Quien haya trabajado en una empresa tóxica o haya vivido la experiencia del mobbing institucional sabe que en esencia consiste en situar a la víctima en una "realidad ficticia", en un escenario que no puede controlar porque no es accesible a la lógica sino que se manipula continuamente para adaptarlo a su objetivo de destrucción por indefensión de la victima. Entre otras cosas se utiliza un sistema de comunicación perverso, que genera confusión porque afirma una y otra vez aquello que niegan los hechos. Para la curación es preciso escapar del escenario marcado y realizar el camino de retorno a la "realidad real".
Cuando analizo el desproposito del sector eléctrico y la ceremonia de la confusión a la que se aplican las empresas del oligopolio y sus cómplices en la Administración y sucesivos gobiernos, no puedo evitar la referencia al mobbing. Tendemos a creer que vivimos en un mundo donde las cosas suceden siguiendo una relación lógica y que aportando argumentos válidos ante una situación injusta o claramente negativa, estos acabarán convenciendo y producirán el cambio pero aunque es necesario desentrañar las trampas con que van construyendo su juego perverso –y quiero reconocer aqui el generoso esfuerzo intelectual de algunos expertos– creo que la principal línea de actuación de los activistas por el cambio pasa por recuperar la simplicidad, despojando el debate energético de tanta parafernalia que han construido alrededor para confundir a la ciudadanía y ponerla en situación de indefensión aprovechando el estado de shock en que nos tienen inmersos.
Cada vez estoy mas convencida de que es necesario que, los que defendemos un cambio de modelo energético, salgamos del escenario que nos quieren marcar y volvamos a situarnos en la realidad. Porque el deficit de tarifa no es real, es una estafa, y con el tiempo nos sorprenderá haber sido capaces de tragar con una patraña tan burda.
Así pues, creo que nuestro papel es reclamar lo exigible a un gobernante honrado: el bien de la ciudadanía a la que dice representar.
Para empezar, este país dispone de unas redes eléctricas en general robustas que han sido construidas con el dinero de los solicitantes de suministro electrico, obligados –mediante los sucesivos Decretos de Acometidas Eléctricas– a pagar por adelantado todo aquello que era necesario construir o reforzar para atenderlos. Esta es la piedra angular del sistema y debe ser gestionada como un servicio público.
Disponemos tambien de suficiente potencia instalada para cubrir de sobra nuestras necesidades y hacer una transición sin riesgos, siempre que no se hagan trampas y cada palo aguante la vela de las inversiones que haya hecho en su momento, con las condiciones que se pusieron en su momento. No es admisible que se cambien leyes a posteriori perjudicando a unos y beneficiando a otros.
A partir de esto, el modelo mas racional desde el punto de vista técnico, económico y social nos lleva directamente al ahorro, eficiencia y autoproducción (tanto individual como colectiva, empezando por las comunidades de vecinos, con redes en propiedad que no pertenecen a las distribuidoras) como primeras medidas para construir un nuevo modelo renovable y democrático.
No hay que inventar mucho ni complicar las cosas porque se puede hacer ya, basta con no dificultarlo. Así que me centraría en exigir a nuestros gobernantes tres cosas :
• ¿Por que no una auditoría de costes del sistema eléctrico? (¿seguro que la luz cuesta tanto como nos dicen?)
• ¿Por que no promocionar cualquier forma de autoproducción con fuentes renovables sin costes para el sistema?
• ¿Por que no se revisa el sistema de gestión y propiedad de las redes eléctricas?
Planteadas en forma de pregunta sirven para responder a casi cualquier argumento utilizado por el oligopolio eléctrico. No merece la pena que los ciudadanos nos dejemos llevar por sus discursos contradictorios y perversos ni entrar a discutir sobre reglas –marcadas por ellos mismos– que no son sino parches para ocultar los errores que han cometido y ahora no saben como resolver. Solo son un actor mas y su papel debe cambiar radicalmente si quieren sobrevivir. Nuestros interlocutores han de ser los representantes politicos y las Administraciones públicas.
Es imprescindible que la ciudadanía marque su propio escenario y avancemos por los caminos que nosotros mismos tracemos.