El Big Bang incluía un propósito final: originar en el tiempo un Orden Universal.
Para ello, ya se contaba con las atemporales funciones lógicas de las matemáticas cuando eclosionó gran cantidad de energía hacia el vacío. Energía que venía asociada íntimamente a una potencial fuerza primordial.
Se poseían pues los elementos necesarios para producir orden, ya que:
1. La energía puede producir cambio y también orden cuando fluye hacia un nivel energético inferior, siendo el vacío el más bajo posible.
2. El potencial de fuerza devino prontamente en las cuatro fuerzas de la física, las cuales influyen en la dirección y sentido de los cambios.
3. Las funciones de la lógica matemática permiten decisiones de manera secuencial que permiten ir hacia un determinado tipo de orden.
El hecho es que: 13.800 millones de años e incontables secuencias de prueba y error, han dado lugar al homo sapiens.
Pues los instrumentos de orden citados dieron lugar, en su etapa a inicial, a elementos y sistemas cada vez más complejos como son las partículas elementales, los átomos, las estrellas, las galaxias… y finalmente la Tierra. La construcción de nuestro planeta fue el objetivo que se consiguió en esta primera etapa de desarrollo, ya que éste reunía las condiciones para acometer la segunda etapa, que era la de la aparición de la vida.
No sabemos todavía cómo se consiguió ésta. Pero surgió cuando se formaron organismos unicelulares capaces de encapsular el orden adquirido y replicarlo. Sabia manera de acumular orden e irlo puliendo y adaptándolo al cambio.
Seguramente los individuos ya supieron tomar decisiones usando la lógica en secuencias de prueba y error; estas cada vez mejor dirigidas hacia el objetivo por estar informadas previamente por los resultados previos. Con este bagaje y el propósito de cada individuo de sobrevivir y multiplicarse, las especies han evolucionado de manera desigual. Esto hasta que en el linaje más avanzado apareció el homo sapiens, que fue el objetivo de la tercera etapa.
Así iba creciendo el orden en el planeta de manera casi lineal, con el homo sapiens liderando el proceso evolutivo en convivencia con los demás seres del planeta, aunque de hecho los había dejado muy atrás. Hasta que éste descubrió y supo aprovechar los almacenes de energías fósiles procedentes de la energía solar atrapada y fijada desde el inicio de la vida. Una herencia muy peligrosa pues con ella surgió la cuarta etapa, la de la Revolución Industrial.
Esta energía abundante y concentrada permitió un auténtico festín energético, en el que el homo sapiens incrementó el orden tecnológico y económico en el planeta de manera exponencial, pero a costa de alterar la atmósfera hasta límites arriesgados.
Y lo que es más preocupante, este desarrollo vertiginoso en lo tecnológico no ha ido acompañado del equivalente desarrollo humano, político y social. Encontrándonos con naciones de gran población, pero con culturas que: no han dejado todavía la época medieval; otras, cuya solución de conflictos pasa por la guerra; y finalmente aquellas que teniendo la democracia consolidada están dando pasos hacia atrás.
Además, ya se percibe la llegada inminente de una nueva era con el aterrizaje de la inteligencia artificial (IA), en la que el desarrollo tecnológico va a coger un ritmo de crecimiento vertiginoso, con lo que en muy pocos años emergerá la Singularidad (1).
Así pasaremos, de una primera era en la que el carbono ha sido el elemento químico sobre el que se han montado las estructuras para componer el orden, a otra era donde el silicio de los computadores tomará el protagonismo (2). Algunos hablan del relevo.
En cualquier caso, ya se barrunta un fuerte aumento de la productividad, la riqueza y la demanda energética por el uso de la IA.
Pero tanto si esta mejora va solo en beneficio de una élite, como pasó en los primeros años de la Revolución Industrial (3), como si el tren del progreso tecnológico redunda en beneficiar a toda la sociedad, ello supondrá un gran aumento de la demanda energética. Claro que en este segundo caso será de mucho más.
Porque, en el primer caso el beneficio de unos pocos en base a la simple automatización y a bajos salarios, no aumenta la riqueza nacional de manera eficiente (3) y consecuentemente la demanda energética. Mientras que, en el segundo será el resurgir de gran parte de la población que no se resigna a quedarse atrás, lo que aumentará la demanda energética de manera muy sustancial y para satisfacerla recurrirán a todo tipo de energías.
Además, en ambos casos el consumo energético de los centros de datos será muy importante y con su proliferación lo será más*. Esto, aunque el potencial de mejora en eficiencia energética en este campo está siendo exponencial y tiene un recorrido más que suficiente como para que se reduzca a medio y largo plazo (4).
Sucederá en todos los continentes y de manera especial en China y la India. Esperemos que Europa deje de mirarse así misma y se lance decididamente a ayudar para llegar a producir una eclosión en el Mediterráneo y el norte de África tal, que cree futuro en la región. Así se conseguirá que la emigración no sea la opción desesperada.
Pero con esto, desgraciadamente puede pasar que el ansiado pico de crecimiento de las energías fósiles puede irse alejando conforme lo creamos alcanzado, aunque las renovables crezcan cada vez más.
Nos encontramos pues con el hecho de que, la glotona explotación del gran almacén de energía fósil rompiendo la armonía de un desarrollo lento pero colectivo, nos ha conducido a una situación de gran desequilibrio ambiental, político y social.
Como hecho positivo está que el mundo está muy bien conectado informativamente y lo estará cada vez más. Esto puede hacer que los grandes desequilibrios existentes en desarrollo humano y social vayan yendo hacia mejor.
¡¡Luchemos por ello!!
Vienen tiempos de solidaridad y de mucha energía renovable. Porque como dice el refrán: tropezar y no caer adelantar camino es.
Feliz Navidad, pásalas relajado y en familia porque entretenido se nos presenta 2025
*Este tema lo trataré en un próximo artículo relacionándolo con la demanda 24x7 que exigen los centros de datos y el alargamiento de vida de las nucleares en España.