Un estudio actual del prestigioso Instituto de Investigaciones Económicas (DIW) concluye que Alemania podría prescindir de las importaciones de energía rusas actuando solamente sobre almacenamientos, conducciones y ahorro energético por parte de hogares e industria.
No recoge esta institución alargar la vida de las tres últimas centrales nucleares en operación, a pesar de que, según una reciente encuesta el 53% de la población alemana lo apoyaría. Lo cual es lógico, ya que tienen prevista la parada este 2022 y este tipo de acciones requieren varios años de preparación, permisos y ejecución.
El informe sin embargo sí apela a la optimización para este fin del uso de oleoductos, gaseoductos y regasificadoras de otros países de la UE. Pues como ha dicho Borrell: “No, esto no es sólo un problema alemán, porque la economía alemana está muy estrechamente ligada a la economía europea”.
Curiosamente en el informe se cita específicamente usar las terminales de GNL de Países Bajos, Bélgica y Francia, pero no las españolas. Sin embargo, por importancia y cercanía a EEUU, éstas podrían hacer la recepción del GNL correspondiente al gran contrato firmado por la Comisión con dicho país.
El problema reside en que, igual que la electricidad, el gas tiene un cuello de botella entre la península y el resto del continente. La capacidad conjunta de los dos gaseoductos que nos unen con Francia es de solo 7,4 bcm /año. (1 bcm, del inglés billion cubic metres, equivale a 1.000 millones de metros de cúbicos).
Pero estamos en una confrontación energético-económica con Rusia; donde lo energético se une a lo bélico sin solución de continuidad.
Situaciones excepcionales piden soluciones excepcionales; por ello propongo: transferir también gas transformándolo aquí en electricidad, usando las interconexiones eléctricas para este fin. Esto aliviaría el consumo eléctrico alemán y este país podría ahorrar gas en la producción eléctrica en invierno y facilitar su almacenamiento en verano.
La fórmula sería la de dedicar de manera exclusiva los cerca de 3.000 MW de interconexión con Francia, para que ciclos combinados de la península transfieran toda la electricidad posible a Alemania con un contrato ad hoc.
Ciertamente el operador eléctrico francés (RITE) y también REE tendrán que tomar cartas en el asunto, haciendo reparticiones de carga previos y adaptaciones en las respectivas redes. Esto con objeto de poder mantener dicha transferencia lo más libre de contingencias posible.
España podría compensar del orden del 20% del gas que Alemania dejará de importar de Rusia con estas aportaciones de gas y electricidad. Una asistencia energética de este tipo sería excepcional y externa al mercado convencional.
Una consecuencia sería que así la península Ibérica se convertiría realmente en un mercado eléctrico aislado, pues el flujo con destino a Alemania saturaría el istmo energético que nos une con Francia.
Los efectos colaterales para la península serían:
• La generación eléctrica del MIBEL presentaría con frecuencia creciente cero emisiones de CO2. (Imputando el emitido en las cogeneraciones a la industria correspondiente).
• Descargaría al cliente ibérico de la subvención a la exportación eléctrica a Francia. Por lo que no habrá que recurrir a rentas de congestión para aliviarla.
• La factura eléctrica y la huella de carbono imputables al consumo ibérico bajarían de forma muy notable.
• Se crearía un precedente de intercambios masivos con Centroeuropa.
• Los puritanos del mercado marginalista irían entendiendo que la realidad de la transición energética es compleja, por lo que se requiere flexibilidad y adaptación.
• Esta experiencia nos abriría paso al corazón de la Unión, aliviando a España del tapón francés.
Ya en el pasado una de las rutas que tomaban los tercios españoles para llegar a Flandes era por mar, bordeando la costa inglesa. Quizás ahora corresponda interconectarnos con líneas HVDC subacuáticas; esta vez con fines pacíficos y de colaboración.