El clima ha demostrado que la última reforma energética es una chapuza de dimensiones de auténtica crisis. Este fracaso se explica por varias razones:
• Error de diagnóstico sobre el origen del déficit de tarifa al confundir, con falta total de transparencia, los costes reconocidos con los costes reales del sistema eléctrico y gasista.
• Error al culpar únicamente a las renovables de la subida de la luz, ignorando los sobrecostes del carbón, de la CESUR, de los pagos por capacidad y restricciones técnicas, de interrumpibilidad, extrapeninsulares, derechos de CO2, dependencia energética, etc.
• Error por no reconocer la evidencia de que la mayor penetración de renovables reduce los precios del mercado mayorista y la mayor participación del gas y el carbón los encarece.
La reforma solo tenía el objetivo de garantizar la sostenibilidad económica del sistema eléctrico y gasista, asegurando los ingresos suficientes a través de un precio elevado de la energía en el mercado mayorista con medidas como:
• No modificar la metodología de conformación de precios, manteniendo la referencia del gas y el carbón, que son las fuentes de energía más caras.
• Frenar las renovables y la eficiencia energética porque reducen los ingresos del sistema y la facturación a los consumidores.
• Subida automática de los peajes para eliminar el déficit de la tarifa eléctrica y gasista y garantizar así la financiación del sistema.
• Eliminar el control de la competencia y de la transparencia a través de una CNMC sin atribuciones ni carácter vinculante de sus decisiones, capturada por el poder ejecutivo y las puertas giratorias.
En el verano de 2015, el Ministro Soria anunció su renuncia a reformar el mercado mayorista porque la legislatura tocaba a su fin. La verdad es que desde 2013 los impactos de la crisis económica, la influencia de los fenómenos climáticos y un hecho poco analizado, como la bajada estructural de la demanda eléctrica, hicieron cundir el nerviosismo y nuestro particular Tea Party eléctrico insistió, una vez más, en sacar las renovables del sistema.
El resultado a la vista está. Si las renovables bajan el precio mayorista y el gas y el carbón lo elevan lo sensato hubiera sido hacer más renovables, sobre todo solar distribuida. Por el contrario, se han frenado, penalizado y descalificado a las renovables y se ha hecho una regulación para impulsar los hidrocarburos, principalmente el gas natural.
¿Solución? Más renovables y más eficiencia
Si el ahorro de energía favorece la reducción de costes energéticos a hogares y empresas y la reducción de las importaciones energéticas, se debería haber facilitado la gestión de la demanda a los consumidores. Por el contrario, se ha multiplicado el término de potencia que penaliza el ahorro de energía, se ha desarrollado un plan de contadores inaccesibles a los consumidores y aprobado un decreto de autoconsumo plagado de barreras económicas y administrativas.
La solución pasa por más renovables distribuidas y más eficiencia energética. Sin embargo, la reforma energética se ha pensado para un mix dependiente del exterior, obsoleto, caro y contaminante que solo se mantiene por su opacidad y falta de competencia. ¿Por qué? La mayor parte del sector energético, incluidas las redes de petróleo, gas y electricidad, son propiedad de fondos de inversión extranjeros, principalmente árabes. Este hecho explica la lluvia de dividendos con que el sector energético ha recibido en 2017, con rentabilidades superiores al 5% y 6,5%. Porque el inversor extranjero antepone su dividendo a los intereses del país que ha perdido definitivamente su soberanía energética.
Agárrense porque esto no ha terminado. Aún habrá quien diga que todo lo que sube baja.