Diecisiete centrales nucleares japonesas resultaron dañadas por el maremoto que tuvo lugar el once de marzo de 2011 o paradas inmediatamente después de sucedido el accidente, como medida de emergencia, obligadas por el gobierno del país. Además, otras treinta y cinco centrales han sido desenchufadas desde marzo del año pasado para llevar a cabo en ellas tareas de mantenimiento exigidas por la legislación japonesa ("parada programada por recarga o inspección", según la terminología propia de Foro Nuclear, patronal española del sector que ha difundido un informe sobre la situación nuclear en Japón un año después de la catástrofe de Fukushima). Las dos centrales nucleares que aún continúan operando (dos de 54) serán desenchufadas para llevar a cabo en ellas tareas de mantenimiento en marzo o abril.
A día de hoy, ninguna de las centrales atómicas cerradas ha recibido permiso de las autoridades japonesas para volver a operar. La conclusión es que, ahora mismo, de los 48.960 MW nucleares instalados en Japón, solo funcionan 2.270 MW (menos del 5%, o sea, las dos centrales que aún permanecen en marcha). Según datos del Foro de la Industria Atómica de Japón, 15.990 MW (17 reactores) están parados como "consecuencia del tsunami o de requerimientos gubernamentales" y 30.700 MW (35 reactores) están fuera de servicio "por inspección periódica u otros [motivos]". El sistema eléctrico japonés ha seguido funcionando gracias, entre otras causas, a la reducción del consumo de electricidad y a la entrada en funcionamiento de una serie de centrales térmicas convencionales.
Décadas para la descontaminación
Por lo demás, y aunque las tareas de reconstrucción avanzan a buen ritmo en el área afectada por el maremoto, decenas de miles de personas (80.000, según Las heridas del tsunami) continúan, cuando se cumple un año de la catástrofe, sin poder regresar a sus hogares por culpa de la contaminación radiactiva, que mantiene clausurada un área de un radio de 20 kilómetros en torno a la central siniestrada (en los días inmediatamente posteriores a la catástrofe, fueron evacuadas de la zona "250.000 personas hasta un radio de 30 kilómetros de la central", según datos del Foro Nuclear de España). Afortunadamente, el pasado mes de diciembre, el gobierno japonés anunció que las unidades 1, 2 y 3 de la central nuclear de Fukushima Daiichi han alcanzado el estado de “parada fría”.
Eso sí, para el futuro –informa Foro Nuclear–, la compañía propietaria Tepco y el gobierno japonés han establecido un nuevo programa de trabajo que va a durar... décadas. El programa, así, consta en principio de una primera fase, con una duración de tres años, en la que se extraerán los combustibles usados de todas las piscinas. A continuación comenzará una segunda fase en la que se repararán las contenciones y se llenarán con agua, fase que durará unos seis años. Y, posteriormente, se procederá a la eliminación del combustible fundido de las tres primeras unidades, lo que podrá durar 25 años, según Foro Nuclear. A día de hoy, las autoridades japonesas aún no saben cuándo podrá ser rehabitada la zona. El reactor de Fukushima, un modelo BWR de General Electric, es idéntico al instalado en Garoña el mismo año de 1971.
Un asunto generacional
En la imagen (de Greenpeace), Tsushima, paisaje contaminado en el distrito de Namie, enclave cerca de la zona de exclusión de 20 kilómetros alrededor de la central nuclear de Fukushima Daiichi. Según Greenpeace, y a pesar de que se encuentra fuera de esa zona, Tsushima está "muy contaminada porque, durante tres días, el viento condujo la lluvia radiactiva de la triple fusión hacia el pueblo". La organización ecologista señala en su exposición Shadowlands que "la población estuvo expuesta allí a altos niveles de radiación. A pesar de que las autoridades disponían de información que señalaba que esto ocurriría, nadie avisó a los habitantes. Finalmente se evacuó a miles de residentes de los pueblos a viviendas temporales en Nihonmatsu. No saben si podrán o no volver a sus pueblos".
Shadowlands, los rostros de Fukushima es una exposición fotográfica que está difundiendo Greenpeace estos días y que "muestra el lado humano del desastre". Obra de Robert Knoth y Antoinette de Jong, recoge testimonios, en primera persona, de afectados por el accidente nuclear y pretende ser mostrar la letra pequeña de la historia, la que nunca aparece en los titulares de los medios de comunicación. Historias de vida –la vida después de la catástrofe– como las de Tatsuko Ogawara y su marido Shin, que se dedicaban –durante 26 años lo hicieron– a la agricultura ecológica precisamente en la zona ahora contaminada; o la vida de Kenta Sato, que cree que el desastre provocó un distanciamiento generacional enorme en los pueblos evacuados: “nosotros queríamos abandonar el pueblo poco después del accidente porque pensábamos que no estábamos seguros allí. Sin embargo, las personas mayores no se querían marchar, así que nos tuvimos que quedar”. Días más tarde, todos tuvieron que ser evacuados.
Más información
Shadowlands, los rostros de Fukushima, de Greenpeace
Fukushima, un año después, de Foro Nuclear