“Las tierras que hoy son marginales puede que no lo sean en el futuro, debido a la creciente demanda de terreno en todo el mundo para producir alimentos y piensos. Sin embargo, el uso de este tipo de tierras es una buena oportunidad para cubrir las necesidades actuales de biocombustibles, si no son necesarias para otros usos como, por ejemplo, la conservación de la biodiversidad”. Estas declaraciones a SINC de Klaus Butterbach-Bahl, coautor del estudio publicado en Nature e investigador del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (Alemania), confirman el delicado momento que vive el binomio biocarburantes-cultivos y la necesidad de encontrar soluciones para el desarrollo de ambos.
La Comisión Europea ya ha movido ficha para limitar considerablemente el uso de materias primas procedentes de cultivos para fabricar biocarburantes y en Estados Unidos una grave sequía ha quebrado la producción de etanol a partir de maíz y ha puesto en pie de guerra a ganaderos y granjeros en la competencia por el grano, hasta el punto de pedir la reducción de los objetivos de mezclas de la normativa sobre combustibles renovables del país. Precisamente, el estudio científico mencionado presenta a las tierras marginales como alternativa para cumplir con la Renewable Fuels Standard (RFS) aprobada en Estados Unidos.
836 millones de tierras marginales en el mundo. ¿Todas disponibles?
Ilya Gelfand, otro de los autores del trabajo e investigador de la Universidad Estatal de Michigan (EE UU), reconoce también a SINC que "el uso de cultivos alimentarios como maíz o soja para biocarburantes puede afectar al precio de los alimentos y a las decisiones del uso del suelo". Su equipo evaluó el potencial de las tierras marginales en el medio oeste de EEUU. En los resultados se concluye que dichas zonas podrían producir biomasa suficiente para satisfacer aproximadamente el 25% de la meta fijada para 2022 por la RFS. “El aumento de la población humana y la necesidad futura de alimentos restringirá potencialmente el cultivo para la producción de biocombustibles. Por lo tanto, pensamos que el uso de las tierras marginales y los biocarburantes celulósicos representan una práctica de gestión optima”, concluye Gelfand.
En 2008, el Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo (IIMAD) y la FAO publicaron el estudio Fuelling exclusion? The biofuels boom and poor people’s access to land, en el que analizaban las consecuencias de la expansión de las plantaciones comerciales de cultivos bioenergéticos en el uso y el acceso a las tierras en los países productores. Por entonces ya se recomendaba que dichos cultivos se plantaran en tierras marginales y aportaban diversas estimaciones. Una de ellas, que consideraba degradadas a tierras tropicales antiguamente forestadas y no destinadas en la actualidad a usos agrícolas o a otros usos, las cifraba en 500 millones de hectáreas (100 millones tanto en Asia como en América del Sur y 300 millones en África). Por otro lado, mencionaban que las tierras agrícolas hoy abandonadas podrían cubrir una superficie de 386 millones de hectáreas en todo el mundo.
Dos cultivos marginales con diferentes resultados: jatropa y camelina
Pero incluso en estos casos, el informe del IIMAD y la FAO pedía cautela: “la producción comercial de biocombustibles en tierras marginales tropezará probablemente con obstáculos no leves, y el uso abusivo de tales tierras podría conducir a daños ecológicos a largo plazo o permanentes, tales como la salinización y la erosión grave. En muchos casos, la utilización de estos terrenos puede también conllevar consecuencias de índole social. Los medios de vida de grupos pobres y vulnerables dependen de tierras que gobiernos u operadores consideran marginales pero en las cuales la gente realiza cultivos en pequeña escala, practica la ganadería y recolecta productos silvestres".
Entre los ejemplos citados estaba la India y el cultivo de jatropa, “que se planta generalmente en terrenos baldíos donde la población pobre recoge leña, alimentos, piensos, madera y paja”. Más recientemente, en febrero de 2011 no solo ecologistas, sino también agricultores y empresas criticaban el desarrollo de esta misma planta en tierras similares de África. En la cara de la moneda está la camelina, también poco exigente en cuanto a su cultivo, y que ya ha protagonizado varios vuelos exitosos en el motor de los aviones de todo el mundo.