– Hasta ahora sólo organizaciones como Greenpeace se habían propuesto poner fecha a un modelo basado 100% en renovables. Dinamarca es el primer país en hacer algo así. ¿Lo han pensado bien?
En Dinamarca se nos da bien el tema verde y sabemos hacer de ello un negocio. La ambición de reconvertir Dinamarca en un país 100% sostenible energéticamente es, por tanto, no solo una cuestión que tiene que ver con el cambio climático. Es también una forma de asegurar el futuro de la economía danesa. Hace ya cuatro años Dinamarca creó la Comisión del Clima, compuesta por expertos independientes, para analizar cómo acometer la reconversión a las energías renovables.
Su conclusión ha sido clara: puede hacerse, y no costará más de lo que hubiese costado no hacer nada. En realidad, puede resultar más barato a largo plazo. Estos años estamos experimentando una explosión tanto de la demanda como del precio de los combustibles fósiles. Mientras, las reservas de petróleo y gas están concentradas cada vez en menos países. Tengo, por tanto, la firme convicción de que la reconversión verde supondrá el mejor seguro para el futuro de “la empresa Dinamarca”. No solamente nos aseguramos contra el riesgo de precios vacilantes de la energía, sino que consolidamos las condiciones del sector industrial para exportar las soluciones verdes al resto del mundo en provecho de nuestra economía, reduciendo al mismo tiempo nuestras emisiones de gases de efecto invernadero tan nocivos para el clima. Son muchos beneficios a un precio razonable.
– ¿Ha asumido la sociedad danesa que consumir energías renovables tiene ventajas? ¿Ha sido la propia sociedad la que ha exigido estas medidas a los políticos? ¿Qué piensan los ciudadanos de este cambio de modelo energético?
Dinamarca tiene una larga tradición de tener una política energética progresiva y verde, independientemente de los colores políticos de los diferentes gobiernos. En este sentido, no se trata de un cambio brusco o significativo de la política energética por parte del gobierno actual. Somos un poco más ambiciosos que el gobierno anterior, pero muchas de las herramientas que utilizamos son las mismas y lo han sido durante los últimos años. Lo cual también significa que existe un apoyo amplio para realizar esta transición, tanto en la población como por parte de las empresas. La división, por tanto, es más sobre la velocidad que se debe elegir y sobre quién debe asumir la mayor parte de la carga.
– ¿Cómo se lo han tomado las empresas que tienen intereses en las fuentes de energía convencionales como carbón, gas y petróleo? En España sus responsables atacan constantemente a las renovables con el argumento de que la electricidad se encarecerá mucho.
Sería más lógico preguntarles a ellas mismas. Sin embargo, en general, el Gobierno tiene la opinión de que las inversiones en la transición verde aumentarán las posibilidades de Dinamarca de conseguir una ventaja tecnológica en el futuro. También en el caso de las empresas nacionales de energía, que seguirán siendo necesarias. Muchas empresas danesas ya mantienen una posición de fuerza global en varios de los sectores tecnológicos, en los cuales tanto Dinamarca como el resto del mundo querrán invertir durante las próximas décadas para poder usar la energía más eficientemente y producir energías renovables. Una transición ambiciosa, pero también realista, apoyará estas posiciones de fuerza. La transición reforzará el mercado nacional de soluciones verdes y promoverá la innovación tecnológica y la investigación. Si se aprovechan estas oportunidades, se pueden crear también nuevos empleos verdes en toda Dinamarca.
– Tras la cumbre del clima de Copenhague, en diciembre de 2009, y la última de Durban el cambio climático parece haber desaparecido de la agenda política. ¿Tiene usted esa percepción? ¿Cómo pretende gestionar el gobierno danés la crisis climática?
Dinamarca sigue desempeñando un papel activo en las negociaciones internacionales sobre el clima, aunque para mí también está claro que la vía de la ONU, tal y como está la situación ahora, no parece poder solucionar la crisis climática por sí sola. Necesitamos que países, ciudades y regiones se pongan delante y muestren que el camino verde no es sólo mejor para el clima sino que también tiene sentido, económicamente hablando, independizarse de los combustibles fósiles y ahorrar energía. Y es aquí donde Dinamarca procura ir delante con su ejemplo. Confiamos en que las inversiones en renovables y ahorro energético son el camino a seguir, no sólo por el bien del clima sino también pensando en nuestra situación macroeconómica dentro de 10, 20 o 30 años.
Afortunadamente, compartimos esta percepción cada vez con más países, ciudades y regiones. Por ello, espero que veamos en los próximos años un movimiento notable desde abajo que tendrá un efecto positivo para la lucha contra el cambio climático. Mi esperanza se motiva también en que, por ejemplo, las inversiones globales en tecnologías renovables han superado por primera vez este año a las inversiones en combustibles fósiles tradicionales. Esto me demuestra que hay ya movimiento, aunque desearía, claro, que se desarrollara con más rapidez.
– Una de las claves en las que basa el nuevo gobierno danés su apuesta por las renovables es la oportunidad de convertirse en un referente tecnológico a nivel mundial. Ya lo son en energía eólica. ¿Puede darnos algunas pistas sobre las líneas en las que quieren trabajar con más fuerza?
Es verdad que Dinamarca mantiene una posición de fuerza en el ámbito de la energía eólica. Se debe tanto a nuestras empresas innovadoras como a los marcos políticos que han creado estabilidad para las inversiones en la energía del viento. Pero no termina ahí, ni mucho menos. Las empresas danesas también están muy avanzadas en los sectores del ahorro energético, smart grid e infraestructura para coches eléctricos, por mencionar solo algunos ejemplos.
En particular, la eficiencia energética es un sector donde veo una potencial enorme para los años venideros. Si miramos el ejemplo danés, hemos calculado que la sociedad danesa ahorrará en 2020 aproximadamente 930 millones de euros en el consumo final de energía como resultado de la política energética que ha propuesto el Gobierno. Para lograrlo habrá que gastar unos 750 millones de euros. Por lo tanto, se trata de un claro beneficio tanto para la competitividad de las empresas como para las economías de los hogares daneses.