Como auxilio ante el corte del gas ruso, hace unos meses el canciller alemán Scholz propuso una interconexión gasística entre Alemania y la península Ibérica a través de Francia. Esta propuesta sonó ingenua por dos razones: la primera, porque una obra de este tipo requiere mucho tiempo y no estaría disponible para la emergencia surgida; la segunda, porque la decidida implicación de Francia es fundamental y este país prefiere seguir con la nuclear. Sin embargo, conociendo a los alemanes hay que pensar que el asunto tiene mayor profundidad que la de sólo salir del apuro.
Alemania, hasta ahora, había confiado en el gas ruso para la transición energética y como energía de respaldo después del 2050. La ruptura con este país le ha hecho buscar sustitutos para este doble fin. En la diversidad y capacidad de suministro de gas que ofrece la península Ibérica, estaría parte de su alternativa.
A Francia, que tiene un concepto radial de Europa con París en el centro, esta propuesta de sopetón no le ha hecho mucha gracia. Que los futuros hidroductos europeos pasen por su puerta no es su prioridad; prefiere vender los excedentes nocturnos de sus nucleares en el MIBEL que tendrá alta proporción de producción de solar.
Por eso, en la reciente reunión, Macron se ha salido por la tangente proponiendo el BarMa; que ya veremos cuando se hace y quién lo va a financiar. Pues Francia no tiene interés inmediato, España y Portugal tienen otras prioridades, y a Alemania, que buscaba seguridad viendo los sabotajes al Nord Stream, la vía marítima no le va.
Además, al darle la patada hacia adelante al asunto, que es lo que se ha hecho en la citada reunión (pues el MidCat volverá), nos estamos perdiendo en lo principal.
El éxito de un proyecto de energías renovables pasa por conectar eléctricamente regiones de diferentes latitudes y climas; esta diversidad y complementariedad, proporciona al sistema eléctrico seguridad de suministro con bajos costes del kWh.
En particular, el proyecto europeo mejoraría sustancialmente con una interconexión eléctrica fuerte y fluida entre el yacimiento de energía solar de la península Ibérica con su complementario eólico del mar del Norte. Conectar España y Portugal (MIBEL) de manera nítida con Centroeuropa, (EPEX) ahorraría pérdidas, congestiones y costosos almacenamientos.
La solución incluso mejoraría haciendo partícipe al Reino Unido, lo que además propiciaría un acercamiento a este país, que después del Brexit, en una reacción muy británica, apeló a Marruecos para llevar hasta allí líneas submarinas por el Atlántico.
En la situación actual Francia tiene la sartén por el mango. Pues, o bien las líneas para esta conexión pasan por su territorio, o bien son submarinas en aguas de su jurisdicción. Porque alejándose de la costa francesa en el Atlántico aparecen grandes fallas, que obstaculizan el tendido eléctrico.
La próxima reunión, los días 8 y 9 de diciembre en Alicante, tiene como objetivo avanzar también en las interconexiones eléctricas y es una oportunidad para España, Portugal y Francia de sacar el compromiso francés de una segunda interconexión de gran potencia: Gatika (Bilbao) – Cubnezais (Burdeos), que continuase posteriormente hasta la subestación donde evacuaran los parques eólicos aludidos.
La guerra ha propiciado el momento para que diseños simbióticos de las futuras redes de electricidad e H2, concebidas a nivel europeo, sean refrendados de manera conjunta por los estados miembros. Un sistema energético proyectado así sería más económico, rentable y seguro que el que surge de la simple adición de los proporcionados por los estados miembros. Además, serviría de directriz para un desarrollo ágil y armonizado de las lentas y complejas interconexiones entre estados.
En última instancia los estados deberán confiar su seguridad energética a la red de la UE, cuya resiliencia será máxima al estar apoyada en los soportes seguros que cada estado aportará.
