Una vieja apuesta en curso de la UE es converger hacia el Mercado Interior de la Energía (MIE). Con la electrificación esto se convertirá en realidad. Pero a este objetivo se le ha cruzado con urgencia, la transición hacia la descarbonización.
Por razones climáticas, políticas y empresariales los países de la UE están optando por diferentes vías hacia este segundo reto. Pues, aunque todos apuestan por las renovables, los estados líderes van a confiar su seguridad energética en otras alternativas.
España ha emprendido el proceso sin que conozcamos si sólo confiará en las renovables. Francia ha dicho que apostará por la nuclear. Alemania, de facto, lo está haciendo por el gas, que descarbonizará.
Cuando se fijó el primero de los objetivos citados imperaban las energías fósiles. Con estas, el mercado eléctrico ha funcionado bien basado en criterios marginalistas, pero estas reglas no son las adecuadas para los diferentes caminos hacia la descarbonización.
Como se ha visto en la actual crisis del gas, la estructura de la demanda eléctrica actual es muy poco elástica respecto al precio de la electricidad, que se dispara con facilidad.
Pero esto que está sucediendo por causas exógenas, tendrá, como se verá más adelante, causas endógenas de subida de precios eléctricos, que el mercado marginalista magnificará. También riesgos de parada de la inversión ante el aumento de vertidos y cortes de las renovables. Hechos que ralentizarán el proceso, creando dudas en la ciudadanía.
La cuestión se presentará cuando incrementemos renovables para expulsar al gas natural, de lo cual no estamos tan lejos. En ciertos días ya habría habido vertidos de renovables sin exportación, como pudo suceder el pasado día del Pilar y en varios de noviembre. 
La figura es un diseño conceptual de la situación a la que vamos. Ilustra que, para llegar a una estructura de demanda de alta elasticidad, apropiada a la intermitencia de las renovables, hay dos caminos: uno marginalista, en donde el precio de la electricidad tendrá que subir mucho en base a los derechos de emisión de CO2, para dar entrada al H2 azul y después, (línea de puntos) en su caso, sustituir este por H2 verde; el otro que proponemos para nuestro paÍs, se dirige directamente a un mercado de demanda flexible.
Alemania, Holanda…y todos los paÍSes que han saltado en Bruselas ante la propuesta española de cambio de reglas de mercado, van por el primer camino. Francia está de nuestra parte, pues el futuro mercado de flexible con precios bajos no dará para amortizar las nuevas inversiones de su plan nuclear.
Nuestro paÍs dispone de una demanda potencial que no requiere de esa elevación del precio de la electricidad. Me refiero a la desalación de agua de mar, ya que en España, a diferencia de los paÍses citados, el agua tiene un gran valor por causas bien conocidas.
Esta puede servir de cabeza de puente para establecer un mercado eléctrico de demanda flexible, sin tener que esperar al desarrollo del mercado del H2 verde. Acompañada, claro está, de otras flexibles como el bombeo hidráulico, industrias electrointensivas, baterías etc.
La Administración puede ayudar mucho en su lanzamiento. Por ejemplo: premiando en las subastas de renovables el que una fracción de la producción de las instalaciones ofertadas esté previamente contratada con desaladoras; exigiendo que en las especificaciones de éstas se contemplen los requisitos de flexibilidad de operación.
Así, éstas programarían su producción para ajustar oferta-demanda e incluso, podrían llegar a funcionar como reguladores de potencia controlados por el operador del sistema. Esto último en la fase de bombeo del agua a embalses a altas cotas para ser turbinada después.
La iniciativa público-privada debería ser la vía de este negocio transformador. Pero antes debemos convencer a Europa de que el orden para llegar al MIE pasa antes por respetar las características nacionales, que por imponer apriorísticas reglas de mercado.
