Los ultrasonidos no son ajenos a los trabajos de la Universidad de Córdoba (UCO) con biocarburantes. En septiembre de 2015 presentaron una alternativa al proceso químico de transesterificación que separa la parte viscosa del aceite de camelina mediante un sistema de ultrasonidos que requiere menos energía, alcohol, catalizador y tiempo de reacción, con lo que se abarataba la producción.
Ahora, tras el uso de ultrasonidos durante la transesterificación para convertir comida que desecha en los restaurantes en biodiésel, la Fundación Descubre recuerda que “la técnica convencional incluye un calentador-agitador y funciona bajo demanda continua de energía, mientras que el dispositivo de ultrasonido, con menor potencia energética y menos tiempo de exposición, consigue el mismo cambio químico mediante ondas”.
Se evita así el uso de un catalizador durante la transesterificación, como la lejía, y un alcohol, como el metanol, que sustituye a la glicerina. “Se realizó una primera transesterificación convencional y, paralelamente, los parámetros de reacción fueron optimizados en una segunda fase utilizando ultrasonido. Esta técnica es más sostenible que la convencional ya que requiere menor cantidad de catalizador, normalmente muy contaminante”, explican en la información de la Fundación Descubre.
“La grasa de los desperdicios de comida es adecuada para la producción de biodiésel”
“Se ha producido un combustible con características adecuadas para su uso comercial” añade desde la fundación, demostrando que “la grasa de los desperdicios de comida es adecuada para la producción de un biodiésel que cumple las propiedades fundamentales de la norma europea y que se obtiene con un importante ahorro de energía y tiempo de reacción”.
La investigación (Optimization of solid food waste oil biodiesel by ultrasound-assisted transesterification) se ha publicado en la revista Fuel. Hace dos años esta publicación reflejaba en un artículo las principales limitaciones para el despliegue comercial de la producción de biodiesel con desechos orgánicos (mayores costos de producción, mayor consumo de energía, tiempos de reacción más largos…) En un repaso de la revista a las alternativas se cita precisamente el artículo de los investigadores de la UCO.
Una de sus firmantes, Pilar Dorado, declara a la Fundación Descubre que “el aceite que hemos obtenido procede tanto del contenido lipídico de la propia comida desechada como de aceites ya usados, grasas, carnes, sebo de cordero y aceite de pescado. Tras el procesado, el biodiésel que se logra podría usarse en motores comerciales”.
Desperdicios alimentarios para alimentar biorrefinerías
No obstante se advierte que aunque el análisis de las propiedades físicas y químicas mostró que el producto cumple con el estándar europeo de biodiésel, “es necesario ajustar más la estabilidad a la oxidación, el rendimiento y el contenido de glicéridos, requisitos necesarios para su comercialización inmediata”. Se podría usar “mezclándolo con gasóleo o mediante la simple adición de antioxidantes fenólicos, unos compuestos naturales que contribuyen a un mejor rendimiento del motor”.
El estudio se ha realizado a través del proyecto Diseño de biorrefinería mediante la valorización de residuos del sector alimentario del antiguo Ministerio de Economía y Empresa y del Programa Operativo de Cooperación Transfronteriza entre España y Portugal (Interreg-Poctep). En otro artículo en otra revista científica (Bioresource Technology) se expone el principal objetivo del mismo: el análisis de la composición del desperdicio de alimentos de los servicios de catering para evaluar el desarrollo potencial de una biorrefinería.