En el “Estudio del Impacto Macroeconómico de las Renovables en España 2015”, de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), se hace el balance de las renovables en la última década 2005–2015. Los beneficios son convincentes: el ahorro en el precio de la energía ha sido de 49.694 millones de euros, las importaciones de energía fósil evitadas han supuesto otros 23.733 millones y se han reducido emisiones de CO2 por 3.823 millones. Si las primas percibidas por las renovables han sido 44.386 millones, por cada euro que han costado las renovables los consumidores y la economía han ganado 1,74 euros, por el ahorro de emisiones, importaciones de combustibles fósiles y rebaja de la luz.
Solamente en 2015 las renovables han ahorrado 55 millones de toneladas de CO2, 20 millones de toneladas equivalentes de petróleo, 16,9 euros MWh en el precio de la energía y España sigue siendo el segundo país del mundo en patentes renovables. Ninguna otra tecnología de generación puede presentar un balance semejante. A pesar de ello, la política energética ha hundido la inversión renovable (sólo se instalaron 27 MW, el 0,018% de los 150.000 MW que se instalaron en todo el mundo), se ha deslocalizado la industria nacional de renovables y se han destruido 70.000 empleos ante la indiferencia general.
La política climática de España es la peor de toda Europa. Mientras en nuestro entorno las emisiones se estancaron en 2015 y creció el consumo de renovables, aquí crecen las emisiones y se reduce la demanda de renovables. Es el ridículo español que en ninguna norma de su ordenamiento jurídico reconoce los beneficios de las renovables, que siguen consideradas como un grave riesgo para el sistema eléctrico.
Los hechos no son como tantas veces nos han contado los grandes medios de comunicación, las grandes compañías energéticas y los sucesivos gobiernos. La realidad supera esa “verdad alternativa”, repleta de mentiras mil veces repetidas, que los estudios de APPA han desmontado año tras año. El penúltimo capítulo son las anunciadas subastas de renovables. Se trata de evitar que Bruselas demande al Gobierno ante el Tribunal de Justicia de la UE por incumplimiento de los objetivos de 2020, esgrimiendo una complacencia desmedida sobre lo avanzados que vamos con 27 MW al año de nueva potencia, ocultando que España es líder mundial en dependencia del carbón, el gas y el petróleo, que es la única razón de los altos precios de la energía en nuestro país.
Basta con mirar lo que está pasando en todo el mundo para constatar que la revolución de las energías limpias está pasando ahora. Por el contrario, con nuestros actuales líderes políticos y empresariales, empeñados en retrasar su madurez en España, se avecinan veinte años de atraso bajo la gran mentira de que los combustibles fósiles y la nuclear son las energías más baratas, limpias, abundantes y seguras.
El complejo político–energético ha construido su “verdad alternativa” sobre las renovables para defender una economía atada a los contratos de suministro de energía fósil importada de terceros países en un mercado sin competencia y sin reguladores independientes. Se supedita la salud, la eficiencia y el medio ambiente a los intereses de los cárteles de la energía en un país donde el conocimiento, la innovación y los derechos de los consumidores se desprecian, incluso en las leyes.
Los informes anuales de APPA deberían estudiarse en los institutos, escuelas de ingeniería y arquitectura. Antes que el negacionismo climático, España sufre el negacionismo de las renovables, justificado en la misma negación de la evidencia que supedita la verdad a los prejuicios y los intereses políticos y financieros. La revolución de las energías limpias necesita en España que antes se produzca una revolución a favor de la verdad.