Los activistas han pintando al amanecer los siete carriles (dos para aparcamiento y otros cinco de circulación) del tramo de Bravo Murillo que discurre entre la calle Feijóo y la glorieta de Quevedo "para representar los usos que deberían tener grandes calles como esta, donde las personas y el transporte público deben tener prioridad frente al coche particular". Greenpeace ha reordenado pues los usos de la vía del siguiente modo: "dos carriles para peatones, otros dos para ciclistas, otros dos para autobuses, y uno para automóviles y motocicletas, que en un futuro no muy lejano deberían ser de motor eléctrico". Según el responsable de la campaña de Movilidad de Greenpeace, Mariano González, "este modelo, que podría trasladarse a cualquier ciudad, debería constituir la esencia de las políticas de movilidad y urbanismo de los próximos años". González apuesta en ese sentido por un "reparto más equitativo del espacio público entre las personas y los medios de transporte".
Representativa
Greenpeace ha elegido la calle de Bravo Murillo "al ser una vía representativa del absoluto dominio del automóvil en las ciudades". Y es que de los 28 metros de anchura 19 de los mismos se dedican a los vehículos: cinco carriles para su circulación y dos para su aparcamiento, "es decir, que casi un 70% del espacio público se encuentra dedicado al uso prioritario del coche: el porcentaje habitual en la mayor parte de las calles de nuestras ciudades". Así -señala Greenpeace-, no es de extrañar "que cada día circulen por esta calle más de 22.000 vehículos, la mayor parte de paso hacia otras partes de la ciudad". Los ecologistas proponen así "la redistribución de todo el espacio dedicado hoy en día al automóvil hacia peatones, bicicletas y carriles reservados para el autobús, así como para usos sociales no exclusivamente de tránsito; tales como parques infantiles, huertos urbanos o lugares de esparcimiento".
Menos coches, más salud
Greenpeace recuerda por otro lado que, "recientemente, las principales ciudades del país se han comprometido a reducir en un 50% las emisiones de CO2 causadas por la movilidad urbana en 2030 frente a 2012". Para ello -continúan los ecologistas-, deberían reducir en un tercio (de aquí a 2030) el número de desplazamientos que actualmente se realizan en automóvil, "lo que constituye una de las condiciones necesarias para lograr la reducción de emisiones comprometida". Según Greenpeace, ello "solo puede lograrse mediante una redistribución del espacio que actualmente se dedica al automóvil". Además, los efectos de esa transformación -explican los ecologistas- no solo serán positivos para el clima, sino también para la habitabilidad y la calidad de vida de las ciudades. En ese sentido, el responsable de la Campaña de Transporte de Greenpeace, Mariano González, recuerda que "cada año fallecen prematuramente más de 33.000 personas como consecuencia de la contaminación atmosférica; que en 2014 más de 73.000 personas sufrieron un accidente de tráfico en vía urbana; y que una gran parte de la población se encuentra expuesta a niveles de ruido perniciosos para la salud". Por todo ello -concluye González-, reducir el número de coches en las ciudades "mejoraría ostensiblemente nuestra calidad de vida".