Greg O'Neil, de la Universidad de Western Washington, y Chris Reddy, del Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI), acaban de publicar en la revista Energy & Fuel los resultados de su investigación en torno a la posible explotación comercial de los compuestos químicos contenidos en un género de microalgas hasta ahora poco estudiadas con este fin. Se trata de las del género Isochrysis, que han revelado su potencial para producir dos tipos de biocarburantes: biodiésel convencional y otro especialmente destinado a la aviación. Ambos investigadores son conscientes de la importancia del hallazgo, pero también de que queda muy lejos su escala comercial con un coste competitivo.
¿Por qué se eligieron microalgas del género Isochrysis? O´Neil y Reddy explican que hubo dos razones fundamentales. La primera es que su cultivo ya está desarrollado y permite producir grandes cantidades que actualmente se derivan para hacer alimentos para peces. Pero la segunda razón que esgrimen es la más importante: solo unas pocas algas en todo el mundo producen unas moléculas lipídicas llamadas alquenonas. Estos compuestos contienen cadenas largas con 37 a 39 átomos de carbono, que los investigadores creyeron con un gran potencial como fuente de combustible, aspecto que han corroborado tras la finalización de la investigación.
Del cambio climático al avión
Hasta ahora, el estudio de las alquenonas se había circunscrito principalmente al ámbito oceanográfico y al del cambio climático. Al estar presentes en sedimentos marinos depositados durante miles de años permiten obtener una información muy valiosa sobre la evolución de la temperatura de los océanos. Con la investigación actual se abre una nueva etapa “científicamente fascinante”, remarca Chris Reddy, ya que el trabajo junto a su colega seguirá para tratar de producir mayores cantidades de ambos biocarburantes e incluso explorar el aprovechamiento de coproductos adicionales. El equipo cree que hay un gran variedad de otros productos potenciales que se podrían extraer de las alquenonas.
Según informan desde el WHOI, el aceite procedente de Isochrysis no es el habitual, con aspecto líquido, que se obtiene en otros procesos. En este caso se trata de una sustancia más espesa, parecida a los lodos. Los investigadores idearon un método para separar los ésteres metílicos de ácidos grasos que componen el biodiésel, de las alquenonas. A continuación rompieron las cadenas largas de carbono en trozos de sólo 8 a 13 átomos. "Son lo suficientemente pequeñas para ser usadas como combustible en aviones", remacha O'Neil.