Los altos precios de la energía en enero han provocado un aumento del déficit energético del 57,8%, hasta 2.279 millones de euros, por el crecimiento del 74,4% de las importaciones energéticas. La consecuencia ha sido un aumento del déficit comercial del 31,3%.
Las importaciones de petróleo alcanzaron cifras récord en enero, un 11,3% más que en 2016. En febrero, las importaciones de gas crecieron un 70% y las importaciones de GNL batieron también su récord, al crecer un 112,9%. Según Eurostat, España importa el 98% de los combustibles fósiles que consume y esa dependencia no ha parado de crecer desde hace 15 años, cuando era del 81%.
La luz se ha encarecido un 20% en el primer trimestre de 2017, a pesar de que la demanda eléctrica ha bajado un 0,2%. En los últimos cinco años, la horquilla de los precios medios en el mercado mayorista español ha sido de las más altas de Europa. No tenemos un problema puntual sino estructural. Es la dependencia de los combustibles fósiles y el modelo de negocio energético convencional el que está detrás de los altos costes energéticos. ¿Cómo se explica que bajando la demanda suban los precios de la energía?
La protección de los ingresos de las energías fósiles ha sido determinante en la política energética. Cualquier medida para ahorrar petróleo, gas o carbón se ha demonizado como pérdida de ingresos del sistema y déficit de tarifa. El ataque sin tregua a las renovables, al autoconsumo, a la eficiencia o a la transparencia de los costes energéticos ha sido un discurso perverso para proteger la rentabilidad de la energía más cara y contaminante. La reforma energética terminó por endosar todos los déficits energéticos a los consumidores.
Alguien debería explicar que los cinco años sin inversión renovable en España están pasando factura a los consumidores y a la competitividad de las empresas. Pero tan elevada y costosa dependencia de los combustibles fósiles no ha preocupado aún a ninguna institución oficial. Como tampoco los problemas que ha creado, como la mayor vulnerabilidad energética y la desprotección del medio ambiente.
Solo en España podría producirse la noticia de que el Ministro de Energía reclame al gobierno de Italia que Endesa, propiedad de la eléctrica Enel, empresa pública italiana, aumente la inversión en sus redes en España. Mayor escándalo aún es el silencio general ante el hecho de que todas las redes de electricidad, gas y petróleo de nuestro país sean mayoritariamente propiedad de fondos de inversión extranjeros, atraídos por los generosos dividendos y la inoperancia de los reguladores.
El impacto económico de esta pérdida de soberanía energética es incalculable. Pero el desentendimiento de las autoridades españolas sobre los impactos del cambio climático aún será más costoso. España es el país europeo donde más crecen las emisiones asociadas a la energía primaria, el más reacio a la reforma del mercado de derechos de CO2 y a los objetivos europeos de eficiencia energética. España practica una política negacionista solo para mantener la rentabilidad del uso de la energía fósil. Y para eso hay que importarla más y consumirla más.
España ha pasado de ser líder mundial en renovables a ser líder mundial en importaciones de gas y petróleo. La enorme diferencia es que las renovables las tenemos gratis en casa y los combustibles fósiles los compramos al precio que imponen terceros países. Comprender el futuro es percibir la diferencia que existe entre la autosuficiencia y la dependencia energéticas.