No se ha acabado. La ofensiva del sector convencional contra las energías renovables que tanto eco ha encontrado en la actuación del Gobierno no se ha dado por terminada. Mirando el panorama desolador que nos rodea cabría pensar que nada queda por destruir y que en cualquier momento UNESA podría emitir el último parte: “Cautivo y desarmado el sector renovable, las tropas convencionales han alcanzado sus últimos objetivos. La guerra ha terminado”. Pues no, al parecer no es suficiente con las miles de víctimas que se han cobrado: desde los pequeños inversores, que simplemente se creyeron -¡ingenuos ellos!- lo que decía en un tiempo el Boletín Oficial del Estado para ser abocados a la ruina por los decretos que han ido desfilando posteriormente por ese mismo BOE, hasta los grandes fondos de inversión de los países más importantes, que pensaban que este era un país serio, y que ahora buscan en los tribunales internacionales la reparación del daño que esta guerra de la sinrazón egoísta contra la lógica sostenible ha provocado, perdón, está provocando.
Víctimas principales, sin embargo, han sido esos ciudadanos, esas pymes e incluso algunas grandes empresas que querían ser partícipes de un cambio de modelo energético en el que creían sinceramente por la aplastante lógica de los argumentos que apoyan la urgente sustitución de los combustibles fósiles por los recursos naturales a la hora de dotarnos de energía.
Durante años escucharon, más allá de una regulación que abría ese camino, un discurso entusiasta de los distintos gobiernos que se han sucedido en el poder; ejecutivos que les animaban a emprender ese camino no solo con palabras sino con documentados planes de fomento de las energías renovables que eran aprobados en consejo de ministros. Lo hizo el PP en 1999 y el PSOE en 2005. Víctima es el conjunto de la sociedad que padece un sistema obsoleto, vulnerable estratégicamente, dañino para el medio ambiente y que lucra solo a unos pocos.
También han sufrido el “fuego amigo” las empresas convencionales que no supieron calibrar adecuadamente su campaña de descalificación de las renovables. Unas energías renovables en las que habían invertido bien a regañadientes, bien como guinda de su tarta-mix energética o bien por tomar posiciones “no vaya ser que eso de las renovables acabe yendo en serio”. El caso es que también han recibido su correspondiente cuota de metralla pero que asumen encantados –no hay más que ver las manifestaciones de satisfacción desde el último RDL por parte de los dirigentes de las empresas de UNESA- porque pese a los “daños colaterales” los principales afectados son esos intrusos que han tenido la osadía de ponerse a generar kilovatios en lo que hasta ayer era coto de su uso exclusivo.
Al parecer ni los recortes que llevó a cabo el Gobierno Zapatero, ni la moratoria del RDL 1/2012 con la que se estrenó el PP, ni los sucesivos decretos, ni siquiera la puntilla que supone el RDL 2/2013 son suficientes. El presidente de UNESA en público y los suyos en la trastienda siguen exigiendo más: hay que acabar con las energías subvencionadas.
Lamentablemente no se refieren ni a los pagos por capacidad del gas, ni a las ayudas al carbón ni a los windfall profits de la nuclear o la gran hidraúlica. No, lo que quieren, lo que pretenden ahora es apretar más la soga. ¿Quizás una hibernación de un determinado número de instalaciones renovables para poder volver a quemar gas 3.500 o 4.000 horas al año en sus ciclos combinados? El problema es que, al parecer cuentan con el apoyo del “bocadillo Nadal de Soria” (dos hermanos con un ministro de ingrediente) que en materia energética andan en el paleolítico, ignorantes de lo que sucede hoy en Europa y en el mundo entero.
La guerra… no ha terminado. La buena noticia es que podemos seguir luchando, la mala es que –como tantas veces he puesto de manifiesto en esta columna- no se ponen los medios desde el otro lado, se va detrás de pancartas equivocadas, se mira uno al ombligo y la generosidad entre los del mismo bando brilla por su ausencia. Empresas del sector renovable, trabajadores del sector renovable, entidades, organizaciones sociales y ciudadanos que compartimos una visión sostenible de esta sociedad: o nos movemos o nos aniquilan.