Barcelona acogió del 18 al 20 de noviembre de 2013 las “Olimpiadas” del vehículo eléctrico. Me refiero al Simposio EVS27, un evento planetario en torno a la electromovilidad que desde 1969 tiene lugar en un país y ciudad distintos y que en esta edición ha dejado su impronta en Europa, en España y en Barcelona como epicentro del sector a nivel mundial.
Las Olimpiadas tienen el efecto contrario a Atila, el caudillo de los hunos del que se decía que por donde pasaba no volvía a crecer la hierba. Los Juegos Olímpicos nos demuestran que allí donde se celebran, dejan en la anfitriona un poso de crecimiento y desarrollo notable. Por eso, la EVS27 se me antoja que ha supuesto un antes y un después para Barcelona y para España, un punto de inflexión en el impulso a la movilidad eléctrica en nuestro país, donde se ha evidenciado que el desarrollo tecnológico y su potencial como generador de industria, de modelos de negocio y de empleo son lo suficientemente maduros como apostar decididamente por su presente y su futuro.
España está llamada a ser líder en movilidad eléctrica como potencia industrial y tecnológica y sin duda, el sector ofrecerá no sólo una solución eficiente en el ámbito de la movilidad sostenible, sino también una salida al desarrollo económico que tanto necesitamos hoy día.
De hecho, en términos de infraestructura, España ocupa el sexto puesto, de un total de 28 países europeos, en número de puntos de carga de vehículo eléctrico instalados, con 737, por detrás de Reino Unido (5.067), Holanda (4.595), Francia (2.458), Alemania (2.033) e Irlanda (1.280) según los últimos datos actualizados por el Parlamento Europeo.
Igualmente, con fábricas de vehículos eléctricos de dos y cuatro ruedas en diversas ciudades y regiones españolas, el valor como potencial industrial y tecnológico cobra aún mayor sentido.
Pensando en el poso que ha dejado la EVS27 en el impulso a este mercado, me viene a la mente la historia y moraleja de aquel multimillonario que organizó una fiesta en su casa y congregó a los invitados en torno a su enorme piscina, que estaba infestada de cocodrilos y caimanes.
-“A aquel de vosotros que se meta en la piscina y salga sano y salvo por el otro lado le regalaré mi mansión, mi jet privado y mi yate”, les dijo el ricachón a los invitados.
Al rato, se zambulló en la piscina alguien que empezó a luchar encarnizadamente con los reptiles y tras cinco minutos, todos los cocodrilos y caimanes yacían inertes panza arriba, mientras al otro lado de la piscina salía un señor cosido a dentelladas y con la ropa hecha jirones, pero vivo
-“¡Oiga, es usted el paradigma del valor!” le dijo el millonario... “Tenga las llaves de mi mansión”.
-”Ya tengo una casa muy bonita, gracias”, le contestó el heroico invitado.
-”Pues tenga entonces las llaves de mi jet privado”, añadió el millonario.
-”Viajo en coche y en tren. Volar me da miedo”, le espetó el superviviente.
-”Aquí tiene entonces las llaves de mi yate”, apostilló el millonario.
-”Muy amable, pero mi familia tiene un astillero”, respondió el héroe, declinando el regalo...
-”Pero entonces, ¿qué quiere usted, buen hombre?”, le preguntó el acaudalado anfitrión.
-”¿Yo..? ¡¡Encontrar al cabronazo que me ha empujado!!”
La moraleja de esta historia es que a veces, todos necesitamos de un empujoncito para hacer cosas que pensábamos que no podíamos llegar a conseguir. La movilidad eléctrica ha pinchado más de una y más de dos veces a lo largo de estas últimas décadas (poderoso caballero es Don Petróleo) y aún sigue luchando contra varios “caimanes y cocodrilos”. Nos queda trecho para llegar al otro lado de la piscina pero seguro que, aunque cosidos a dentelladas y con la ropa hecha jirones, aquellos que creemos y confiamos en la movilidad eléctrica saldremos vivos y coleando y eventos como la EVS27 son, sin duda, un pequeño empujón en ese camino.