Hace pocos días Sánchez Galán, hablando de la “excepción ibérica”, defendía que la respuesta a los altos precios del gas debería ser común para toda Europa. Totalmente de acuerdo. Aunque presumo que su mensaje pretendía lo contrario de lo que propongo a continuación.
En este sentido creo que, en la actual crisis del gas, los países peninsulares no debemos hacer seguidismo de países como Holanda, centro mundial de intereses en hidrocarburos, o Alemania, a la que, por su buenismo, Putin ha llevado a una ratonera energética. Al contrario, los países ibéricos debemos llevar la iniciativa en la transición energética en general. Eso sí, cuidando no separarnos del conjunto de la Unión, como decía Galán.
Con energías fósiles despachables, el mercado eléctrico marginalista transitaba por una autopista. La fijación de precios basados en el coste marginal no presentaba problemas. Pasaba, porque estas energías flexibles compensaban la rigidez de la demanda tradicional. Además, la diversidad de combustibles y suministros le daban estabilidad.
En el futuro, cuando prácticamente toda la energía sea consumida en forma de electricidad, el sistema también funcionará. Porque la flexibilidad que actualmente da el gas a la oferta será suplida por H2 y almacenamientos; mientras que las nuevas demandas flexibles como la de producción de H2, desalación de agua de mar, carga de baterías de vehículos, etc, capearán la variabilidad de las renovables, dada su gran elasticidad.
Pero estamos queriendo transitar de un estado a otro con el mismo vehículo, por un camino nuevo, cambiante y sin preparar. Para ello le dimos excesivo protagonismo al gas.
Esta debilidad la está explotando Rusia con fines bélicos. Lo que nos debe hacer reflexionar: ¿Es esta herramienta de fijación de precios la adecuada o necesita ser adaptada durante el agreste camino hasta llegar a un sistema energético futuro, bien interconectado y basado en abundante electricidad?
Sin entrar a discutir la idoneidad del sistema de mercado marginalista, en la situación actual la respuesta de este está siendo perjudicial. Ya que, unido el referido tema del gas, le hemos servido en bandeja a Putin un gatillo para disparar el precio de la electricidad. Y esto durará.
Empezó este verano restringiéndolo y ahora lo utiliza como herramienta de sumisión. No, no hay carencia física de gas. Hay una voluntad de un enemigo que quiere acabar con nuestro sistema social. Para lo cual está masacrando a un pueblo que se nos quiere anexionar.
En esta tesitura lo menos que puede hacer Europa para defenderse de esta intromisión, es restarle sensibilidad al precio del gas en la fijación de precios de la electricidad.
La propuesta ibérica no es un tope al precio del gas, ya que este se pagará íntegramente por el consumidor final. Es un minorador de su efecto multiplicativo del mecanismo de fijación de precios de la electricidad.
Es una manera de acercar los precios de mercado a los costes de la electricidad. Evitando que se llame “tontos” a los que acuden a la plaza pública a comprar.
Las críticas más fundamentadas que se le ha hecho a la “excepción ibérica” han sido su excepcionalidad y su tasada temporalidad. Por eso propongo que la fórmula:
• Permanezca mientras duren las actuales circunstancias
• Se generalice al resto de mercados de la UE
• Sea sistemática y convenientemente usada para compensar la excesiva volatilidad en los precios de la electricidad
La objeción de que esta regla ralentizará la inversión en renovables es desmedida o ¿es que, en tiempos recientes, con el gas a 40€ no había suficiente estímulo para el desarrollo de las renovables?
Esta medida predispone al trasvase a Europa de parte del GNL americano transformado en electricidad. Lo que pondría nuestros ciclos combinados a tope. Esto con la colaboración REE-RTE y compensación al consumidor peninsular.
Pero debemos hacer más. El Mercado Ibérico debe aprovechar el retraso de la interconexión submarina España–Francia para expulsar de manera decidida el gas de la producción eléctrica antes de 2027.
Seguramente para conseguirlo se requerirá alargar la vida de las nucleares, como defendí anteriormente, y adoptar medidas técnicas para garantizar la estabilidad de la red y la seguridad del suministro. ¡¡Propongámoslo a nivel peninsular!! Así, sí que se reducirá el precio de la electricidad. Mandaríamos una señal al mundo de dos países europeos con electricidad barata y baja huella de carbono donde realizar su desarrollo industrial.
Sí, don Ignacio, Más Europa, pero esta no empieza en los Pirineos, ya que la península ibérica lo hace en el estrecho de Gibraltar y las islas mucho más allá.