La feria volvió a aumentar (15% más expositores y 8% más visitantes que la sesión anterior), reflejando el interés que hay por todo el mundo en los tres mercados principales del almacenamiento estacionario - residencial, comercial e industrial, de menor a mayor tamaño de la instalación. El almacenamiento para la movilidad ocupó un plano importante también (el auge del almacenamiento se debe principalmente a la venta de baterías de litio para coches, que corresponde al 90% de todas las baterías compradas), pero no es el punto de mira de este artículo.
Evolución de la feria
Otros años, la mayoría de las expositoras de la feria se concentraban en el mercado residencial; esta vez, hubo una mayor presencia de compañías del almacenamiento de mayor escala y de productores de baterías, si bien el sector residencial siguió ocupando gran parte del foco. Los mercados comercial e industrial están aumentando enormemente, especialmente en Alemania. En estos mercados, el número de servicios que puede proporcionar la tecnología al cliente, además de almacenar electricidad, es el factor diferencial crucial. Por eso, la red eléctrica inteligente (smart grid, en inglés), la inteligencia artificial y el Internet de las cosas (IoT, en inglés) jugarán un papel vital creciente.
Otra distinción destacada con respecto a ferias anteriores fue un incremento sustancial en la cantidad de productores de baterías chinos presentes, lo que implica que el interés crece en ese país. El 90% de todas la baterías se producen ya en China, pero se destinan al mercado automovilístico.
Tecnologías expuestas
La variedad de tecnologías del almacenamiento presentes en el evento fue increíble: desde baterías de ion-litio, de plomo, de flujo, de agua salada y de sal hasta el almacenamiento con hidrógeno y de energía térmica con agua; asimismo, el catálogo de productos y servicios incluyó las baterías con dos usos (almacenamiento y movilidad) pensadas especialmente para las empresas que emplean vehículos eléctricos en su perímetro, las baterías portátiles (sobre todo, para sustituir o acompañar a motores diésel en eventos) y el alquiler de baterías, que permite aprovechar la tecnología sin tener que estar atado a nada en un mercado en constante evolución.
El almacenamiento con amoniaco u otros combustibles no hizo acto de presencia. Sólo una empresa española apareció y algún que otro visitante de nuestro país. Como era de esperar, las baterías de litio acapararon la mayor parte de la atención: son las que reciben más pedidos, por ser baratas (debido a su producción masiva) y por su densidad energética, pero suelen poseer la menor vida útil y los problemas que conllevan su extracción y reciclaje son conocidos. Su precio sigue disminuyendo y su eficiencia aumenta progresivamente, lo que refuerza su demanda. Parece ser que la industria va a apostar fuerte por este producto hasta que se alcance la cima y no se pueda mejorar ni el precio ni la eficiencia.
Las baterías de plomo (con mucha historia) y de flujo (compañías nuevas) suelen ser un poco más caras que las baterías de litio, pero pueden competir con éstas últimas en casos específicos. Asimismo, son casi 100% reciclables y algunos modelos no necesitan refrigeración, lo que los hace atractivos para climas calurosos como los de la Península Ibérica. Las baterías de vanadio, pertenecientes al segundo grupo, son muy flexibles ya que permiten todo tipo de combinación de energía y de potencia; la desventaja radica en que el precio de la materia prima varía mucho en los mercados internacionales.
Las baterías de agua salada, sal o sal fundida son también casi 100% reciclables y encima no utilizan minerales de tierras raras, aunque pueden tener una vida útil un tanto corta en determinados casos (mínimo de 15 años). El almacenamiento con hidrógeno no es tan interesante por su eficiencia (ronda el 35%) y la poca cantidad de proyectos que existen hoy en día lo demuestra; conviene más utilizar esta molécula, producida con energía renovable, para añadirla a la red de gas, utilizarla directamente en la industria, emplearla para producir combustibles o, en un futuro no muy lejano, para la movilidad.
El almacenamiento de energía térmica con agua es un sistema sencillo y con un buen precio. Es ideal para climas fríos en los que se consume mucha electricidad para calentar edificios, en invierno o incluso a lo largo del año, por lo que tiene menor relevancia en España. En todo caso, el uso específico de la tecnología y los requisitos de los proyectos serán los que determine su selección.
Revolución del sistema eléctrico
El sector estacionario deja atrás la fase de introducción de la tecnología y comienza su expansión: en algunos países (principalmente Alemania, el Reino Unido y los EEUU) el crecimiento es continuo y en otros, como Austria, Italia y la República Checa, empieza a dar los primeros pasos con decisión.
Seguirá siendo un negocio lucrativo en las próximas décadas y va a revolucionar el sistema eléctrico. Un estudio del analista de mercados Wood Mackenzie Power and Renewables predice que en 2024 se invertirán alrededor de 14.000 millones de dólares en el almacenamiento en todo el mundo y para entonces el mercado global acumulado tendrá un valor de 71.000 millones de dólares en gastos de capital (capex, en inglés). Por otro lado, la tasa de crecimiento sostenido anual (CAGR, en inglés) fue 74% entre 2013 y 2018, 140% el año pasado y se espera que la cifra sea aún mayor en el futuro.
Además, el poder disruptivo del sector es impredecible, aunque ya empieza a dejar rastros por doquier. Según el Institute for Energy Economics and Financial Analysis, la combinación de paneles solares y del almacenamiento podría ahorrar mucho dinero a compañías norteamericanas en posesión de plantas térmicas de carbón y comenta el caso concreto de las plantas de PacifiCorp, que ya no pueden competir con la alternativa más limpia y barata a pesar de su alto rendimiento.
Otro informe reciente defiende que este dúo, literalmente dinámico, puede competir con nuevas centrales de ciclo combinado en EEUU. Mientras tanto, en la nación británica compañías jóvenes ofrecen la unión de paneles y de baterías para residencias, con frecuencia con el apoyo de la inteligencia artificial y el Internet de las cosas, y están arrebatando parte del pastel a las grandes eléctricas. Desde que se liberalizó el mercado eléctrico en los años 90, éstas últimas dominaban, llegando a tener el 99% de los contratos. Sin embargo, en la segunda mitad de 2018, la porción disminuyó hasta el 75%. Un ejemplo es Social Energy: vende un sistema fotovoltaico de 4 kW y una batería de 4 kW por 9.500€, y alardea de un retorno sobre la inversión del 365% (ROI, en inglés). Su objetivo es instalar 1.000 baterías domésticas cada mes durante el verano de 2019.
Predicciones y conclusiones
Las predicciones de los conferenciantes fueron cuantiosas: la industria se multiplicará por 1.000 en 2050, pero ya en 2024 será difícil satisfacer la demanda europea. El almacenamiento seguirá la “Ley de Swanson”, que observa que el precio de los paneles solares baja un 20% cada vez que la venta mundial total se duplica; la mayoría de los consumidores pasarán a ser prosumidores (acrónimo de productor y consumidor); y la digitalización será una pieza clave del sector.
Las conclusiones son más evidentes: el mercado del almacenamiento va a crecer exponencialmente en las siguientes décadas, los precios de las tecnologías favoritas del mercado bajarán, aparecerán muchos sistemas de almacenamiento nuevos, se invertirá gran cantidad de dinero en la investigación, y el problema del reciclaje de las baterías (especialmente de litio) aumentará, aunque grupos como Transport & Environment ya han analizado la posibilidad de darles una segunda vida, con varios casos prometedores y los pasos necesarios para conseguir que su reciclaje sea efectivo en Europa.
Más allá de estas proposiciones, el almacenamiento, apoyado por las energías renovables, es un arma que va a cobrar cada vez más fuerza en la lucha contra el cambio climático y por la descarbonización ya que promueve la descentralización de la producción y del almacenamiento de la electricidad, el decrecimiento de su uso, y disminuye la necesidad de sistemas para su transmisión y su distribución. Por otro lado, permite plantarle cara a las empresas eléctricas grandes, darle una voz a la pequeña consumidora o prosumidora y hacer llegar la luz a miles de millones de persones que aún no disponen de este servicio tan básico.
No faltan riesgos, principalmente el impacto ambiental y humano, e incertidumbres, como la posibilidad de que surjan compañías nuevas que sólo buscan el rendimiento máximo y no se preocupan por sus clientes, al igual que las grandes eléctricas actuales. Los siguientes años marcarán el camino a seguir durante las décadas futuras. Esto acaba de empezar y sólo una cosa es cierta: el cambio ha venido para quedarse. Esperemos que traiga consigo una sociedad descarbonizada, más independiente y más democrática.