Sin almacenamiento, la transición energética será mucho más difícil. El almacenamiento flexibiliza el “pecado original” de las renovables, la intermitencia que caracteriza gran parte de la generación con energías limpias, ya que permite liberar energía cuando la demanda es alta y almacenarla cuando ésta es menor. Resulta, por tanto, indispensable para disponer de electricidad a gran escala.
Pero también lo es para el avance del autoconsumo y las comunidades energéticas. Cuando hablamos de almacenamiento de energía, nos referimos a sistemas que implementan tecnologías como baterías de iones de litio, para acumular y liberar energía según sea necesario, lo que mejora la gestión de la volatilidad de la generación renovable.
El papel del autoconsumo colectivo en la transición energética
La transición energética consiste en pasar de un escenario fósil, nuclear, centralizado y carbonizado a un escenario descontaminado, descentralizado, democrático, digital y centrado en los consumidores. Al menos, eso es lo que nos dice Bruselas, desde donde invitan a la ciudadanía a unirse o crear comunidades energéticas para que también los ciudadanos sean partícipes de la transición verde, pero desde el autoconsumo colectivo.
En comunidades de vecinos se está generando un ecosistema, una efervescencia, un dinamismo, alrededor de las comunidades energéticas que se ha visto propulsado por los fondos Next Generation procedentes de Europa. Esta financiación ha supuesto un verdadero impulso para las comunidades energéticas y para la energía ciudadana en general, por lo que en los próximos años veremos como muchas de estas iniciativas se hacen realidad.
¿Qué recursos tiene a su disposición la ciudadanía para impulsar una Comunidad Energética?
El Real Decreto 477 del año 2021 reguló las ayudas al autoconsumo para el trienio 2021-2023 (que se terminaron por cierto recientemente, el pasado 31 de diciembre). Esas ayudas europeas (Next Generation) han sido directas al autoconsumo y al almacenamiento detrás del contador tanto para el segmento residencial como para el industrial (en 2022, el 10% del autoconsumo fotovoltaico conectado a red incluyó almacenamiento detrás del contador y en el aislado un 66%).
Caso de éxito destacado: Comptem (Crevillent)
Comptem (Comunidad Para la Transición Energética Municipal) es el proyecto impulsado por el Grupo Enercoop en Crevillent (Alicante) con el objetivo de afrontar el reto de la transición energética desde el ámbito municipal y convertir a este municipio de 30.000 habitantes en una comunidad energética de referencia a escala estatal y europea.
En esta comunidad, los consumidores, los propios vecinos, se benefician de las ventajas que implica el uso colectivo y compartido de la energía producida a partir de fuentes renovables, transformándose así en prosumidores.
El Grupo Enercoop participa en proyectos internacionales de I+D+i para el desarrollo de estudios de campo cuyas principales líneas de trabajo son las comunidades energéticas de alto valor tecnológico y el almacenamiento de energía. Pues bien, Comptem está enmarcada en uno de ellos, el proyecto Merlon.
Merlon presenta un marco de gestión de energía local modular integrado para la optimización operativa de los sistemas de energía locales en presencia de una alta proporción de fuentes de energía renovable distribuidas y volátiles. En este sentido, Merlon permite a las comunidades energéticas locales introducirse en los mercados locales de flexibilidad, al tiempo que asigna a los Operadores de Sistemas de Distribución locales las herramientas para la provisión del servicio.
Según explica Joaquín P. Mas, director general de Enercoop, “esta comunidad energética es alimentada por una instalación fotovoltaica de 120 kW de potencia” situada sobre la marquesina de una zona de sombreamiento diseñada específicamente para acoger los módulos solares. Para optimizar la producción de energía, “los módulos de esta instalación de
autoconsumo colectivo han sido desplegados con diferentes inclinaciones”.
En cuanto al almacenamiento, la energía es llevada a un “sistema de baterías de 240 kilovatios hora de capacidad, con tecnología de ion litio” que se encarga de “cargar las baterías o inyectar energía a la red a través de un sistema inversor que convierte la energía continua producida por los módulos en corriente alterna”.
“Esta instalación ofrece una cobertura global del 50%, es decir, la mitad de las necesidades energéticas de la población es cubierta a partir de esta instalación para un colectivo de 300 personas repartidas en 65 puntos de suministro”.
Comptem constituye solo un ejemplo de cómo desde las comunidades energéticas también se puede apoyar la transición energética generando ahorro en el recibo de la luz, un modelo que es totalmente escalable y extrapolable a otros ámbitos municipales o empresariales.
Coste elevado, falta de ayudas y ausencia de marco normativo, las principales barreras para el almacenamiento
El objetivo principal de las comunidades energéticas es democratizar la energía, un enfoque que se aleja tanto de los proyectos faraónicos -renovables o no- como de aquellos que perpetúan el uso de combustibles fósiles. Esa es precisamente la visión de Goiener, una cooperativa comercializadora de energía limpia que ayuda a las personas a tomar las riendas de su futuro en el ámbito local, haciendo uso de la energía como herramienta que posibilite una sociedad más justa, empoderada y respetuosa con el medio ambiente.
Para lograr este objetivo, desde Goiener ayudan a realizar proyectos de generación y consumo de energía para recuperar la soberanía energética de los ciudadanos, todo ello al tiempo que desempeña un papel “facilitador” en el campo jurídico-administrativo y técnico-económico para crear espacios sostenibles desde el punto de vista energético.
Este enfoque lleva a Goiener a analizar los recursos existentes de cada territorio para fomentar soluciones de generación distribuida. De esta manera, la cooperativa prioriza la no ocupación de terrenos en un contexto de alto estrés territorial como el actual y aprovecha infraestructuras existentes.
Paralelamente, Goiener fomenta el ahorro energético y el consumo responsable, creando para ello infraestructuras sociales junto con los agentes locales para impulsar la participación real, democrática y equitativa de la ciudadanía.
Hemos hablado con ellos para desgranar las implicaciones del despliegue de sistemas de almacenamiento en las comunidades energéticas. Esto es lo que nos han contado. En primer lugar, ¿por qué desplegar sistemas de almacenamiento en una comunidad energética? Desde Goiener explican que contar con baterías “permite aumentar el porcentaje de autoconsumo y mejorar la independencia energética”.
Por otro lado, el almacenamiento posibilita “autoconsumir durante horas posteriores a la puesta de sol”, una ventaja que “flexibiliza la demanda” y adapta su gestión a diversos perfiles de con sumo y, en consecuencia, “aumentando los ahorros”, aseguran.
Aunque todo parecen ventajas, el almacenamiento para comunidades energéticas también está encontrando barreras. La cooperativa energética señala que el escollo más importante es la financiación, porque “la inversión requerida puede aumentar entre un 50% y un 100%”, aseguran. Además, para poder almacenar, “tiene que haber mucho excedente” y por lo tanto tener una instalación grande o muy grande, dependiendo del número de consumidores que participen en el autoconsumo colectivo.
Otro de los obstáculos identificados por Goiener es la falta de un marco normativo sobre almacenamiento para comunidades energéticas. “Lo que hace falta es que se legalicen los coeficientes dinámicos. La acumulación en instalaciones colectivas no es nada común, sobre todo para las distribuidoras, por lo que no existe regulación para instalar una acumulación delante del contador que almacene la generación de varias plantas colectivas”.
Además, la cooperativa considera necesario “un nuevo modelo de almacenamiento distribuido” porque “la inversión en muchas pequeñas plantas con acumulación es considerablemente superior a instalar una sola planta que se autoabastezca de varias plantas colectivas”.
En este sentido, la rentabilidad de invertir en almacenamiento para una comunidad energética “dependerá del proyecto y del umbral de rentabilidad esperado”. Pero, desde luego, “no será rentable “sin las correspondientes ayudas”. Por ello, consideran crucial disponer de “ayudas económicas y una regulación valiente conforme a las directrices europeas sobre las comunidades energéticas”. En este sentido, “ser gestores de su propia red de distribución sería un increíble avance”.
Respecto a la dualidad de apostar por almacenamiento con baterías físicas o virtuales, ello “dependerá de cada consumidor y su comercializadora, de cada comunidad, de lo que puede hacer, de lo que necesita hacer y de la capacidad económica que tenga”. De momento, “las virtuales gestionan los excedentes a precio de compensación y las físicas permiten autoconsumir y, por lo tanto, ahorrar a precio de tarifa”.
Pero lo que tienen claro desde Goiener es que las comunidades energéticas pueden convertirse en un vector de crecimiento para el almacenamiento, “siempre y cuando todo lo que lo rodee (precio, ayudas, gestión y flexibilidad) le acompañen”.
Este reportaje forma parte de la edición en papel ER234 que puedes descargar gratis en este enlace