Desde las redes eléctricas de propiedad comunitaria en Alemania a principios del siglo XX hasta los primeros parques eólicos cooperativos en Dinamarca en la década de 1970, la energía comunitaria cuenta con una dilatada historia en Europa. Las comunidades energéticas son grupos de actores que desarrollan en forma colaborativa proyectos locales de energía renovable (por ejemplo, autoconsumo colectivo, movilidad eléctrica, rehabilitación de viviendas, etcétera).
Su principal objetivo es proporcionar beneficios socioambientales, como la lucha contra la pobreza energética y el cambio climático. No buscan el beneficio financiero. Los proyectos energéticos comunitarios aportan entre 2 (en Francia) y 8 (en Alemania) veces más beneficios económicos a las economías locales que los proyectos renovables privados con ánimo de lucro. REScoop.eu, la Federación Europea de Cooperativas de Energía Ciudadana, cuenta en la actualidad con más de 2.250 cooperativas miembros, que a su vez representan a más de dos millones de ciudadanos de la Unión Europea (UE).
El Manifiesto de REScoop.eu, publicado recientemente de cara a las próximas elecciones de la UE, destaca que todos los ciudadanos deberían poder beneficiarse de proyectos de energía limpia producidos localmente. El impulso actual para invertir en la industria europea y aumentar la competitividad no debe considerarse mutuamente excluyente de la inclusión social.
Todo lo contrario: las pequeñas y medianas empresas (pymes) y los agentes de la economía social y solidaria constituyen la columna vertebral de la economía de la Unión Europea, sustentan a las comunidades locales y promueven la innovación local. Electra Energy también ha lanzado su propia campaña para las elecciones europeas, insistiendo en la necesidad de apoyar soluciones climáticas que también sean socialmente justas.
¿Inclusivo o excluyente?
La transición ecológica se está produciendo a una velocidad de vértigo en toda Europa. De hecho, en 2023 se registró un aumento récord de la generación eólica y solar, lo que provocó un descenso estructural del gas y el carbón. Esto supone un enorme impulso para la economía de la UE: entre 2021 y 2023 se han ahorrado 100.000 millones de euros gracias a la incorporación de energías renovables.
Sí, pero, ¿perciben los ciudadanos estos beneficios tangibles en su vida cotidiana?
España y Grecia son un buen ejemplo: ambos países han aumentado rápidamente la producción de energías renovables en los últimos años. Sin embargo, los proyectos a escala industrial (a menudo instalados en zonas rurales donde el terreno es amplio y barato) suelen excluir a las comunidades locales. Esto contribuye a una mayor marginación, lo que lleva a la población local a oponerse totalmente a las energías renovables, que consideran una imposición desde arriba.
En toda Europa crece la brecha socioeconómica entre las zonas urbanas y rurales, lo que provoca una creciente desconfianza hacia las instituciones democráticas y la radicalización de la extrema derecha. En países como Grecia y España, zonas enteras se están vaciando, ya que los (jóvenes) acuden en masa a las ciudades, donde hay más oportunidades (laborales). Esto contribuye a la percepción de que la agenda verde –incluida la transición a las energías renovables– se configura desde una élite urbana, y se impone sin participación ni co–beneficios, a las comunidades rurales. ¿Cómo cuadrar este círculo?
Desde ofrecer acciones gratuitas de proyectos locales de autoconsumo colectivo a hogares en situación de vulnerabilidad energética hasta formar a la gente sobre el ahorro de energía, las comunidades energéticas ayudan a garantizar que todos los miembros de la comunidad local tengan acceso a una energía barata y limpia. Hay decenas de ejemplos en varios países europeos de cómo las comunidades energéticas promueven la inclusión social interseccional, superando las barreras de clase, género y etnia.
No solo innovación social
Con las recientes revisiones de las Directivas de Energías Renovables, Eficiencia Energética y Eficiencia Energética de los Edificios, se anima a las comunidades energéticas a emprender aún más actividades en el mercado de la energía, como por ejemplo la eólica marina y las rehabilitaciones dirigidas por la ciudadanía. En Ioannina (Grecia) ya se está planificando el primer proyecto agro–fotovoltaico comunitario urbano, que se replicará en Skopje (Macedonia del Norte). Se trata de un huerto urbano que se combinará con la producción de energía limpia a partir de paneles fotovoltaicos especiales. El proyecto piloto estará coordinado por la comunidad energética local CommonEn y el diseño será participativo.
En el caso de España, en el municipio de Aberasturi (País Vasco) se está implantando una red de calefacción comunitaria alimentada por residuos de la producción de cereales y por podas del mantenimiento de los bosques del municipio, con potencial para suministrar agua caliente y calefacción a 60 viviendas. Este proyecto de calefacción sostenible desde la base sustituirá al consumo actual de gasóleo y propano.
Como se afirma en el Manifiesto de REScoop.eu, los Gobiernos de la UE deberían reconocer y recompensar esta doble innovación social y tecnológica de las comunidades energéticas.
Resulta alentador que tanto España como Grecia hayan destinado cientos de millones de euros de sus fondos de Recuperación y Resiliencia y de Cohesión, a apoyar a las comunidades energéticas, con condiciones sociales: los proyectos beneficiarios deben abordar la pobreza energética. Sin embargo, a menudo estos fondos públicos son absorbidos en su mayor parte por grandes empresas.
Transición energética integradora
La economía de las energías renovables (paneles solares, baterías, vehículos eléctricos) está impulsando un nuevo auge industrial competitivo en todo el mundo. Esto es evidente tanto en España como en Grecia, donde las grandes empresas están desarrollando proyectos a gran escala a una velocidad vertiginosa. Sin embargo, incluso cuando estas empresas promueven proyectos locales de uso compartido de la energía, el componente social de las comunidades energéticas sigue ausente: la propiedad local, la participación democrática, el reparto de los beneficios. La transición energética avanza, pero los beneficios siguen siendo para unos pocos.
La UE y los Estados miembros deben garantizar que todos los ciudadanos compartan los beneficios de esta transición, asegurando realmente que nadie se quede atrás.
Históricamente, España y Grecia han sido países periféricos de la UE, tanto literal como metafóricamente. Esto ha llevado a la marginación (económica), pero también ha allanado el camino para que surjan formas alternativas de organización comunitaria e innovación social. Desde los proyectos de energía solar comunitaria en minas de carbón abandonadas del norte de Grecia hasta la revolución de la energía solar comunitaria en los tejados de muchas ciudades españolas, las comunidades energéticas están anunciando una nueva era de innovación socio–técnica integradora.
Autores: Chris Vrettos, Electra Energy; Stavroula Pappa, REScoop.eu; Chris Merveille y Erika Martinez, Goiener