Como muchas otras cosas, las bases de la batería de ión-litio se sentaron durante la crisis del petróleo de la década de 1970. La Real Academia Sueca explica en un comunicado que el científico Stanley Whittingham (nacido en 1941), que en la actualidad trabaja en la Universidad Estatal de Nueva York, comenzó a trabajar en el desarrollo de métodos que pudieran conducir a tecnologías energéticas libres de combustibles fósiles. Ello le condujo a a investigar los superconductores y a descubrir un material extremadamente rico en energía, que utilizó para crear una batería de gran potencial (poco más de 2 voltios) con un cátodo de disulfuro de titanio y un ánodo de litio metálico. Sin embargo, el litio metálico es reactivo y la batería era demasiado explosiva como para ser viable”, explica la institución sueca.
John B. Goodenough, físico nacido en Jena (Alemania) en 1922, y nacionalizado estadounidense, tomó el testigo. El científico, de la Universidad de Texas, pronosticó que el cátodo tendría un mayor potencial si estuviera hecho con un óxido metálico en lugar de un sulfuro metálico y, tras probar diversos materiales, en 1980 demostró que el óxido de cobalto con iones de litio intercalados producía hasta cuatro voltios.
Con el cátodo de Goodenough como base, Akira Yoshino (Suita, 1948), de la empresa japonesa Asahi Kasei, creó en 1985 la primera batería de iones de litio comercialmente viable. En lugar de utilizar litio reactivo en el ánodo, utilizó coque de petróleo, un material de carbono que, como el óxido de cobalto del cátodo, puede intercalar iones de litio. "El resultado fue una batería ligera y resistente que podía cargarse cientos de veces antes de que su rendimiento se redujera. La ventaja de las baterías de iones de litio es que no se basan en reacciones químicas que descomponen los electrodos, sino en iones de litio que fluyen de un lado a otro entre el ánodo y el cátodo”, detalla la institución sueca.
"Las baterías de iones de litio han revolucionado nuestras vidas desde que llegaron al mercado en 1991 Han sentado las bases de una sociedad inalámbrica, libre de combustibles fósiles, y son de gran beneficio para la humanidad”, afirman desde la institución sueca.
Esto no significa que estas baterías sean inocuas, tienen un impacto en el entorno, pero también "enormes ventajas medioambientales", según los académicos, al haber contribuido al desarrollo de tecnologías de energía más limpias y a los vehículos eléctricos de larga duración y permitir el almacenamiento de energía con fuentes renovables, contribuyendo con ello reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, como se resalta en el comunicado, "a sentar las bases de una sociedad inalámbrica, libre de combustibles fósiles".