechamientos energéticos sostenibles de la biomasa de pequeña escala”.
Tanto el documento presentado ayer, como las reacciones de otras ONG a escala española y europea, se unen a una campaña de dos de ellas, European Environmental Bureau y Transport & Environment, que conlleva la puesta en marcha de la página web EUbioenergy.com, “con el objetivo de estimular el debate sobre los límites de un aprovechamiento energético sostenible de la biomasa”.