Una instalación solar fotovoltaica de 42 kilovatios pico sobre el tejado de una escuela rural, instalación cuya producción se repartirá entre el cole y alrededor de 30 viviendas de familias de la localidad. La iniciativa -denominada La Energía del Cole- ganó el concurso Renovathon de Greenpeace en 2020 y la organización ecologista la presentó al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico como "modelo de interés a la hora de definir, crear e impulsar nuevas comunidades energéticas". El caso es que, tras un año de trabajo, con el acompañamiento de Greenpeace para constituir los "elementos sociales, legales, técnicos y económicos necesarios para su puesta en marcha", la idea -explican desde la oenegé ecologista- se materializa ahora en este "proyecto piloto de comunidad energética local", proyecto que, a través de un autoconsumo solar colectivo, pretende acometer "un proceso de empoderamiento energético desde los principios del ahorro, la eficiencia energética, la sostenibilidad y la justicia social".
¿Y qué ha ocurrido ahora? Pues que, ante la ausencia de apoyo económico institucional, las entidades promotoras (Asociación Muti, la cooperativa Aeioluz y personas independientes, con el apoyo de Greenpeace) han optado por la financiación ciudadana solidaria colectiva a través de una campaña de donaciones en la plataforma Goteo, en la que pueden participar tanto personas individuales, como entidades y empresas, con aportaciones desgravables en la declaración de la renta (entre el 80% y 35% respectivamente).
A pesar de que la figura de comunidad energética local (CEL) ya ha sido legislada por Europa, en su interés por democratizar el modelo energético que evite la concentración en pocas grandes empresas, su transposición al ordenamiento nacional -denuncian desde Greenpeace- todavía no está completada. Así, se ha producido un retraso en el desarrollo y despliegue de las comunidades energéticas, que se dibujan -consideran en la oenegé ecologista- como un importante fenómeno transformador del modelo enerǵetico al poner a la ciudadanía como actor directo de la transición energética.
María Prado responsable de Energía Ciudadana de Greenpeace: “este proyecto es un símbolo de cómo ha de ser el nuevo modelo energético. En plena crisis de precios de electricidad y combustibles contaminantes importados, va a enseñar a las niñas y niños del futuro, a sus familias y al ayuntamiento a producir, usar y compartir energía limpia y gratuita (del Sol) desde los valores del ahorro, la eficiencia, la sostenibilidad y la solidaridad con los colectivos vulnerables (mujeres y familias monomarentales principalmente). El poder de este proyecto va más allá de lo local, porque cualquier colegio de España podrá replicarlo. Y eso son muchos miles de niñas, niños y familias usando energía limpia y sostenible con valores de sostenibilidad y justicia social. Por eso este proyecto tiene que ser un éxito y las aportaciones económicas ciudadanas voluntarias son indispensables. Cuanto antes aprendamos a utilizar nuestra propia energía antes haremos partícipes a la sociedad de la urgente transición energética”
Empoderamiento vs caridad: la democratización de la energía frente al oligopolio
Según Greenpeace, este proyecto supone un gran desafío, no solo por la dificultad que entraña el abrir camino "en las diferentes áreas que necesita construir, experimentar y superar sin experiencias previas ciudadanas (arquitectura social, legal, técnica y económica)" sino también porque apuesta "por una gobernanza democrática y un empoderamiento de las mujeres, niñas y niños como agentes de cambio social, modelo que supone una alternativa sustancialmente diferente al de otras propuestas impulsadas por grandes empresas energéticas, que tratan la vulnerabilidad energética desde la caridad y la transición energética desde el modelo de oligopolio y especulativo".
María Prado responsable de Energía Ciudadana de Greenpeace: “desde Greenpeace llevamos años denunciando y exigiendo dejar de tratar la energía como un producto de lujo, en manos de unas pocas empresas energéticas especializadas en especular, para tratarla como un derecho de todas las personas. Este proyecto demostrará que cualquiera de nosotras, desde un pueblo, barrio o ciudad podemos hacer y utilizar nuestra propia energía limpia de manera sostenible y solidaria. Si muchas personas deciden apoyar este proyecto, se podrá demostrar que es posible usar la energía renovable de manera compartida para fines no solo ambientales sino sociales”
Según la organización ecologista Greenpeace, este proyecto piloto, basado en la producción de energía solar en el tejado de un colegio para compartir la electricidad con las familias, aspira a ser replicado en más de 9.000 colegios públicos.