Una cifra estimada de un millón de filipinos cayó en la pobreza en 2013 después del paso del tifón Haiyan, que destruyó más de un millón de viviendas y socavó la economía nacional causando pérdidas por valor de 12.900 millones de dólares estadounidenses (12.900 M$). Los niveles de desempleo y pobreza aumentaron en Bangladesh un 49 y un 22%, respectivamente, tras el paso por ese país (año 2010) del ciclón Aila. Entre los hogares guatemaltecos golpeados por la tormenta tropical Agatha en 2010, aumentó la pobreza un 14%. Son algunos de los datos que recoge el último informe que sobre cambio climático y pobreza ha elaborado el Banco Mundial (BM).
El estudio ratifica valoraciones, confirma sospechas, pero, sobre todo, revela un cierto aspecto del problema que parece hasta ahora ajeno a los titulares de los medios. A saber: los desastres naturales no solo dejan una estela de devastación, sino que sumen en la pobreza, aún más honda, a muchas comunidades de todo el mundo. Y los titulares de los medios -explica el informe- no escatiman en aproximaciones económicas sobre "los daños en los edificios, las infraestructuras o la producción agrícola". Sin embargo -matiza el BM-, nuevos estudios nos están indicando que "poner el énfasis en el impacto monetario de las catástrofes naturales no entrega un panorama completo de la situación. De hecho, lo distorsiona".
¿Y cómo lo distorsiona?
Pues el estudio del Banco Mundial -titulado Unbreakable: Building the Resilience of the Poor in the Face of Natural Disasters- lo explica así: el impacto monetario de las catástrofes "representa solo las pérdidas sufridas por las personas lo suficientemente ricas que, desde un principio, tienen algo que perder. Sin embargo -añade el BM-, ese coste no puede explicar el efecto devastador de los desastres en los pobres del mundo, que sufren en términos relativos mucho más que las personas más adineradas". Considerando esta perspectiva -concluyen los autores del estudio-, hay que advertir que "los desastres naturales son un obstáculo más grande de lo que se pensaba para poner fin a la pobreza en el mundo".
Lo que dice la letra pequeña del estudio
El estudio del Banco Mundial revela aspectos poco tratados en los medios. Las personas pobres, tras verse afectadas por una catástrofe, no solo se encuentran menos protegidas por seguros privados (que no tienen) o coberturas sociales (inexistentes las más de las veces) sino que, además, "reciben menos ayudas para la recuperación que las personas no pobres. En respuesta a las inundaciones y deslizamientos de tierras en Nepal en 2011 -ejemplifica el BM-, sólo un 6% de las personas muy pobres pidieron ayuda al Gobierno, en comparación con casi el 90% de las personas no pobres".
Frente a todo ello, el estudio del BM propone alternativas. ¿Por ejemplo?
"Las redes de seguridad adaptativas, el financiamiento contingente y los fondos de reserva, así como el acceso universal a los sistemas de alerta temprana -dice el BM- reducirían las pérdidas de bienestar debidas a desastres naturales que no pueden evitarse". Si todos los países implementasen estas políticas -asegura el estudio-, "la ganancia de bienestar sería equivalente a un incremento de 100.000 M$ en el consumo mundial anual". O, dicho de otro modo: "las políticas que hacen que las personas sean más resilientes -es decir, más capaces de afrontar las consecuencias de desastres que no se pueden evitar y recuperarse de los mismos- pueden ahorrar 100.000 M$ cada año", según el BM.
Denominación de origen
El informe ha sido elaborado por el Banco Mundial y el Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación. Su título es Unbreakable: Building the Resilience of the Poor in the Face of Natural Disasters (Indestructibles: construyendo la resiliencia de los pobres frente a desastres naturales; y ha sido dado a conocer esta semana en la vigésima segunda reunión de la Conferencia de las Partes (Conference of Parties, CoP 22) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que está desarrollándose en la ciudad de Marrakech (Marruecos). Según el presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim: "generar resiliencia ante los desastres no solo tiene sentido económico, es también un imperativo moral".
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