La lluvia, el viento y el sol son los principales portadores de energías renovables. Todas ellas son libres, no estando sujetas a derechos de propiedad.
Quizás esto genere en los ciudadanos un sentimiento de pertenencia compartida hacia la electricidad renovable; cosa impensable con las energías fósiles.
Sin embargo, para la captación y su transformación en electricidad, se necesitan emplazamientos para su implantación, que suelen aportar los particulares.
Este no es el caso de la hidráulica donde se requiere interceptar el cauce de un rio; construir una presa –generalmente con dinero de los contribuyentes–, todo ello hecho en sitios singulares y de dominio público.
Además, esta energía es la única renovable que es fácilmente almacenable. Esto le permite competir con ventaja con el gas en cuanto a flexibilidad y con las baterías en capacidad de almacenamiento.
En este contexto, la hidroeléctrica española podría ser considerada como una gran batería de 14,5 GW de potencia, con una capacidad de almacenamiento de entre 1.200 y 2.400 horas, que se recarga anualmente según llueva.
Por otra parte, el mercado eléctrico peninsular futuro se soportará en la solar y la eólica, ambas de nula flexibilidad, lo cual hará a la estacionalidad cada vez más vital.
La experiencia de los últimos años, con importante potencia eólica y solar ya instaladas sobre nuestra geografía muestra que aquí la estacionalidad de la eólica contrapesa bien a la de la solar.
En efecto, en los informes de REE se puede ver que el producible mensual de la solar tiene forma de pirámide azteca, con la parte superior prácticamente plana de mayo a setiembre; con escalones ascendentes, mes a mes, a principio de año y descendentes a finales. Mientras que el mínimo del producible eólico mensual coincide con el máximo de la solar en cuatro meses y sus máximos los tiene en los meses de menor producible solar.
Por ello estimo que nuestro sistema peninsular deberá tener la proporción adecuada entre eólica y solar. Establecido esto, los restos de estacionalidad de estas serían gestionados con la hidráulica. Esto evitaría inversiones en costosos almacenamientos.
Por ello, lo racional sería que la planificación de la producción hidráulica se hiciese con visión de país, gestionando las reservas hidráulicas para abaratar el precio de la electricidad en el mercado. Esto en base a reducir el uso del gas ahora y del H2 verde en el futuro.
En circunstancias menos complejas, esto ya se hacía antes de la existencia del mercado, cuando regía el Marco Legal y Estable (MLE). Pero no vamos a volver atrás.
En este sentido el Congreso acaba de desechar una propuesta de Sumar que proponía crear una empresa pública que se fuese haciendo con la administración de las hidráulicas conforme fuesen caducando las concesiones.
Curiosamente PP y PSOE se han puesto de acuerdo en esto para tumbarla. El PP por ideología y supongo que el PSOE por indicación del PNV, ya que Iberdrola, que factura por este concepto tanto o más que todas las demás eléctricas juntas, tributa en el País Vasco. Esto, aunque cerca del 60% hidráulico llega a producirse entre Galicia y Castilla y León.
Mi propuesta es más simple e inmediata: bastaría con la de creación de un ente de coordinación público-privado que tuviese las funciones de planificación y gestión antes enunciadas. En este participarían las empresas propietarias de las hidráulicas y REE. Elaboraría el plan en coordinación con las empresas, que lo ejecutarían en sus ofertas al mercado.
En cada ejercicio se calcularía el ahorro conseguido. Esto podría dar lugar a una prima, ya que la propuesta no pretende minorar los ingresos de las empresas, sino que, dada la rigidez del parque hidráulico, dirigir sus esfuerzos al mejor aprovechamiento del agua de lluvia.
Así se lograría que también este parque compitiera por el abaratamiento de costes para el consumidor, que al fin de cuentas es la razón última de la existencia del mercado eléctrico.