El GEP es un organismo vinculado al G8 en el que participan 23 países y 13 organizaciones e instituciones internacionales, España y la Comisión Europea incluidos. Durante la reunión del G8 de la semana pasada en Deauville (Francia) se acordó aprobar un documento en el que se especifican 24 indicadores de sostenibilidad que de forma voluntaria deben observar todos los actores presentes en el campo de la bioenergía. Desde el GEP inciden en que están basados en criterios científicos y buscan ayudar a los países, en especial a los menos desarrollados, a evaluar y desarrollar la producción y uso sostenible de la bioenergía.
Los 24 indicadores se reparten en tres pilares. El primero es el ambiental, y a partir de él se derivan 8 indicadores: análisis del ciclo de vida (durante la producción y consumo) de las emisiones de gases de efecto invernadero; calidad del suelo utilizado (en especial vinculado a las reservas de carbono); extracción de madera y su relación con el aprovechamiento sostenible del bosque; emisiones de sustancias contaminantes; disponibilidad y eficiencia en el consumo de agua; calidad del agua utilizada y afectada por la producción de bioenergía; identificación de áreas de alto valor para la biodiversidad donde ya se cultiva o puede cultivar; y cambios en el uso indirecto de la tierra.
Un programa especialmente indicado para países en desarrollo
El siguiente grupo de indicadores se agrupa en torno a componentes sociales: propiedad de la tierra y derechos sobre la misma; efectos sobre el precio y suministro de alimentos; influencia en los ingresos de las comunidades afectadas; generación de trabajo; cambios en el tiempo que dedican mujeres y niños a la recogida de biomasa con respecto al uso tradicional de la misma; mejora y ampliación de los servicios que ofrece la bioenergía; beneficios en la reducción de mortalidad y enfermedades atribuibles a la inhalación de gases en la combustión de biomasa en el interior de los hogares; e incidencia en la salud en relación a otros sectores energéticos.
Y por último, quedan los 8 indicadores referidos al pilar económico: productividad; balance neto en la producción de energía en comparación con otras fuentes; valor añadido bruto por unidad de bioenergía producida; cambios producidos en el consumo de combustibles fósiles y en el uso tradicional de la biomasa; formación y cualificación de la mano de obra; diversificación de la energía; infraestructura y logística para la distribución de la energía; y capacidad y flexibilidad en el uso de la bioenergía.
Las bases de una sostenibilidad eficaz y rentable para Europa
Ayer mismo, la Asociación Española de Valorización Energética de la Biomasa (Avebiom), que ostenta la vicepresidencia de Aebiom, daba a conocer también una propuesta de acciones a la Comisión Europea (CE), firmada por Aebiom y EBA, para “avanzar en las políticas de sostenibilidad que den estabilidad a las inversiones”. A este respecto, recuerdan que en febrero de 2010 la CE publicó una memoria en la que se proponían a los Estados Miembros recomendaciones sobre la sostenibilidad en la producción de electricidad, calor y frío con biomasa sólida y gaseosa, y que a finales de 2011 tiene que informar por segunda vez acerca de esos criterios de sostenibilidad.
Ante esta decisión, Aebiom y EBA proponen a la CE una serie de acciones para la clarificación de estas políticas que se concretan en cuatro puntos. El primero aboga por la armonización entre las legislaciones de los Estados Miembros, para no cometer los errores que, a juicio de ambas organizaciones, se detectan con los criterios de sostenibilidad aplicados a los biocarburantes. Por este motivo, solicitan a la CE “una armonización de la normativa y de los requisitos en materia de sostenibilidad para la biomasa sólida y biogás para usos térmicos y eléctricos” y que se publique "una guía u hoja de ruta para la correcta interpretación de la normativa en cada Estado Miembro”.
Aprovechar los sistemas que ya garantizan la sostenibilidad
El segundo punto se refiere al reconocimiento de los sistemas de sostenibilidad nacionales ya existentes, para que se tengan en cuentan en futuras normativas. Citan los casos de los planes de ordenación forestal y los sistemas de certificación FSC o PEFC, entre otros, “elementos que contribuyen a la sostenibilidad y al crecimiento de las masas forestales en Europa". El tercer punto habla de la igualdad de trato entre la bioenergía y otros fines (comida, madera y otras industrias) Aseguran que la puesta en marcha de un marco regulatorio que asegure la sostenibilidad de los aprovechamientos forestales y de la agricultura ha de entenderse “como un todo, independientemente de su uso final. Esto ayudará a evitar competencias desleales en el mercado y contribuirá a la consecución de las políticas medioambientales”.
Por último, abogan por establecer un sistema eficiente en costes, sin mucha burocracia, que no conlleve “gastos innecesarios para todo del sector de la bioenergía, elevando los precios y restando competitividad de los biocombustibles frente a los combustibles fósiles”. A este respecto Aebiom y EBA hacen dos propuestas concretas. Una es que se utilicen procedimientos ya existentes, como los sistemas de declaraciones responsables para los proyectos de pequeña escala. Y otra es que “la futura regulación en sostenibilidad deberá aplicarse solo a productores de energía a partir de 20 MW de potencia para biomasa sólida y 2,5 MW para biogás”.
Más información:
www.avebiom.org
www.globalbioenergy.org