autoconsumo

Subvenciones: treinta meses esperando

1
El autoconsumo que se disparó en el año 22, cuando fueron instalados más de 2.600 megavatios de potencia fotovoltaica sobre los tejados de esta España nuestra, surfeó varias olas. Surfeó la ola de unos precios de la electricidad prohibitivos, que hicieron a muchos buscar con ansiedad una alternativa de ahorro (que eso es el autoconsumo, una solución de ahorro) y surfeó también la ola de las subvenciones (más de 2.100 millones de euros en total, según datos oficiales del Gobierno). Esta es la historia –letra pequeña- de una instalación solar fotovoltaica –pequeña- para autoconsumo… y la historia -interminable- de su subvención.
Subvenciones: treinta meses esperando

Más de 2.600 megavatios de potencia solar fotovoltaica brotaron, de las cubiertas de las naves industriales y en los tejados de muchas viviendas unifamiliares, en 2022, el año del bum del autoconsumo. Tipos de interés bajos, facturas de la luz nunca vistas (el precio medio del megavatio hora en el mercado mayorista alcanzó ese año el que hasta hoy es su techo: 167,53 euros) y una lluvia de ayudas públicas animaron a muchos y muchas a dar el paso al autoconsumo. La resaca del 22 llegó al año siguiente. Los motivos del ajuste a la baja (en cuanto a autoconsumos instalados) fueron y han sido, grosso modo, los siguientes.

Para empezar, el incremento del precio del dinero. Los tipos de interés han crecido a velocidad de vértigo. El Banco Central Europeo tenía fijado en el cero el tipo de interés en julio del 22; ahora mismo está en el 4%, por lo que solicitar un crédito (para cualquier cosa, o para un autoconsumo) es hoy mucho más caro que hacerlo en 2021 ó en el verano del 2022. El segundo motivo de la ralentización del crecimiento del mercado del autoconsumo ha sido la inflación: la subida de los precios de la cesta de la compra ha sido generalizada (el caso del aceite de oliva es paradigmático). La tercera causa de la resaca ha sido la pérdida de sensación de urgencia. Porque el precio de la luz cayó a la mitad en 2023 (hasta los 87,43 euros el megavatio en el mercado mayorista) y sigue estando este año muy por debajo del top del 22.

¿Consecuencia?
Se ha difuminado la sensación de urgencia que embargó a la ciudadanía en 2022, cuando los medios de comunicación anunciaban cada semana precios récord de la luz, lo que propició un pánico social que empujó a muchos a interesarse por “eso de las placas solares para autoconsumo”. Y, por fin, el cuarto motivo han sido las subvenciones. El flujo de fondos europeos con sello autoconsumo ha sido muy importante: 2.100 millones de euros, según el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, pero los anuncios de “aquí hay subvenciones” del año 22 (que tanto animaron a tantos) dejaron en 2023 de seducir, porque el boca a boca ha corrido como la pólvora. Y como la pólvora ha corrido que son muchos los pequeños autoconsumidores domésticos que, muchos meses después de haber hecho la inversión, aún están esperando las ayudas prometidas.

La historia que hoy traemos aquí –letra pequeña- es una de las muchas que siguen corriendo de boca en boca. Historia-paradigma.

Jesús y Montse vendieron su casa (45 metros cuadrados en el centro de San Sebastián de los Reyes, Madrid); vivieron casi dos años (mientras buscaban su nueva morada) en casa de los padres de ella (jubilados que viven hoy en su pueblo de origen, en La Mancha), ahorraron en pandemia, y por fin encontraron vivienda: unifamiliar, de 127 metros cuadrados. En Daganzo, un pueblo pequeño de la Comunidad de Madrid donde los precios eran menos prohibitivos: “nos costó menos esta casa –cuenta Jesús- que lo que nos pedían por un piso de 80 metros en Sanse”.

“Cuando nos vinimos a Daganzo, en septiembre del año 2021, cuando supimos que nos íbamos a comprar un vivienda unifamiliar, tuvimos claro lo del autoconsumo”.

¿Por?

“Porque nos apetecía independizarnos energéticamente en la medida de lo posible. Y por ahorrar dinero. Sobre todo por esas dos cosas”. Jesús (funcionario, administrativo) buscó instalador (“el contacto me lo pasó un buen amigo que ya estaba al tanto de todo esto”) y contrató inmediatamente.

Los primeros pasos fueron por teléfono. “Me comentaron que precisamente en breve iban a estar por la zona, y que podía conseguir un buen precio por aquello de la economía de escala, que al pasar por allí para hacer otras instalaciones, pues que a ellos les resultaba más sencillo y que a nosotros también nos supondría un ahorro. Así que no miré mucho más y nos pusimos a ello muy pronto”.

La instaladora les preguntó por el tamaño de la vivienda, “por los electrodomésticos que teníamos (que son los habituales, frigorífico, microondas, lavadora, lavavajillas…), por el sistema de calefacción, por los metros cuadrados de la vivienda... y, bueno, tenemos una piscina pequeñita [redonda, 3,3 metros de diámetro, y 1 de profundidad] que tiene una bomba. Eso es lo más raro que tenemos. Con esos datos, unas fotos del tejado que tomé desde la calle y la ubicación de la vivienda (les mandé una foto de Google Earth) tuvieron suficiente”.

¿Resultado?
Una instalación de 2,7 kilovatios por 4.344,30 euros.

Instalación de autoconsumo y resto de material: 2.400 euros.

Ejecución de obra: 641.

Ingeniería, tramitación y legalización: 417 euros.

Seguridad y salud: 103 euros.

La factura es de 13 de septiembre del 21. Todo el proceso, desde la primera llamada, “duró un par de meses o así”.

¿Baterías?

“Sí, teníamos pensado también lo de las baterías, pero nos dijeron que no resultaba rentable, porque estaban muy caras, y que hasta que las amortizáramos pasaría muchísimo tiempo, así que nos olvidamos de las baterías. De hecho, en principio yo también quería poner más placas, pero la empresa me aconsejó que no sobredimensionara la instalación porque tardaría más, proporcionalmente, en amortizarla”.

Durante algo más de dos meses la instalación estuvo sobre el tejado, pero sin posibilidad de inyectar a red los excedentes. Pasado ese lapso, el autoconsumo estuvo, y es, plenamente aprovechable (la comercializadora dio luz verde a la inyección a finales de ese año, del año 21: “lo hicieron electrónicamente, no hubo que llamar de nuevo al instalador ni tuve que tocar nada”).

La familia ha crecido (llegó Sara en julio del 22) y ahora son cuatro en casa: Dani (8 años), Montse, que también trabaja como administrativa (y está opositando), Jesús y la “recién” llegada, que ya ha cumplido los dos años.

Aparte de todo lo que ha cambiado en su vida, que ya veo que es mucho, ¿le ha cambiado el autoconsumo -pregunto- su manera de entender la gestión de la energía?

“Sí. Ahora, con la aplicación, sé de una manera bastante precisa lo que consume cada electrodoméstico y gestiono su uso de una manera más racional, teniendo en cuenta cuándo hay sol, cuándo no. Trato de evitar poner dos electrodomésticos que consuman mucho a la vez. En los momentos en que sé que las placas están generando y yo a lo mejor estoy en el trabajo, enciendo a distancia las bombas de calor para calentar la casa y ahorrarme así todo lo que puedo de gasóil”.

¿Gasóil?

“Sí, la calefacción y el agua caliente son de gasóil [que era lo que tenía el anterior propietario]. Pero solo utilizamos el gasóil para el agua caliente. Estos inviernos me he gastado unos 500 euros cada año en llenar el depósito. Y le puedo decir que los vecinos, que es una familia de cuatro miembros [la vivienda unifamiliar pareada contigua es idéntica a la de Jesús y Montse], gastan unos 2.000. Nosotros para la calefacción utilizamos leña, tenemos una chimenea en el salón [hidrochimenea], que es la que alimenta los radiadores, y nos gastamos unos 600 euros al año”.

El autoconsumo además impulsa la electrificación, y Jesús y Montse ya han dado varios pasos en esa dirección.

“Cuando llegamos, hicimos alguna reforma y compramos bombas de calor para calefacción y aire acondicionado. Las hubiésemos comprado igualmente, pero con el autoconsumo la decisión estaba más clara todavía”.

¿Y el vehículo eléctrico? Por aquello del tópico, pregunto.

“Jajaja, también nos lo estamos planteando”.

¿Por?

“Pues porque el coche de Montse [ella trabaja a 25 kilómetros de Daganzo] está en las últimas, y hemos visto un modelo que encaja en precio: un Dacia Spring, que me han dicho en el concesionario que me podría salir por entre 12.000 y 14.000 euros, que es algo que nos podemos permitir. Tiene el tamaño que queremos, y, pese a que sólo tiene unos 200 kilómetros de autonomía, como no necesitamos más, aunque tenga ese déficit, tiene a favor que sale muy barato y, bueno, que me ahorraría además muchísimo dinero en combustible. Nos han dicho que estará aquí en diciembre-enero. No hemos tomado aún la decisión, pero no creo que tardemos. Dependerá de lo que dure el C3 de Montse” (un Citroën de 60 caballos y diez años).

¿Un eléctrico por solo 14.000 euros…?

“Sí, con una ayuda de 7.000 euros, según nos han dicho, y entregando el coche nuestro para achatarrar”.

¿Y lo de las ayudas?
Pues lo hemos dejado para el final, que de lo que se trataba era de contar la letra pequeña-pequeña de esta historia, y son muchos los perfiles de interés. Al caso: la bonificación del IBI la ha tramitado directamente Jesús. Lo ha hecho con el Ayuntamiento de Daganzo, que rebaja ese impuesto durante ocho años entre un 20% y un 50% (en función del tamaño de la instalación). La gestión tuvo éxito inmediato y la rebaja (a Jesús y Montse les ha correspondido un 20%) ha dejado una factura que les iba a suponer 651,88 euros en… 521,50 (es decir, 130 euros de ahorro). Si multiplicamos por ocho años, tendremos más de mil euros que no habrán de abonar.

¿Y la ayuda de la Comunidad? (Las ayudas al autoconsumo aprobadas por el Gobierno central las gestionan las comunidades autónomas).

“Pues no se sabe, no contesta. La verdad es que primero hubo un problema con la instaladora, que no cursó la solicitud como es debido, pero, cuando reclamamos, en seguida subsanaron el error (y estoy hablando de marzo del 22) y se supone que la ayuda correspondiente se nos ha preasignado, pero…. Bueno, han pasado ya 30 meses desde entonces y, hasta hoy, nada de nada”.

La ayuda “preasignada” es de 1.620 euros, que, 30 meses después, aún no han llegado a una casa a la que, en ese tiempo, ha llegado hasta Sara.

Lo que sí que le ha pedido la Comunidad Autónoma de Madrid a Jesús y Montse es que cuelguen “visible y legible en la fachada durante cinco años” el cartel que ahí se ve. Eso se lo pidieron a mediados del 23. ¿La ayuda? Esa no. Esa no ha llegado todavía.

 

¿Conclusión? “Bueno, después de todo, la percepción que tenemos, aunque todavía no haya llegado la ayuda prometida, es que estamos contentos. De hecho, quizá hubiese puesto alguna placa más”. Con o sin ayuda, así es la historia. Historias de autoconsumo. Con letra pequeña. Y con números.

Este artículo está incluido en la edición en papel ER235 que puedes descargar gratis en PDF 

Añadir un comentario
Miguel
Pues si la vivienda tiene gasóleo para calentar agua.. han empezado la inversión al revés.. lo primero en lo que tienen que invertir en las viviendas es en aislamiento y eficiencia tratando de reducir el consumo energético. Entre esas medidas estaría pasar de usar caldera de gasóleo a a usar bomba de calor para obtener agua caliente, e incluso como segunda opción menos eficiente, pero más barata, poner un termo eléctrico gestionado para consumir cuando hay más electricidad barata. Eso permitiría aumentar el consumo eléctrico en hora punta solar, o cuando hay temporal, como está madrugada pasada. Después ya, si le sigue interesando, poner una instalación fotovoltaica en su tejado. Resulta curioso que al final muchos consumidores rentabilicen este tipo de instalaciones fotovoltaicas en base a ayudas del Gobierno o de los ayuntamientos, a base de ahorrarse impuestos, que otros ciudadanos tendrán que cubrir o pagar. Llegado a este punto en el que los ayuntamientos reducen impuestos a algunos ciudadanos, ¿no sería también adecuado que le redujesen el IBI a quienes pongan una bomba de calor para calentar agua, o por aislar su vivienda?. Así podrían acceder los dueños de un piso, e incluso, los inquilinos a estas ayudas, y no sólo los dueños de casas y chalets.
Baterías con premio en la gran feria europea del almacenamiento de energía
El jurado de la feria ees (la gran feria europea de las baterías y los sistemas acumuladores de energía) ya ha seleccionado los productos y soluciones innovadoras que aspiran, como finalistas, al gran premio ees 2021. Independientemente de cuál o cuáles sean las candidaturas ganadoras, la sola inclusión en este exquisito grupo VIP constituye todo un éxito para las empresas. A continuación, los diez finalistas 2021 de los ees Award (ees es una de las cuatro ferias que integran el gran evento anual europeo del sector de la energía, The smarter E).