En su primer párrafo, Huergo sostiene que "el biodiesel, la fase superior de la soja, agoniza. La única política de alguna manera “pro agro” que había impulsado el gobierno en los últimos años, está sufriendo un severo jaque. En el peor momento. Para la soja y para el país."
A continuación valora como positiva la decisión gubernamental de subir "el corte de biodiesel en el gasoil a razón del 1% por mes, pasando del actual 7% hasta llegar al 10% en junio", aunque la considera transitoria y atada a la marcha de la destilería de la renacionalizada YPF o a la llegada de gasoil importado.
Después de relatar cómo se expandió el mercado de la soja, primero volcado hacia el mercado alimneticio, luego a la producción de aceites y finalmente al del biodiésel, reflexiona que en ámbitos del gobierno existe la intención de soltarle la mano, ya que "es una industria que no vale la pena", pese a que "el aumento del corte en el mercado interno permite sustituir importaciones de gasoil, y además sostener un desarrollo que lleva al país por el sendero de la oleoquímica".
Como se sabe, después de haber tenido unos grandes volúmenes de ventas en años anteriores, el biodiésel argentino vio mermada su actividad a partir de la decisión de la Unión Europea de disminuir sus compras, y de las políticas gubernamentales locales que comenzaron a aplicar medidas segmentarias para la venta.